viernes, 7 de junio de 2019

El condenado por desconfiado

Tirso de Molina
El condenado por desconfiado



Selva, dos grutas entre elevados peñascos. PAULO (De ermitaño.) ¡Dichoso albergue mío! Soledad apacible y deleitosa, que en el calor y el frío me dais posada en esta selva umbrosa, donde el huésped se llama
 5 o verde yerba o pálida retama. Agora, cuando el alba cubre las esmeraldas de cristales, haciendo al sol la salva que de su coche sale por jarales,
 10 con manos de luz pura, quitando sombras de la noche oscura
 [4] salgo de aquesta cueva, que en pirámides altos de estas peñas naturaleza eleva,
15 y a las errantes nubes hace señas para que noche y día, ya que no otra, le hagan compañía. Salgo a ver este cielo, alfombra azul de aquellos pies hermosos.
20 ¿Quién, oh celeste velo, aquesos tafetanes luminosos rasgar pudiera un poco para ver?... ¡Ay de mí! Vuélvome loco. Mas ya que es imposible
25 y sé cierto, Señor, que me estáis viendo desde ese inaccesible trono de luz hermoso, a quien sirviendo están ángeles bellos, más que la luz del sol hermosos ellos,
30 mil gracias quiero daros por las mercedes que me estáis haciendo sin saber obligaros. ¿Cuándo yo merecí que del estruendo me sacarais del mundo
35 que es umbral de las puertas del profundo? ¿Cuándo, Señor divino, podrá mi indignidad agradeceros el volverme al camino que, si no lo abandono, es fuerza el veros 40 y tras esa victoria darme en aquestas selvas tanta gloria?

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