No he podido votar ningún programa político; nunca he votado salvo La Constitución de 1978, porque sabía que votaba.
Lo hice por entender que teníamos un contrato de vida los españoles. La voté como testamento para aquellos que me sucederán y como reconocimiento de los españoles de los que vengo.
En estos días estoy anotando aquellos principios básicos que un programa de administeación de lo común ha de tener. Lo hago siguiendo un mismo criterio ya dado en 1845.
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