Adopcionismo
En un sentido amplio, el Adopcionismo es una teoría cristológica según la cual Cristo, como hombre, es el hijo adoptivo de Dios y el significado preciso de la palabra varía con los sucesivos estadios y defensores de la teoría. Sintéticamente, hay (1) el Adopcionismo de Elipando y Félix del siglo octavo, (2) el Neo-adopcionismo de Aberlardo en el siglo trece y (3) el adopcionismo de algunos teólogos del siglo catorce en adelante
(1) Adopcionismo de Elipando y Félix en el siglo octavo.
Este es el adopcionismo original y afirma una doble cualidad de hijo en Cristo: una por generación y naturaleza y la otra por adopción y gracia. Cristo como Dios, es desde luego el Hijo de Dios por generación y naturaleza, pero Cristo como hombre es Hijo de Dios sólo por adopción y gracia. De ahí que "Cristo el hombre" es el hijo adoptivo y no natural de Dios. Esta es la teoría defendida a finales del siglo octavo por Elipando, arzobispo de Toledo, que entonces estaba bajo dominio mahometano y por Félix, obispo de Urgel, entonces bajo dominio franco.
El origen de este Hispanicus error, como se le llamó, es oscuro. El nestorianismo había sido decididamente una herejía oriental y sorprende ver un brote en la parte más alejada de la Iglesia occidental y tanto tiempo después de que la herejía paterna había sido ya enterrada en su país natal, aunque conviene notar que el adopcionismo comenzó en la parte de España donde el islamismo dominaba y donde la colonia nestoriana había encontrado refugio durante años La influencia combinada de Nestorianismo e Islamismo había sin duda adormecido el sentido católico de Elipando. Entonces aparece un tal Migetius, predicando una laxa doctrina que defendía, entre otros errores, que la segunda persona de la Santísima Trinidad no existía antes de la Encarnación. Para mejor combatir este error, Elipando trazó una línea tajante entre Jesús como Dios y Jesús como hombre, siendo el primero el natural y el segundo meramente hijo adoptivo de Dios. Este rebrote de Nestorianismo levantó una tormenta de protestas entre los católicos, dirigidos por Beato, abad de Liébana y por Eterio, obispo de Osma. Para mantener su posición, Elipando logró atraerse a Félix de Urgel, conocido por su sapiencia y versatilidad de mente que entró sin pensárselo dos veces en la controversia, demostrando ser un fuerte aliado de Elipando y hasta el líder del nuevo movimiento que se llamó "Haeresis Feliciana". Mientras Elipando ponía su indomable voluntad al servicio del Adopcionismo, Félix ponía su ciencia y su fe púnica. Citaba innumerables textos de la escritura. Encontraba en la literatura patrística y la liturgia mozárabe expresiones tales como adoptio, homo adoptivus, ouios thetos, aplicados supuestamente a la Encarnación de Jesucristo.
No rechazaba la ayuda de dialécticos subrayando con sutileza que el epíteto “Hijo Natural de Dios” no se podía predicar del hombre Jesús, que fue concebido por generación temporal, que era inferior al Padre, que no estaba especialmente relacionado no especialmente con el padre sino con la Trinidad y las relaciones hubieran permanecido inalteradas si el Padre o el Espíritu Santo se hubieran encarnado en vez de el Hijo. La obstinación de Elipando y la adaptabilidad de Félix fueron apenas la causa parcial del éxito temporal del Adopcionismo. Si ese fruto del Nestorianismo tuvo influencia en España durante casi dos décadas y hasta comenzó a extenderse por el sur de Francia, se debe al Islam que anuló completamente el control de Roma sobre la mayor parte de España y a que Carlomagno adoptó una postura excesivamente conciliadora, a pesar de su total lealtad a la fe romana, pero que no podía enajenar políticamente provincias compradas a tan alto precio.
De los dos heresiarcas, Elipando murió en el error y Félix, tras muchas retractaciones poco sinceras fue colocado bajo la vigilancia de Leidrad de Lyon y acabó dando señales de una conversión genuina. Su muerte hubiera pasado como la de un arrepentido si Agobar, el sucesor de Leidrad no hubiera encontrado entre sus papeles una retractación definitiva de todos sus anteriores retractaciones. El Adopcionismo no sobrevivió mucho tiempo a sus autores. Lo que Carlomagno no pudo por la diplomacia ni por los sínodos (Narbona 788; Ratisbona 792; Frankfort, 794; Aix-la-Chapelle, 799) lo consiguió gracias a los servicios de misioneros como S. Benito de Aniano que informó hacia el 800 de la conversión de 20.000 clérigos y laicos; y gracias a sabios como Alcuino, cuyos tratados "Adv. Elipandum Toletanum" y "Contra Felicem Urgellensem" darán para siempre crédito al conocimiento cristiano.
La condena oficial del Adopcionismo se encuentra (1) en las dos cartas del papa Adriano , una a los obispos de España, 785, y la otra a Carlomagno, 794; (2) en los decretos del concilio de Frankfort (794) reunido por Carlomagno, ciertamente, pero “con la completa aprobación apostólica” y presidido por el legado de Roma, por lo que es un synodus universalis, según las expresiones de los cronistas contemporáneos.
En esos documentos se afirma claramente la filiación divina natural de Jesús también como hombre y su filiación adoptiva, al menos en lo que excluye la natural, es rechazada como herética. Algunos escritores, principalmente protestantes, han tratado de borrar del Adopcionismo toda mancha de la herejía nestoriana, pero no parece que hayan entendido el significado de la definición de la Iglesia, puesto que la cualidad de hijo es un atributo de la persona y no de la naturaleza, concebir dos hijos es concebir dos personas en Cristo, el mismo error del Nestorianismo. Alcuino expresa la mente de la Iglesia exactamente al decir:”De la misma manera que la impiedad nestoriana dividió a Cristo en dos personas por razón de las dos naturalezas, así vuestra ignorante temeridad Lo dividió en dos hijos, uno natural y otro adoptivo” (Contra Felicem, I, P. L. CI, Col. 136).
Con respecto a los argumentos aducidos por Félix en apoyo de su teoría, debe notarse, brevemente que (1) textos de la Escritura como Juan, xiv, 28, fueron ya explicados en tiempos de la controversia arriana y otros como Rom., viii, 29 se refieren a nuestra adopción no a la de Jesús. En ninguna parte de la Biblia se dice de Cristo “hijo adoptado de Dios”; más aún, la Escritura atribuye el hombre Cristo todos los predicados que pertenecen al Hijo Eterno (cf. Juan 1:18; 3:16; Rom. 8:32). (2) La expresión adoptare, adoptio, usada por algunos Padres tiene como objeto la humanidad sagrada, no la `persona de Cristo; la naturaleza humana, no Cristo, se dice que ha sido adoptada o asumida por el Verbo. Las expresiones concretas del Misal Mozárabe, Homo adoptatus, o la de algunos Padres Griegos ouios thetos, o no se aplica a Cristo o es un ejemplo del uso no infrecuente en los primeros años de lo concreto por lo abstracto. (3) los argumentos dialécticos de Félix dejan de tener significado en el momento que se entiende claramente que, como dice Sto. Tomás, “la filiación propiamente pertenece a la persona”. Cristo, Hijo de Dios, por su generación eterna, permanece Hijo de Dios, aún después de que el Verbo ha asumido y ha unido sustancialmente a Si mismo la sagrada Humanidad; la Encarnación no quita de Filiación de la misma manera que no lo hace de la personalidad eterna del Verbo (ver NESTORIANISMO)
2) Neo-Adopcionismo de Abelardo en el siglo doce
La herejía española dejó poco rastro en la Edad Media. Es dudoso que los errores cristológicos de Abelardo puedan remontarse ella. Parecen más la consecuencia lógica de una construcción equivocada sobre la unión hipostática. Abelardo comenzó a cuestionar la verdad de tales expresiones como “Cristo es Dios”, “Cristo es hombre”. Detrás de lo que parecería ser una mera logomaquia hay realmente, en la mente de Abelardo, un error fundamental. El entendía la unión hipostática como la fusión de dos naturalezas, la divina y la humana. Y para que esa fusión no se convirtiera en confusión hizo de la sagrada Humanidad el hábito externo e instrumento del Verbo y así negó la realidad sustancial del “hombre Cristo” --"Christus ut homo non est aliquid sed dici potest alicuius modi." Es evidente que en semejante teoría el hombre Cristo no podía ser llamado el verdadero Hijo de Dios. ¿Era un hijo adoptivo de Dios? Personalmente rechazaba toda relación con los Adopcionistas, de la misma manera que ellos rechazaban la idea misma de su afiliación a la herejía nestoriana. Pero una vez que la teoría de Abelardo se extendió más allá de Francia, a Italia, Alemania y hasta Oriente, los discípulos eran menos cautelosos que su maestro. Luitolph defendía en Roma que la siguiente proposición: “Cristo, como hombre, es el hijo natural de hombre e hijo adoptivo de Dios”; y Folmar, en Alemania, llevó su errónea postura hasta las consecuencias más extremas negando a Cristo como hombre el derecho de adoración. El Neo-adopcionismo de Abelardo fue condenado, al menos en sus principios más fundamentales, por Alejandro III en un documento de 1177: “Prohibimos bajo pena de anatema que nadie en el futuro se atreva a afirmar que Cristo como hombre no es una realidad sustancial (non esse aliquid) porque como es verdaderamente Dios, así es verdaderamente hombre”. La refutación de esta nueva forma de Puesto que el Adopcionismo descansa completamente en la interpretación de la unión hipostática, se encontrará en el tratamiento de esa palabra ( Ver UNION HIPOSTATICA)
(3) Adopcionismo cualificado de teólogos posteriores
Las formulas “hijo natural de Dios”, hijo adoptado de Dios” fueron de Nuevo sometidas un detenido examen por teólogos como Duns Scotus (1300); Durando de S. Porciano (1320); Vázquez (1604); Francisco Suárez (1617). Tofos ellos admitían la doctrina de Frankfort y confesaban que Jesús como hombre era el hijo natural y no meramente adoptivo de Dios. Pero además de esa filiación natural que se apoya en la unión hipostática, pensaron que había espacio para una segunda filiación, apoyada en la gracia, la gracia de la unión (gratia unionis). No estaban de acuerdo, sin embargo en calificar esa segunda filiación. Algunos la llaman adoptiva, por su analogía con nuestra adopción sobrenatural. Otros, temiendo que las implicaciones de la palabra adopción hicieran a Jesús algo extraño y distinto a Dios preferían llamarla natural. Ninguna de estas teorías va contraen dogma definido y sin embargo puesto que la filiación es un atributo de la persona hay peligro de multiplicar las personas multiplicando las filiaciones de Cristo.
Una segunda filiación natural no es inteligible. Una segunda filiación adoptiva no evita suficientemente la connotación de adopción como se definió en el Concilio de Frankfort. “llamamos adoptivo a aquel que es extraño al adoptador”. El error común de estas nuevas teorías, error ya cometido por los antiguos Adopcionistas y por Abelardo está en la suposición de que la gracia de la unión en Cristo, no siendo menos fructífera que la gracia habitual en el hombre, debería tener un efecto similar, i.e., filiación. No es menos fructífero y sin embargo no puede tener el mismo efecto en El que en nosotros, porque a El se le dijo: “Tu eres mi Hijo, hoy te he engendrado” (Hebreos 1:5); y a nosotros: “Estabais lejos” (Efesios 2:13).
J.F. Sollier.
Transcrito por Bob Knippenberg.
Traducido por Pedro Royo
The Catholic Encyclopedia, Volume I. Published 1907. New York: Robert Appleton Company. Nihil Obstat, March 1, 1907. Remy Lafort, S.T.D., Censor. Imprimatur. +John Cardinal Farley, Archbishop of New York Copyright © 2007 by Kevin Knight. All rights reserved.
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