El ser y la nada
Capítulo II
LA MALA FE I.
Mala fe y mentira
El ser humano no es solamente el ser por el cual se develan negatividades en el mundo; es también aquel que
puede tomar actitudes negativas respecto de si. En nuestra introducción, definimos la conciencia como «un
ser para el cual en su ser está en cuestión su ser en tanto que este ser implica un ser diferente de él mismo».
Pero, después de la elucidación de la conducta interrogativa, sabemos ahora que esa fórmula puede
escribirse también: «La conciencia es un ser que incluye ser conciencia de la nada de su ser». En la
prohibición o el veto, por ejemplo, el ser humano niega una trascendencia futura. Pero esta negación no es
verificativa. Mi conciencia no se limita a encarar una negatividad; se constituye ella misma, en su carne, como
nihilización de una posibilidad que otra realidad humana proyecta como su posibilidad. Para lo cual, ella debe
surgir en el mundo como un NO, y, en efecto, como un No capta primeramente el esclavo a su amo, o el
prisionero que intenta evadirse al centinela que lo vigila. Hasta hay hombres (guardianes, vigilantes,
carceleros, etc.) cuya realidad social es únicamente la del No, que vivirán y morirán sin haber sido jamás otra
cosa que un No sobre la tierra. Otros, por llevar el No en su subjetividad misma se constituyen igualmente, en
tanto que persona humana, en negación perpetua: el sentido y la función de lo que Scheler llama «el hombre
de resentimiento» es el No. Pero existen conductas más sutiles, cuya descripción nos introduciría más hondo
en la intimidad de la conciencia: la ironía está entre ellas. En la ironía, el hombre aniquila, en la unidad de un
mismo acto, aquello mismo que pone; hace creer para no ser creído, afirma para negar y niega para afirmar;
crea un objeto positivo, pero que no tiene más ser que su nada. Así, las actitudes de negación respecto de sí
permiten formular una nueva pregunta: ¿Qué ha de ser el hombre en su ser, para que le sea posible negarse?
Pero no se trata de tomar en su universalidad la actitud de «negación de sí». Las conductas que pueden
incluirse en este rótulo son demasiado diversas, y correriamos el riesgo de no retener de ellas sino la forma
abstracta. Conviene escoger y examinar una actitud determinada que, a la vez, sea esencial a la realidad
humana y tal que la conciencia, en lugar de dirigir su negación hacia afuera, la vuelva hacia sí misma. Esta
actitud nos ha parecido que debía ser la mala fe.
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