domingo, 16 de junio de 2019

No hay vida.

Ni el tiempo ni el espacio tiene límites.

El observador (humano, único) es el que tiene límites, en tiempo y espacio. La transformación, la conversión, del tiempo en espacio es la observación que, en si misma no existe.

La observación, también se le denomina velocidad, de la que se deduce, por igual motivo, aceleración.

Por este motivo, de reversión continua, toda observación actual se deduce y reduce sobre si misma.

Lo observable y el observador es la recurso continuo, sin límite, sin principio ni fin.

La crónica narrativa, u observable, es continua sin dirección, o espacio y sin sentido.

Así pensé cuando decidí no transmitirle que la había observado ya que otrora sería. Así ha sido cuando los dos nos comunicamos que, efectivamente, nos habíamos observado.

No sé si tu lo has hecho. Yo te observé d modo continuo sin darme saber a ti.

Desde los 14 años, el 4 de junio no lo consideré la fecha de mi nacimiento, sino aquella que te observé y, con ello, tu naciste para mi y yo nací para observar.

Yo tengo un libro con 56 hojas de tela cuadriculada gris.

Nunca leo las páginas. Leo la última y nunca pienso aquello que dicen ha pasado aquel día que te nací. Tampoco aquello que dicen pasará. No lo hago ya que las hojas se leen igual de derecha a izquierda que de izquierda a derecha, de abajo hacia arriba, de arriba hacia a bajo. No cambia si las hago girar o el viento atrevido lo hace por mi.

Siempre soñé con una montaña. No desee con montaña alguna, aserrada o no.

Nunca seré Héctor.

Leer la Iliada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario