sábado, 26 de marzo de 2016

Europa necesita inversión pública para crecer, más que vigilar el déficit


Rigor inoportuno

Europa necesita inversión pública para crecer, más que vigilar el déficit




Mario Draghi, presidente del BCE: más inversión para crecer  REUTERS


Este es un momento especialmente delicado para la economía global. El crecimiento es mediocre, con lacerantes dudas sobre las expectativas de crecimiento —a pesar de la caída del precio del petróleo— que se manifiestan en convulsiones cíclicas en los mercados bursátiles (ayer, la Bolsa china volvió a caer más del 6%). Por estos motivos, la táctica de la Comisión Europea de exigir el cumplimiento de los objetivos de déficit y vigilar estrechamente los objetivos de estabilidad parece especialmente inoportuna y, lo que es peor, contraproducente.
Por si a los responsables de la Comisión se les ha escapado algo de la situación económica española, hay que insistir en que este país no está en condiciones de aprobar otro ajuste presupuestario de 9.000 millones (probablemente debería ser superior para cumplir los objetivos); la reactivación de la economía (3,2% creció el PIB en 2015) basada en parte en la depresión de las rentas salariales no lo aguantaría. Y ese es un hecho que debe aceptarse con independencia de que el Gobierno no haya acertado a recortar satisfactoriamente el déficit, como se desprende de que la deuda pública, difícil de maquillar, haya crecido sin freno durante toda la legislatura.
La política de austeridad no es la solución. Así lo han transmitido, alto y claro, instituciones tan poco sospechosas como la OCDE y, apenas 24 horas después, el Fondo Monetario Internacional (FMI). Por no mencionar a Mario Draghi, presidente del BCE, patrón de la idea de que Europa debe invertir más en infraestructuras. El FMI acaba de escandalizarse (a su manera, tibia y en sordina) de que Alemania, con superávit presupuestario, no invierta más en gasto público para estimular el crecimiento, no solo del país, sino también de la eurozona. Resumido en una sola frase, los ajustes presupuestarios más una política monetaria expansiva no han dado resultado. El fracaso es tanto más notable cuanto que, además, la receta ha ido acompañada de un abaratamiento del crudo.
La Comisión haría bien en escuchar los mensajes de cambio que llegan desde la OCDE, el FMI y Draghi antes de adoptar posiciones de dureza extrema que, simplemente, pillarían a Bruselas a contrapié. Si la Comisión quiere vigilar estrechamente los programas de cumplimiento del déficit exigiendo informes periódicos, planes de reforma o el cumplimiento del plan de estabilidad de las autonomías nada hay que oponer; no se entiende por qué no ha exigido nada de eso en los últimos cuatro años. Pero lo fundamental no es el seguimiento, sino que la economía europea despegue, que crezca el empleo estable y que se aprueben planes de estabilidad creíbles que no sean dañinos para el crecimiento.
Un programa económico básico para Europa y España debe partir de planes de incentivo del crecimiento a partir del capital público que aumenten el consumo y la inversión; que Alemania y otros países del área renuncien a una parte del superávit y, como recomienda Lagarde, invierta en infraestructuras para impulsar la economía europea; y que, por supuesto, se negocien nuevos calendarios de ajuste del déficit que sean viables.

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