Fracaso es no alcanzar un propósito, o plan.
El Plan ha de corresponderse con la capacidad del Individuo de relacionarse con el Medio.
Se diseña un plan de trabajo para un Grupo. Se aplica el plan de trabajo bajo la condición de una varianza nula, o tendente a nula, del grupo. Esta es una condición necesaria, aunque no suficiente, para poder identificar el fracaso del plan de trabajo escolar.
Los genes son determinantes. La educación del escolar (persona, o resultante de la relación con el medio), con independencia de la edad del mismo. El primer anillo de relación es el denominado familiar, donde se encuentra la primera impronta de educación, o escolarización. Con frecuencia se identifica escolar con niño; el escolar es la interacción resultante de la relación entre hijo y padre. Cuando se habla de escolar lo es de esta relación y no de uno de sus constituyentes. cuando se habla de fracaso escolar, se habla de fracaso familiar.
El segundo anillo es el social, o relación entre familias.
Cuando se habla de fracaso escolar lo esces de la familia y de la sociedad: cuando la comunicación entre familias tiende a no ser determinable, la condición de sociedad tiende a la de población.
Los cantos de una grigera mantienen relación entre sí por la coplanaridad de sus aristas. Cuanto más rodados, menos coplanaridad ynes más fracaso en sus relaciones. cuanto mayor sea su fractibilidad, más probable su agregabilidad, o coplanaridad.
Cuanto mayor sea la discrepancia de escolarización padre/hijo, mayor probabilidad de agregación, o coplanaridad familiar y menor social.
Que la escolarización sea tribal y no familiar es un ensayo primitivo que nos ha traído a este nivel de fracaso escolar. Los denominados Planes escolares, o leyes de enseñanza son manifestación de los intentos de educación tribal actual.
¿Fracaso escolar? No culpen a los genes
El análisis de 300.000 personas descubre 74 variantes genéticas relacionadas con el logro educativo, pero su efecto es minúsculo
No, este artículo no es sobre los “genes de la educación”. El jefe de la investigación, Daniel Benjamin, nos prohíbe de forma explícita presentar así sus datos y, siendo el principal responsable del descubrimiento de 74 genes que afectan al logro educativo (y a su recíproco, el fracaso escolar), lo mejor será que le hagamos caso. No es que Benjamin dude de sus datos: es que sabe que, pese a que son sólidos, solo explican una mínima parte de la permanencia o el abandono de los estudios. Lo más importante sigue siendo el entorno.
El estudio es una exhibición de fuerza de la genómica contemporánea. El rendimiento educativo se mide por un parámetro clásico: el número de años de escolarización completados por casi 300.000 personas (293.723, para ser exactos; el promedio de toda la muestra es de 14,3 años de escolarización). Los voluntarios provienen de 15 países, pero todos ellos son de ascendencia europea. Los genomas de todas esas personas se examinan después para 9,3 millones de snips (single nucleotide polymorphisms, o variaciones en una sola letra del ADN).
Lo demás son matemáticas, destinadas a encontrar correlaciones entre rendimiento educativo y variaciones genéticas. De ahí salen las 74 variaciones genéticas que están asociadas de manera significativa con el número de años de escolarización completados. Han intervenido 253 científicos de Australia, Dinamarca, Estonia, Islandia, Holanda y Estados Unidos, coordinados por Benjamin, de la Universidad de Southern California en Los Ángeles. Presentan su macroestudio hoy en Nature.
“El rendimiento educativo viene influido por los genes y el entorno”, explica Bejamin. “Las variantes genéticas que hemos encontrado solo dan cuenta de una pequeña fracción de las diferencias entre individuos en educación”. Por ejemplo, incluso la variante con mayor efecto de las 74 solo explica nueve semanas de permanencia en la escuela. Recordemos que el promedio de permanencia en toda la muestra es de 14 años.
El asunto no tiene un interés exclusivamente académico. En 2011, el Instituto de Estudios Económicos de la CEOE, la patronal española, presentó una propuesta de reforma educativa que declaraba que “la herencia genética tiene una importancia sustantiva en el rendimiento escolar de los hijos, equivalente o algo superior a la del origen socioeconómico”. Era uno de los argumentos para desaconsejar un incremento en el gasto educativo. El presidente de la patronal, Juan Rosell, reconoció entonces que el argumento era “políticamente incorrecto”. Por lo que vemos ahora, también parece ser matemáticamente incorrecto.
Han intervenido 253 científicos de Australia, Dinamarca, Estonia, Islandia, Holanda y Estados Unidos
“Que los efectos de las variantes genéticas individuales sean muy pequeños es en sí mismo un hallazgo importante”, dice Benjamin. “Significa que las interpretaciones simplistas de nuestros resultados, como llamarlos ‘genes de la educación’, son completamente engañosos; al mismo tiempo, y pese al pequeño efecto de las variantes genéticas individuales, los datos son útiles porque podemos aprender mucho del estudio de los efectos combinados de las variantes genéticas en su conjunto”.
Las bases de datos genómicas permiten descubrir también los procesos biológicos implicados en cadasnip, o variante de una sola letra en el ADN. Y en el caso de las 74 variantes de este estudio, tienen todo el sentido: la proliferación de las células madre precursoras de las neuronas, la migración de las neuronas recién formadas a una u otra capa del córtex cerebral (tiene seis capas), la proyección de los axones a sus dianas en otras neuronas, la forma en que brotan las dendritas de cada célula y la plasticidad de las sinapsis, o conexiones entre neuronas. Es decir, los procesos básicos de la construcción de un cerebro, y sobre todo en el periodo prenatal.
Son datos valiosos para la ciencia. No tanto para las patronales.
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