OVIEDO
125 años alimentando a los pobres
La Cocina Económica celebra su aniversario el próximo jueves 28 de febrero dando más comidas que nunca
24.02.13 - 01:40 -
El invierno de 1888 fue crudo. De fuertes nevadas. De las peores que se recuerdan en esa época. El médico Arturo Álvarez Buylla pronunció una conferencia sobre las enfermedades epidémicas. El diario 'El Carbayón' reflejaba en sus páginas la necesidad de dar a los pobres alimentos más sanos, nutritivos y baratos. Un contexto social que animó al obispo Fray Ramón Martínez Vigil a reunir a personalidades con cierto peso en la ciudad para crear una comisión que él mismo presidía y cuyo objetivo era poner en marcha una 'tienda asilo'. José Díaz-Ordóñez Escandón, Policarpo Herrero, Celiclio Rodríguez, Felipe Álvarez, Hipólito Carral, Domingo Díaz Caneja, Jorge Díaz Ravera, Antonio Serri Oller, Fermín Canella Secades, Arturo Buylla Alegre y Luis Vereterra Estrada fueron nombrados como miembros de la primera junta directiva de la Cocina Económica el 28 de febrero de 1888. El jueves celebran 125 años. Al principio daban pan y café. Ahora menú de día y de noche (salvo la de los domingos). El año pasado, 126.871. Casi el doble que cuatro años antes.
El primer establecimiento se llamó Tienda Económica y estaba en la plaza de San Miguel. Ofrecía pan y café con leche a los más pobres. Después, ya en el comedor que se construyó en un solar cedido por el Ayuntamiento en la calle Quintana, algo más: «Una alimentación más completa», recoge en escrito elaborado por el secretario actual, Rafael Virgós.
El primer establecimiento se llamó Tienda Económica y estaba en la plaza de San Miguel. Ofrecía pan y café con leche a los más pobres. Después, ya en el comedor que se construyó en un solar cedido por el Ayuntamiento en la calle Quintana, algo más: «Una alimentación más completa», recoge en escrito elaborado por el secretario actual, Rafael Virgós.
No tienen demasiada información sobre la historia de la Cocina Económica. Mucha es vital porque su tío abuelo, Benjamín Ortiz, fue administrador durante 40 años. Lo transmitió a su padre y le llegó a él. Es su herencia. Recopilan la historia pero en una institución de estas características lo importante «es el día a día porque la necesidad apremia», reconoce.
Otriz llegó a la Cocina Económica casi una década después de que se constituyera como asociación civil y aprobara su reglamento. Eso fue en 1909. Entre sus objetivos, recoge el texto, está «facilitar a las clases menesterosas alimentación sana y nutritiva a precio ínfimo, y satisfacer en la medida que sus recursos lo permitan, necesidades de orden intelectual y moral, dentro de los más rigurosos principios de la religión católica, apostólica y romana». Explicaba también su funcionamiento en el local de Quintana donde se servían, «mediante bonos que se expedirán al público, raciones condimentadas».
Casi desde el principio, las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul estuvieron vinculadas a la entidad de la Cocina Económica. Las hermanas «nunca fueron muchas». Ahora tampoco. Son seis: («Todas sor», advierten) Ascensión, de Zaragoza; Magdalena, de Burgos; Esperanza, de Zamora; Carmen, de Villaviciosa; Carmen, de Gijón; y Amparo, de Oviedo. Tienen siete personas contratadas y casi un centenar de voluntarios que les ayudan a preparar las comidas para llevar en 'tuppers', a servir en el comedor y a recoger después. Así todos los días de la semana los 365 días del año. Salvo los domingos por la noche que no dan cenas.
Del café con leche y pan de los primeros años se ha pasado a, por ejemplo el viernes, fabas pintas y merluza que les llevaron del Banco de Alimentos. Dos de los comensales discutían sentados a la mesa si aquel pescado era merluza o pescadilla. Otro día de la semana les pasó lo mismo frente a un plato de fideuá, que si aquello era sopa de fideos o el plato típico valenciano. Muchos son habituales. Las monjas los conocen y les preguntan cómo están o si necesitan algo. «Algunos dicen que esta es su casa», agradecen las religiosas. «Aunque somos muy respetuosas», subrayan sobre la intimidad de quienes acuden a alimentarse. Ellas comen lo mismo cuando ellos acaban, sobre las tres. «Y la merluza estaba buenísima», asienten sobre el plato del viernes.
Después descansan un poco hasta las siete, cuando tienen un tiempo de oración «para cargarse» de energía y volver a abrir a las ocho. Por la noche son menos que a mediodía y les dejan que estén más rato sentados en la mesa. A veces charlan o se hacen los remolones para marchar porque estos días hace mucho frío en la calle. Si sobra comida les dejan repetir o incluso llevarse algo para comer después, o les dan pasta o arroz por si un día no van para que tengan algo para poder cocinar. A quienes se llevan la comida para casa (familias con niños) les incluyen también bollería y otros productos perecederos que reciben las monjas y que distribuyen entre sus usuarios, porque una de sus premisas es no tirar nada. Tras la cena duermen, y hasta el día siguiente, que sobre las siete suena el despertador para celebrar la Eucaristía a las nueve. «Y ya no somos tan rápidas como cuando éramos jóvenes; ahora tardamos más de media hora en prepararnos», bromea una de ellas. «Que si haces un poco de gimnasia, que si te mueves un poco....», dice otra. «Hay que estirarse como los gatos», comenta una. Y ríen. Son como una familia. En todos los sentidos. También con sus diferencias. La más antigua en la Cocina Económica es Sor Carmen, que lleva diez años. «Fue cuando cambió la comunidad y nos trajeron nuevas». Antes estuvo en la Cocina Económica de Gijón y allí aprendió a cocinar. Lleva 28 años entre fogones y «nunca me he aburrido. No da tiempo». Sor Ascensión llegó dos meses después que Sor Carmen. Venía de un colegio de Miranda de Avilés. Nunca había estado, salvo de visita, en una Cocina Económica, pero se acostumbró pronto. La última, sor Magdalena, en septiembre de 2011. Sor Amparo «es la conductora de la casa». Cambió «guaj+es por comida». Antes estaba en «hogares con niños». Cuando ella llegó Sor Esperanza dejó de conducir. «Todas nos complementamos», asienten.
Llegada de alimentos
Cuando por la mañana llegan los alimentos (los lleva sor Amparo en su monovolumen por la mañana y por las noches los jueves, viernes y sábados va a un supermercado a recoger más comida) los seleccionan y deciden lo que se puede guardar o lo que tiene que cocinarse de inmediato. Preparan postres y las cocineras «van guisando» desde las nueve de la mañana. Apuntan lo que reciben para después dar cuentas «a la administración» y organizan todo lo necesario para que la casa funcione. Ya apenas guisan. No es como antes que ellas eran las cocineras.
No es como antes porque ahora atienden a muchas más personas. Son las mismas que hace cuatro años y la cifra de comidas casi se ha duplicado hasta las 126.000 en 2012. «Cómo aumentó en estos años», se sorprenden ellas mismas cuando hablan de los 40 kilos de legumbres o los 42 de arroz que utilizan para elaborar los menús que después sirven.
No piensan demasiado en la historia que tienen detrás. Sí recalcan que son Siervas de los Pobres (también Premio Príncipe de Asturias de la Concordia en 2005) y que eso es lo que intentan hacer en su día a día: «Estar cerca de los que no tienen a nadie, en los límites de la sociedad». Así continuarán mientras la orden las mantenga en Oviedo. Después, «mandarán a otras o surgirán otras personas que lo lleven. Siempre ha sido así y nadie es imprescindible», responde resuelta la superiora Sor Esperanza. Ellas tienen entre 69 y 82 años. Cumplir 125 años supone poco más que una pequeña celebración vespertina el 28 de febrero con los voluntarios, los trabajadores, la junta directiva con sus invitados y «una representación de los comensales». Una noche en la que pensarán cómo podían los pobres de 1888 sobrellevar el frío con solo un café con leche y un poco de pan pagado con vales que les repartían en las iglesias. Esos papeles ya casi no existen. Ahora, 50 céntimos como símbolo de que el menú hay que pagarlo. Si los tienen. Si no, pues nada. «El otro día llegó uno con cinco euros porque llevaba tiempo que no podía pagar». Le dieron 4,50 de vuelta. «Lo comido ya está, hay que pensar en el futuro», le animaron.
Lejos quedan las monedas que la Cocina Económica acuñó y Rafael Virgós conserva una (la de la foto) de 5 y 15 céntimos de peseta en los años de la guerra civil. Y casi olvidado el traslado a la calle San Vicente en 1948 y el comedor de estudiantes con el que sufragaban a aquellos que no podían pagar. Se creó en 1968 y continuó hasta hace una década. Entonces se aprobaron nuevos estatutos y después se modificaron en 2004. La Asociación Benéfica Cocina Económica de Oviedo fue declarada entidad de utilidad pública en agosto de 2005.
Algunos de los estudiantes que entonces iban a comer a la cocina hoy ocupan «puestos relevantes y en situaciones difíciles hacen donativos». Junto al apoyo económico del Ayuntamiento (establecido ya con Antonio Masip) y el de Cajastur, la comida que les llega del Banco de Alimentos, de la Unión Europea, de supermercados y de cientos de colectas populares, piensan en cumplir otros 125 años.
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