Grecia queda libre hoy de los rescates pero seguirá prisionera de la deuda
Tras ocho años bajo la tutela de los acreedores, el país heleno inicia este lunes una nueva era con su vuelta a los mercados
Bruselas
Legiones de turistas en pantalón corto saturan estos días los puertos de las islas griegas en medio de una temporada que se espera bata todos los registros de visitantes. En el corazón de Atenas, la tranquilidad hace tiempo que ha vuelto a la plaza Síntagma y las protestas son puntuales, ecos lejanos tras años como epicentro diario de la contestación contra los recortes. Es la nueva Grecia y la ilusión de la normalidad. No hace tanto, políticos alemanes aconsejaban al Gobierno vender algunas islas para afrontar sus problemas financieros. No hace tanto, el farmacéutico jubilado Dimitris Christoulas, incapaz de sobrevivir dignamente con su pensión, se pegó un tiro en la sien en esa misma plaza Síntagma, a escasos metros del Parlamento.
El traumático pasado reciente, cargado de furia y humillaciones, converge desde hoy con la tímida esperanza de un futuro mejor en una fecha cargada de simbolismo. Grecia abandona este lunes toda una era de rescates. Eso significa que deberá financiarse por sí misma en los mercados. Ocho años y casi 289.000 millones después, no habrá más dinero de los acreedores. Tampoco nuevas órdenes desde Bruselas, Fráncfort y Washington más allá de los compromisos adquiridos, que no son pocos ni sencillos de cumplir. Atenas recupera las riendas de la soberanía de su política económica, lastrada por una deuda mastodóntica de casi el 180% del PIB, aunque la troika volverá cuatro veces al año para comprobar que las reformas no se revierten y que la situación fiscal sigue siendo holgada. Habrá vigilancia, pero menos estrecha.
El balance de esa tensa relación de dependencia durante casi una década tiene lecturas diversas. Para el director gerente del fondo de rescate europeo, Klaus Regling, es un éxito sin paliativos. "Siempre hablo de Portugal, España, Chipre e Irlanda como casos de éxito. A partir de ahora podré incluir a Grecia en ese grupo", presumió este domingo.
Todavía bajo la lupa
El Fondo Monetario Internacional admite que a medio plazo la inquietud por la deuda griega desaparece, pero advierte de que al observar el problema con luces largas, las incertidumbres asoman. El Ejecutivo liderado por Syriza se ha comprometido a cumplir con un superávit primario (antes del pago de intereses) del 3,5% del PIB hasta 2022, y superior al 2% hasta el año 2060, unas cifras sin precedentes. "Las asunciones económicas para que la deuda sea sostenible van a explotar. Cuando tengamos una crisis lo veremos. Durante un tiempo el tema griego quedará aparcado. Pero es lo que en inglés llaman kicking the can down the road: una patada hacia delante. Y será imprescindible una quita de la deuda", avisa Ángel Talavera, de Oxford Economics. En ese caso existen riesgos para el contribuyente europeo, que posee el 75% de la deuda griega.
El FMI cita varias amenazas que pueden hacer descarrilar el ambicioso plan acordado por ambas partes: una ralentización de los países de su entorno, el calendario político doméstico —si bien la derechista Nueva Democracia, ahora primera en las encuestas, no planea revocar los compromisos—, o la fatiga reformista. También factores demográficos como el envejecimiento de la población, agravado por el éxodo de jóvenes sin oportunidades laborales.
Una economía apuntalada
Desde un prisma positivo, el rescate ha proporcionado a Grecia financiación barata que allanará el camino para que reduzca su endeudamiento. Tras el último desembolso, Atenas cuenta además con un colchón de liquidez de 24.100 millones de euros, el equivalente a sus necesidades de 22 meses, por si vienen curvas. Y la economía ha recuperado momentum: la tasa de desempleo, todavía la más elevada de la UE, ha bajado de la simbólica barrera del 20% —llegó a ser del 27,6% en 2013—. El PIB suma cinco trimestres consecutivos al alza y todas las predicciones apuntan a que mejorará por encima de la media de la eurozona en 2019. El sector turístico vive tiempos boyantes e ingresa más que nunca. En conclusión: no hay visos de que la economía griega colapse próximamente, algo que no podía darse por descontado no hace tanto.
Esa mejoría ha alentado a Atenas a aventurarse tímidamente en los mercados. Lo ha hecho con mucha prudencia: pequeñas emisiones de bonos a cinco y siete años en las que ha debido abonar altos intereses. La prueba de fuego llegará cuando trate de colocar bonos a diez años, algo que no hace desde 2010 pese a que cotiza actualmente en niveles precrisis y su rentabilidad se aproxima cada vez más a la del italiano, —4,34% vs 3,13%—que avanza en sentido opuesto y cada vez más es considerado un activo de riesgo.
El paisaje después de la batalla tiene sin embargo un reverso menos amable. Para muchos griegos, la hora de las protestas acabó hace tempo y dio paso al sálvese quien pueda. Esto es, una solución personal a su propia crisis que se ha saldado con una importante fuga de cerebros. Entre 350.000 y 400.000 griegos han dejado el país desde 2010. Suponen más del 3% de la población y en su mayoría eran jóvenes. Los recién incorporados al mercado laboral han pagado con creces la factura de la crisis: el desempleo en la franja de edad de 15 a 24 años es del 39,7%, el doble que la total. Y el siguiente grupo más afectado es el de entre 25 y 34 años.
Los recortes más crueles
Pero en Grecia casi nadie ha salido indemne de la depresión: recortes de pensiones, subidas de IVA, congelaciones salariales o ajustes en la sanidad pública forman parte de un memorial de daños que se ha comido un 25% del PIB desde el comienzo de las turbulencias y ha dejado a más de un tercio de la población al borde de la pobreza, el nivel más alto de la UE tras Rumanía y Bulgaria según Eurostat. El precipicio por el que se ha despeñado la economía familiar de muchos hogares ha arrastrado también a la banca: los préstamos fallidos y las tasas de morosidad bancaria alcanzan límites alarmantes.
Con ese legado todavía vivo, el primer ministro, Alexis Tsipras, que ya cumplió su promesa de utilizar corbata una vez se acabara el programa de rescate, se dirigirá al país este lunes para lanzar el mensaje de que Grecia pasa página y dar así un empaque de solemnidad a la nueva era aparentemente libre de ataduras externas.
Ese relato del cambio de rumbo es para algunos pura propaganda. La memoria de estos ocho años, marcados por los ingentes sacrificios derivados de las draconianas medidas de austeridad, amenaza con perdurar durante generaciones. Ni los cruceros desembarcando turistas en Mykonos, día sí, día también, ni la fanfarria con que las autoridades festejan la recuperada autonomía griega son suficientes para vencer lo que muchos consideran casi una década de agravios.
"No hay nada que celebrar. El rescate ha tenido efectos perversos. La gente vive resignada. Los mayores cerebros del país se han ido en su mejor momento productivo. La mayoría de empleos son de baja calidad para el sector servicios. Si este año el país crece por encima del 2% dirán que hay un milagro griego, pero ese no es el crecimiento que necesitamos. Grecia ha sido derrotada y vive uno de los peores momentos de su historia. Somos un país de emigrantes y envejecido", dispara Costas Lapavitsas, profesor de la Universidad de Londres.
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