Hace unos días se utilizó una neuro-imagen en la defensa de un asesino. Busqué este artículo de La Vanguardia en mi Diario Científico. Está al día.
Los neurocientíficos presentan el primer mapa cerebral de la empatía
La percepción del sufrimiento ajeno y la compasión corresponden a patrones de actividad diferentes
Ésta es una historia real: “Robert es un niño sin hogar. Durante muchos años, no ha tenido ningún amigo. Solía vivir con su madre en un coche atestado con todas sus pertenencias. Ahora vive en un refugio para personas sintecho con su madre. Le da miedo porque allí también vive mucha gente inquietante, y está en una zona peligrosa de la ciudad. Ha empezado a ir a la escuela en un barrio diferente y está haciendo amigos. Le gusta el kickball, es brillante y sueña con convertirse en un científico famoso. Sus profesores han visto su potencial y lo estimulan”.
Mientras el lector la lee esta historia, su cerebro recrea el sufrimiento de Robert para que pueda entenderlo y actuar en consecuencia. Estos dos procesos emocionales, la identificación con otra persona y la compasión que nace de la comprensión de su situación, son en realidad dos caras de la misma moneda: la empatía, base de muchos comportamientos sociales.
Por primera vez, una investigación de la Universidad de Colorado en Boulder (Estados Unidos) ha cartografiado las áreas del cerebro humano asociadas con estos dos componentes de la empatía. Mediante técnicas de neuroimagen, los científicos han descubierto que los circuitos implicados en ambos procesos son distintos y que se asocian con emociones diferentes. El nuevo mapa, presentado esta semana en la revista Neuron , tendrá aplicaciones en el diagnóstico de trastornos relacionados con la empatía, como el autismo o la psicopatía.
En la investigación participaron 66 voluntarios que se sometieron a una resonancia magnética funcional, que muestra la actividad de las distintas áreas del cerebro en tiempo real. Durante el escáner, los participantes escucharon 24 historias reales extraídas de páginas web de organizaciones benéficas, en las que, como Robert, los protagonistas habían pasado por dificultades que iban desde una enfermedad como el cáncer hasta abusos sexuales. Una vez terminada la resonancia, volvieron a escuchar los extractos, pero comunicando cuánta compasión y cuánto sufrimiento por empatía sentían en cada momento de la historia.
Sufrimiento y compasión
Así, los investigadores comprobaron que cuando nos exponemos al padecimiento de otro, primero nos contagiamos de su sufrimiento, ya que se activan regiones implicadas en la representación mental del estado del propio cuerpo y del de otras personas. “Son áreas que otros investigadores designan como parte de un ‘sistema espejo’”, explica por correo electrónico Yoni Ashar, primer autor de la investigación. “Este sistema nos ayuda a entender el estado de los demás, a empatizar, haciendo que el cerebro simule su experiencia”.
A este sufrimiento por empatía lo sigue la compasión, “un sentimiento de simpatía y ternura”, en palabras de Ashar, que nos incita a ayudar a la persona con la que empatizamos. En este caso, los circuitos que se activan participan en la valoración, la confianza, el apoyo a un ser querido y el comportamiento social, entre otros.
A continuación los científicos investigaron cómo los patrones que habían hallado se correlacionaban con otras emociones. Un segundo experimento con 200 voluntarios a través de internet mostró que, mientras que a la percepción del sufrimiento ajeno se le asocian sentimientos claramente negativos –como tristeza, miedo, ira o rechazo–, la compasión convive con un cóctel de emociones tanto positivas como negativas. Además, comprobaron que la identificación con el sufrimiento ajeno induce la compasión.
Finalmente, estudiaron cómo la empatía influye en un comportamiento social: una donación caritativa. Los voluntarios tuvieron la oportunidad de destinar parte del dinero que ganaron por participar en el estudio a las asociaciones benéficas de las que se obtuvieron las historias para el experimento. De esta forma los autores pusieron a prueba la capacidad de su modelo para predecir las decisiones de los participantes en función de sus sentimientos. Resultó que a nivel cerebral, el sentimiento que se asocia con donaciones más cuantiosas es la percepción del sufrimiento ajeno.
Los marcadores cerebrales podrán ayudar al diagnóstico y al pronóstico de trastornos clínicos caracterizados por déficits de empatía, como el autismo o la psicopatía
“Cuando hablamos de comportamientos complejos, o de emociones complejas, como es el caso de la empatía, es difícil traducir definiciones de conceptos a experimentos concretos que sirvan para corroborar las hipótesis. Eso es precisamente algo que han hecho muy bien los autores de este estudio”, valora por entrevista telefónica Cristina Márquez, investigadora del Instituto de Neurociencias de Alicante que no ha participado en la investigación.
“Una vez validados en futuros estudios, los marcadores cerebrales podrán ayudar al diagnóstico y al pronóstico de trastornos clínicos caracterizados por déficits de empatía, como el autismo o la psicopatía”, afirma Yoni Ashar.
Cristina Márquez añade que investigadores holandeses “han demostrado que los psicópatas en realidad son capaces de percibir el sufrimiento de los demás; el problema es que no utilizan esa información. Perciben el sufrimiento del otro pero no experimentan compasión”. Todavía no se sabe qué parte del proceso falla en el cerebro de los psicópatas, pero el nuevo hallazgo es una pieza más en el rompecabezas para entender este tipo de trastornos.
Los psicópatas en realidad son capaces de percibir el sufrimiento de los demás; el problema es que no utilizan esa información
Para Ashar, “otra de las razones por las que nos interesa esta investigación es porque es posible que demasiado sufrimiento por empatía conduzca a un agotamiento y a un comportamiento de rechazo, posiblemente a causa de compartir el padecimiento de otros”, algo que afirma que puede ocurrir a profesionales sanitarios quemados por su trabajo. “Los marcadores podrán usarse para aconsejar a enfermeros o médicos sobre cómo están empatizando”, y cómo pueden reconducir sus emociones para evitar caer en el rechazo.
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