lunes, 21 de enero de 2019

Indignaos Indiferencia: La peor de las actitudes.


Indignaos
Stéphane Hessel.


Prólogo de la edición española

Yo también nací en 1917. Yo también estoy indignado.
También viví una guerra. También soporté una dictadura. Al igual
que a Stéphane Hessel, me escandaliza e indigna la situación de
Palestina y la bárbara invasión de Irak. Podría aportar más detalles,
pero la edad y la época bastan para mostrar que nuestras vivencias
han sucedido en el mismo mundo. Hablamos en la misma onda.
Comparto sus ideas y me hace feliz poder presentar en España el
llamamiento de este brillante héroe de la Resistencia francesa,
posteriormente diplomático en activo en muchas misiones de
interés, siempre a favor de la paz y la justicia.
¡INDIGNAOS! Un grito, un toque de clarín que interrumpe el
tráfico callejero y obliga a levantar la vista a los reunidos en la
plaza. Como la sirena que anunciaba la cercanía de aquellos
bombarderos: una alerta para no bajar la guardia.
Al principio sorprende. ¿Qué pasa? ¿De qué nos alertan? El
mundo gira como cada día. Vivimos en democracia, en el estado de
bienestar de nuestra maravillosa civilización occidental. Aquí no hay
guerra, no hay ocupación. Esto es Europa, cuna de culturas. Sí, ése
es el escenario y su decorado. Pero ¿de verdad estamos en una
democracia? ¿De verdad bajo ese nombre gobiernan los pueblos
de muchos países? ¿O hace tiempo que se ha evolucionado de otro
modo?
Actualmente en Europa y fuera de ella, los financieros,
culpables indiscutibles de la crisis, han salvado ya el bache y
prosiguen su vida como siempre sin grandes pérdidas. En cambio,
sus víctimas no han recuperado el trabajo ni su nivel de ingresos. El
autor de este libro recuerda cómo los primeros programas
económicos de Francia después de la segunda guerra mundial
incluían la nacionalización de la banca, aunque después, en épocas
de bonanza, se fue rectificando. En cambio ahora, la culpabilidad
del sector financiero en esta gran crisis no sólo no ha conducido a
ello; ni siquiera se ha planteado la supresión de mecanismos y
operaciones de alto riesgo. No se eliminan los paraísos fiscales ni se
acometen reformas importantes del sistema. Los financieros apenas
han soportado las consecuencias de sus desafueros. Es decir, el
dinero y sus dueños tienen más poder que los gobiernos. Como
dice Hessel, “el poder del dinero nunca había sido tan grande,
insolente, egoísta con todos, desde sus propios siervos hasta las
más altas esferas del Estado. Los bancos, privatizados, se
preocupan en primer lugar de sus dividendos, y de los altísimos
sueldos de sus dirigentes, pero no del interés general”
¡INDIGNAOS!, les dice Hessel a los jóvenes, porque de la
indignación nace la voluntad de compromiso con la historia. De la
indignación nació la Resistencia contra el nazismo y de la
indignación tiene que salir hoy la resistencia contra la dictadura de
los mercados. Debemos resistirnos a que la carrera por el dinero
domine nuestras vidas. Hessel reconoce que para un joven de su
época indignarse y resistirse fue más claro, aunque no más fácil,
porque la invasión del país por tropas fascistas es más evidente que
la dictadura del entramado financiero internacional. El nazismo fue
vencido por la indignación de muchos, pero el peligro totalitario en
sus múltiples variantes no ha desaparecido. Ni en aspectos tan
burdos como los campos de concentración (Guantánamo, Abu
Gharaib), muros, vallas, ataques preventivos y “lucha contra el
terrorismo” en lugares geoestratégicos, ni en otros mucho más
sofisticados y tecnificados como la mal llamada globalización
financiera.
¡INDIGNAOS!, repite Hessel a los jóvenes. Les recuerda los
logros de la segunda mitad del siglo XX en el terreno de los
derechos humanos, la implantación de la Seguridad Social, los
avances del estado de bienestar, al tiempo que les señala los
actuales retrocesos. Los brutales atentados del 11-S en Nueva
York y las desastrosas acciones emprendidas por Estados Unidos
como respuesta a los mismos, están marcando el camino inverso.
Un camino que en la primera década de este siglo XXI se está
recorriendo a una velocidad alarmante. De ahí la alerta de Hessel a
los jóvenes. Con su grito les está diciendo: “Chicos, cuidado,
hemos luchado por conseguir lo que tenéis, ahora os toca a
vosotros defenderlo, mantenerlo y mejorarlo; no permitáis que os lo
arrebaten”.
¡INDIGNAOS! Luchad, para salvar los logros democráticos
basados en valores éticos, de justicia y libertad prometidos tras la
dolorosa lección de la segunda guerra mundial. Para distinguir entre
opinión pública y opinión mediática, para no sucumbir al engaño
propagandístico. “Los medios de comunicación están en manos de
la gente pudiente”, señala Hessel. Y yo añado: ¿quién es la gente
pudiente? Los que se han apoderado de lo que es de todos. Y
como es de todos, es nuestro derecho y nuestro deber recuperarlo
al servicio de nuestra libertad.
No siempre es fácil saber quién manda en realidad, ni cómo
defendernos del atropello. Ahora no se trata de empuñar las armas
contra el invasor ni de hacer descarrilar un tren. El terrorismo no es
la vía adecuada contra el totalitarismo actual, más sofisticado que el
de los bombarderos nazis. Hoy se trata de no sucumbir bajo el
huracán destructor del “siempre más”, del consumismo voraz y de
la distracción mediática mientras nos aplican los recortes.
¡INDIGNAOS!, sin violencia. Hessel nos incita a la
insurrección pacífica evocando figuras como Mandela o Martin
Luther Kingo. Yo añadiría el ejemplo de Gandhi, asesinado
precisamente en 1948, año de la Declaración Universal de los
Derechos Humanos, de cuya redacción fue partícipe el propio
Hessel. Como cantara Raimon contra la dictadura: Digamos NO.
Negaos. Actuad. Para empezar, ¡INDIGNAOS!

José Luis Sampedro



Indiferencia: La peor de las actitudes.

Es verdad que las razones para estar indignadas pueden verse hoy menos claramente relacionadas o el mundo se ha vuelto demasiado complejo. ¿Quién está haciendo el ordenamiento, quién lo decide? No es siempre sencillo diferenciar entre todas las corrientes que nos gobiernan. No estamos lidiando con una pequeña elite cuyas actividades pueden ser fácilmente visibles. Este es un mundo vasto, en el cual tenemos una sensación de interdependencia. Vivimos en una interconectividad como nunca antes. Pero en este mundo todavía hay cosas intolerables. Para verlas, es bueno y necesario mirar, buscar. Le digo a los jóvenes, busquen poco y eso es lo que van a encontrar. La peor de las actitudes es la indiferencia, decir "No puedo hacer nada contra eso. Ya me las arreglaré para salir adelante." Por incluirte a ti mismo en esto, pierdes uno de los elementos que hacen al ser humano: la facultad de indignarse y el compromiso que es una consecuencia de lo primero

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