lunes, 18 de marzo de 2019

Los ocho pecados mortales de la humanidad civilizada

Konrad Lorenz 
Título en español: Los ocho pecados mortales de la humanidad civilizada
Titulo original: DIE ACHT TODSUNDEN DER ZIVILISIERTEN MENSCHHEIT 
Traducción de MANUEL VAZQUEZ 
Primera edición: Julio, 1984 @ R. Piper & Co. Verlag, München, 1973 @ 1975, PLAZA & JANES EDITORES. S. A. Virgen de Guadalupe, 21-33 Esplugues de Llobregat (Barcelona) Printed in Spain -Impreso en España ISBN: 84-01-45030-6 -Depósito Legal: B. 24.991 -1984 GRAFICAS GUADA. S. A. -Virgen de Guadalupe, 33 Esplugues de Llobregat (Barcelona)

PRÓLOGO OPTIMISTA

El presente ensayo ha sido escrito y publicado como homenaje a mi amigo Eduard Baumgarten en su septuagésimo aniversario. Verdaderamente su esencia no armoniza con ninguna circunstancia regocijante ni con la naturaleza festiva de tal celebración, pues hasta cierto punto es una lamentación, una exhortación a la Humanidad entera pidiéndole contrición y enmienda; casi cabría conceptuarlo como un sermón penitencial más propio del famoso agustino vienés Abraham Santa Clara que de un naturalista. Pero en estos tiempos que vivimos es el naturalista quien puede percibir con singular claridad ciertos peligros. Como resultado, el dar conferencias representa un deber para él. Mi conferencia, divulgada por la Radiodifusión, tuvo tal resonancia que quedé completamente asombrado. Recibí innumerables cartas en las que me solicitaban el texto impreso, y, por último, uno de mis mejores amigos me exigió categóricamente que hiciera circular el ensayo en una amplia esfera de lectores. Todo ello tiende por sí mismo a desmentir el pesimismo que parece emanar del escrito: ¡El hombre que creyera ciertamente predicar en el desierto estaba hablando -según se ha comprobado- ante un auditorio nutrido y excepcionalmente juicioso! Es más, al releer mis propias palabras me han extrañado algunas manifestaciones que fueron ya algo exageradas cuando las escribí y que hoy día carecen de fundamento. Por ejemplo, en la página 106 se dice que la Ecología es una ciencia cuyo significado no encuentra todavía suficiente aceptación. Realmente, hoy día no se puede afirmar tal cosa, pues nuestra organización bávara Gruppe Okologie está hallando una comprensión y una acogida muy satisfactorias por parte de las autoridades competentes. Un número siempre creciente de personas razonables y juiciosas valora acertadamente los peligros inherentes a la superpoblación y la ideología del crecimiento. En todas partes se adoptan medidas contra la desvastación del espacio vital; hasta ahora no han resultado suficientes ni mucho menos, pero tal iniciativa basta para hacernos concebir la esperanza de que pronto lo serán. En otro aspecto debo corregir también ciertas declaraciones con objeto de darles una orientación más satisfactoria. Por aquellos días, al comentar el conductismo, escribí que esta doctrina es «sin duda culpable, en muy amplia medida, de la amenazadora desintegración moral y cultural sufrida por los Estados Unidos». Desde entonces hasta hoy se han elevado numerosas voces en los propios Estados Unidos para refutar de forma sumamente enérgica ese concepto erróneo; y aunque se les ofrezca todavía mucha resistencia con todos los medios disponibles, también se les escucha, porque es imposible aherrojar la verdad a menos que se le haga enmudecer totalmente. Las enfermedades espirituales epidémicas del presente, procedentes de América, suelen llegar con cierto retraso a Europa. Así pues, mientras el conductismo decae en América, sigue haciendo estragos entre los psicólogos y sociólogos europeos. Sin embargo, cabe pronosticar que aquí la epidemia remitirá pronto. Por último, me gustaría agregar una breve apostilla rectificadora acerca del antagonismo reinante entre las generaciones. Pues los jóvenes contemporáneos suelen aguzar el oído ante las verdades biológicas fundamentales mientras no sean objeto de instigaciones políticas o simplemente se resistan a creer todo cuanto les diga una persona mayor. No sería muy difícil hacer ver a esa juventud revolucionaria la veracidad de lo que se expone en el capítulo VIl de esta obra. Pecaría de presuntuoso suponer por anticipado que todo cuanto uno sabe con absoluta certeza no pueda hacerse también inteligible para la mayoría de los seres humanos. Ahora bien, el contenido de este libro es mucho más comprensible que, por ejemplo los cálculos diferencial e integral, el aprendizaje de los cuales es obligatorio para cualquier estudiante de enseñanza superior. Todo peligro pierde mucho del temor que inspira cuando se desentrañan las causas. Por consiguiente, creo y espero que este manual contribuya un poco a aminorar los peligros que se ciernen sobre la Humanidad.

Seewiesen, 1972                                               KONRAD LORENZ 

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