miércoles, 8 de junio de 2016

Escribir al dictado, mala práctica del maestro. Los Austrias. El vuelo del Águila.

«Los historiadores no podemos caer en el vicio de escribir al dictado»

El escritor José Luis Corral presentó en Tordesillas su última obra, «Los Austrias. El vuelo del Águila»
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José Luis Corral, durante la presentación de su novela en Tordesillas - ICAL

El autor José Luis Corral escogió esta semana Tordesillas, localidad vallisoletana en la que pasó sus últimos 40 años de vida la Reina Juana I de Castilla, para la presentación nacional de su última obra «Los Austrias. El vuelo del Águila» (Planeta, 2016), donde novela las intrigas palaciegas y estrategias políticas que sucedieron a la muerte de la Reina Isabel La Católica. Dice el autor que hace varios años que le rondaba este libro en la cabeza «bastante cansado de la manipulación que se ha hecho de la historia».
¿Cómo surge la idea de esta novela?
Me planteé escribir hace ya tiempo sobre el Rey Fernando el Católico porque, como historiador, estoy bastante cansado de la manipulación que se hecho de la historia. Ha sido uno de los personajes más alterados de la historia de España. Mi idea siempre ha sido coger a grandes de nuestro pasado e intentar darles un carácter más próximo y humano utilizando el recurso de la novela histórica, que si es verosímil y si atiende a una serie de requisitos, es un documento estupendo no tanto para contar nuestra historia, que para eso está la historiografía, pero sí para incentivar a la gente a que la conozca.
Describe muchos lugares, entre ellos el ya desaparecido Palacio de Tordesillas donde vivió la Reina Juana, de manera muy detallada. ¿Qué documentos manejó?
Intento recrear la época a partir de los paisajes históricos, los edificios, las comidas, las bebidas... Todas esas cuestiones que a un historiador le interesan muy poco a mí me interesan mucho. Intento ser lo más preciso posible en la recreación arqueológica y, por supuesto, recurro a la literatura de la época. Para esta novela me han servido mucho las obras del Siglo de Oro español, sobre todo la de primera mitad del siglo XVI, Garcilaso, Lazarillo de Tormes...
En la novela aparecen varios personajes ficticios, entre ellos el judío-converso Pedro Losantos, que ejerce de médico de los Reyes Católicos y sus sucesores. ¿Introduciendo este tipo de personajes no se corre el riesgo de tergiversar la historia?
Para un autor que hace novela histórica quizá lo más difícil y complicado sea introducir personajes de ficción en la historia sin que ésta chirríe y sin que esos personajes cambien la historia. Estos personajes deben ser testigos. Sirven muy bien para que un novelista cuente cosas desde un punto de vista interior, íntimo, pero esos pilares que debe tener toda novela histórica de verosimilitud y de captar el espíritu de la época los he llevado hasta el final.
Ha denunciado que la disciplina histórica sigue siendo muy manipulable. ¿También en esta época en la que se circunscribe la novela?
¡Sí! Es tremendo. La historia, además de maestra de vida, se convierte casi siempre en un arma ideológica del poder. Los historiadores deberíamos ser, en ese sentido, más combativos. No estar tanto a la sombra del poder, sino combatirlo. El historiador tiene que ser intelectual, crítico... No podemos caer en ese tremendo vicio de escribir al dictado.
¿Es consecuencia de esa manipulación que Fernando el Católico, a quien da un protagonismo especial tanto en vida como tras la muerte de Isabel, se haya percibido como un personaje a la sombra de la Reina?
En la España oriental, por supuesto. Pero es una cuestión propia de la historiografía castellana, que en el siglo XVI no quería a Fernando, por lo que le interesó exaltar al máximo la figura de Isabel. Tal es así, que en la película de Ridley Scott para la que trabajé de asesor («La conquista del paraíso»), el personaje de Fernando no dice ni mu.
Escritor, historiador, profesor... ¿En qué faceta se encuentra más cómodo?
Son indisolubles. En la universidad (es profesor en Zaragoza) estoy encantado no porque la universidad española sea buena, porque es una auténtica porquería, sino por tener la oportunidad de contar a los alumnos lo que somos y hemos sido y que eso les despierte la conciencia, me parece un trabajo insuperable. Luego, la faceta de investigador va mucho en consonancia con la enseñanza, y en cuanto a escribir novelas, me encanta porque puedo soltar la imaginación más libremente.
Hecha su valoración sobre el sistema universitario español, ¿qué opina de cómo se enseña historia en la educación básica?
¡Es lo más parecido a un desastre! No sólo se trata de educar a niños y darles conocimiento, que también, sino de crear personas, y en España, por lo general, lo que se hace es dar conocimientos estereotipados. Enseñar historia no es contar datos, es decirle a un niño por qué existió tal batalla o por qué se la inventaron y darles la oportunidad de pensar sobre un acontecimiento.

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