Al pronto me encontraba caminando entre dos paredes rocosas, tan angosto que no podía espirar y tan alto que apenas podía ver. Allí había llegado siguiendo un mi sostenido de guitarra flamenca. Al pronto me encontré una luz azul cegadora, sin forma, que se apoyaba sobre un montículo ocre. De ella salía una enorme guitarra verde con cuerdas pesadas pinzadas en puntos intensamente negros.
Pensé, María, o las cuerdas. Martín, o los puntos negros.
María tañía las cuerdas mientras Martín las tensababa.
¿Cómo tantas cuerdas que no podía contar, podía cardar María y podía Martín tensar sin blanquear sus dedos?
Pienso que por ser hermanos.
Martín, María, no dejarse ser hermanos, de tocar la misma guitarra.
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