domingo, 21 de abril de 2019

Carolina Marin y su bienestar, salud, o vida.




Las dos psicólogas que apuntalan la recuperación de Carolina Marín

La onubense, que se recupera de la lesión del cruzado, trabaja con dos especialistas que están pendientes de las señales emocionales y de regular el nivel de estrés que padece el cuerpo

Carolina Marín charla con María Martínez, su psicóloga deportiva, en el pabellón de bádminton del CAR.
Carolina Marín charla con María Martínez, su psicóloga deportiva, en el pabellón de bádminton del CAR.INMA FLORES
“Estoy empadronada aquí ya casi, debe estar mi carpa ahí fuera…”, bromea María Martínez, la psicóloga deportiva de Carolina Marín. Aquí es el CAR, el centro de alto rendimiento; en concreto aquí es el pabellón de bádminton donde Carolina se está recuperando de la rotura del ligamento cruzado entrenándose hasta casi ocho horas diariasSiete días después de salir del quirófano (29 de enero), ya estaba en su segunda casa empezando el camino hacía Tokio 2020. Sin derrumbe anímico, de buen humor pese al rostro cansado y con cuatro kilos menos.
“Cuando el médico me enseñó la resonancia y escuché la palabra roto, me rompí entera. Salí de la clínica llorando, pero en el coche de camino a casa dije: vale, esto es lo que hay, mañana te operan. Ahí cambié el chip: si tu cuerpo está bien, la rodilla va a ir a mejor; si te quedas en casa llorando y deprimida, mandas mensajes negativos a la rodilla”, contaba la vigente campeona olímpica hace unas semanas. Cada vez que se le pregunta de dónde saca tantas energías responde que no le queda otra.
¿Se esperaba que Carolina reaccionara tan bien y con esa fuerza? “En parte sí y en parte no. Los datos [fisiológicos] a las tres semanas de la lesión eran de vértigo. Tiene una fortaleza extra, mucha tolerancia al dolor y a las sensaciones de molestias y a superar el cansancio. También un nivel de compromiso y de reto a la altura de cómo es ella en las competiciones. Su carácter y su forma de ser nos hizo pensar que se tomaría la recuperación igual que se toma los entrenamientos; y así está siendo”, contesta María, que trabaja con Carolina desde hace casi un año.
Su labor ha cambiado con la rotura del ligamento cruzado.Se las ve más tiempo juntas en la pista; suele pasarse casi a diario por el pabellón. “Hay dos partes en mi trabajo y una de ellas, la del entrenamiento psicológico como tal, continúa. Seguimos preparándonos en las mismas cosas para el día que haya que volver a entrenar [sin muletas y con las dos piernas] y a competir. Y luego hay una parte nueva, que vela por el bienestar emocional: hay que estar atentos a las señales emocionales para prevenir cualquier malestar. Una lesión es un proceso muy estresante para cualquier deportista porque a veces incluye dolor y horarios intempestivos. Hay que intentar que los estados emocionales se mantengan regulares para poder afrontar todo el proceso, que los niveles de estrés que vive el cuerpo a nivel fisiológico también estén regulados y que no se nos vaya de las manos”, analiza. Hay estados emocionales que facilitan la recuperación (vigor, energía, sentir apoyo social) y otros que la impiden (tensión y fatiga). Controlarlos es fundamental.

Un sensor en la oreja

Para no pasarse de la raya, a Carolina le colocan un sensor en la oreja durante los entrenamientos que va mandando señales en directo a un ordenador. “Es algo que trabajamos junto al preparador físico; es una medida que se relaciona con los valores de estrés. Nos dice si estamos en un estrés bueno o en un estrés malo que puede poner en riesgo al cuerpo, si le estamos exigiendo demasiado como para sacar rendimiento de la tarea que está realizando”, añade. ¿Cómo funciona científicamente? “Tomamos la variabilidad de la frecuencia cardiaca y medimos si el cuerpo está funcionando de forma coherente, si el sistema nervioso, el simpático y el parasimpático se están regulando bien. El sensor está conectado con un software que trata los datos de tal manera que nos permite tener un feedback en la pantalla”, responde María que ya ha tratado a deportistas con lesiones graves.
Fany Barembaum, psicóloga y psicoanalista que trabaja desde hace unos años con Carolina Marín, en su consulta.
Fany Barembaum, psicóloga y psicoanalista que trabaja desde hace unos años con Carolina Marín, en su consulta. 
Dos veces a la semana le envía a Carolina un cuestionario –a principio y a mediados de semana, normalmente, cuando empieza a aparecer el cansancio-. “María me está ayudando en la visualización y en el control de las emociones. Con el cuestionario va viendo cómo voy tanto de cansancio como de emociones no provocadas por el entrenamiento. Se controlan para que no me afecte la concentración y la motivación en los entrenamientos”, explica Carolina durante un pequeño descanso a media mañana. “Esos estados nos dan muchas pistas”, afirma María que también se reúne a solas con ella en una salita del CAR dos veces a la semana. Allí abordan todas las cuestiones y preocupaciones que vayan saliendo.
No es la única que se ocupa de la faceta psicológica de Carolina. También lo hace Fany Barembaum, psicóloga y psicoanalista formada en Argentina y que lleva 44 años en España. En este caso es Carolina la que se desplaza a su consulta, en la zona norte de Madrid, una vez a la semana. Fany no ha pisado todavía la Blume ni el CAR y eso que el equipo de la onubense se lo pide a menudo. “¡Me cuesta salir del armario!”, bromea al mismo tiempo que añade: “En estos tres años que llevo con Carolina he aprendido un montón, los términos sobre todo. Para mí el bádminton era el deporte de la plumita… ahora no me dejan pasar una eh”, cuenta sentada en un sillón de su consulta.
Mientras María intenta prevenir que llegue el bajón anímico que suele aparecer después de una situación traumática o accidentada, Fany sigue con las pautas de siempre. “Yo no soy psicóloga deportiva, me dedico a la psicoanálisis y sigo con lo mío. Cuando vi las imágenes de Indonesia, no podía creer que la que estaba en el suelo llorando era Carolina. En la vida me la imaginé así. La vi humana. Ella tiene que sacar partido de eso y darse cuenta de que es humana. Andamos trabajando en ello y en superar los miedos de que le pueda volver a ocurrir”, analiza. María y ella tienen un intercambio de información cotidiano. “Nos llamamos periódicamente para seguir la misma línea, ir todos en la misma dirección y no como kamikazes”, explica Fany.

Un proceso por etapas

El todos a una es la idea que defiende Fernando Rivas, el técnico de Carolina. La noche de la lesión convocó en su casa a todos los miembros del equipo para diseñar el plan de actuación ante el que parecía una lesión muy grave. Todo el proceso tendría que hacerse por etapas y así está siendo. Cuando toque, llegará también la etapa en la que a Carolina le pongan las imágenes de la pisada que le provocó la rotura del cruzado. “Tiene que recuperar ese movimiento, la normalidad a la hora de ejecutarlo. Es una forma también de reconciliarse con ese momento y hay que trabajarlo porque fue traumático y para que cuando vuelva a pista no le genere miedo e inseguridades”, matiza María.
No ha llegado todavía ese momento. Por ahora, hacen mucho hincapié en el trabajo de técnica y visualización, lo único que le permite su estado físico. “Está haciendo cosas que antes no hacía. Por un lado fortalecemos esos aprendizajes con la repetición de los golpeos, la creación de esas situaciones tácticas; por otro mantenemos la cabeza trabajando en situación de juego. Está avalado y demostrado que las conexiones que produce el cerebro al imaginar, al hacer una buena práctica imaginada, son similares a las que haces cuando ejecutas de verdad”, concluye María
Puedes seguir Deportes de EL PAÍS en FacebookTwitter o suscribirte aquí a la Newsletter.
Se adhiere a los criterios de 
The Trust Project

No hay comentarios:

Publicar un comentario