Las Confesiones
San Agustín
LIBRO PRIMERO
I,1.
Grandes eres, Señor, y muy digno de alabanza; grande tu poder, y tu sabiduría no
tiene medida. Y pretende alabarte el hombre, pequeña parte de tu creación; precisamente el
hombre, que, revestido de su mortalidad, lleva consigo el testimonio de su pecado y el
testimonio de que resistes a los soberbios. Con todo, quiere alabarte el hombre, pequeña
parte de tu creación. Tú mismo le estimulas a ello, haciendo que se deleite en alabarte,
porque nos has hecho para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que repose en ti (quia
fecisti nos ad te et inquietum est cor nostrum, donec requiescat in te).
Dame, Señor, a conocer y entender qué es primero, si invocarte o alabarte, o si es
antes conocerte que invocarte. Mas ¿quién habrá que te invoque si antes no te conoce?
Porque, no conociéndote, fácilmente podrá invocar una cosa por otra. ¿Acaso, más bien, no
habrás de ser invocado para ser conocido? Pero ¿y como invocarán a aquel en quien no han
creído? ¿Y cómo creerán si no se les predica? Ciertamente, alabarán al Señor los que le
buscan, porque los que le buscan le hallan y los que le hallan le alabarán. Que yo, Señor, te
busque invocándote y te invoque creyendo en ti, pues me has sido ya predicado. Te invoca,
Señor, mi fe, la fe que tú me diste, que tú me inspiraste por la humanidad de tu Hijo y el
ministerio de tu predicador.
II,2. Pero, ¿cómo invocaré yo a mi Dios, a mi Dios y mi Señor?, puesto que, en
efecto, cuando lo invoco, lo llamo [que venga] dentro de mí mismo (quoniam utique in me
ipsum eum vocabo, cum invocabo eum) ¿Y qué lugar hay en mí adonde venga mi Dios a
mí?, ¿a donde podría venir Dios en mí, el Dios que ha hecho el cielo y la tierra? ¿Es verdad,
Señor, que hay algo en mí que pueda abarcarte? ¿Acaso te abarca el cielo y la tierra, que tú
has creado, y dentro de los cuales me creaste también a mí? ¿O es tal vez que, porque nada
de cuanto es puede ser sin ti, te abarca todo lo que es? Pues si yo existo efectivamente, ¿por
qué pido que vengas a mí , cuando yo no existiría si tú no estuvieses en mí? No he estado
aún en el infierno, mas también allí estás tú. Pues si descendiere a los infiernos, allí estás tú.
Nada sería yo, Dios mío, nada sería yo en absoluto si tú no estuvieses en mí; pero, ¿no
sería mejor decir que yo no existiría en modo alguno si no estuviese en ti, de quien, por
quien y en quien son todas las cosas? Así es, Señor, así es. Pues, ¿adónde te invoco estando
yo en ti, o de dónde has de venir a mí, o a que parte del cielo y de la tierra me habré de
alejar para que desde allí venga mi Dios a mí, él, que ha dicho: Yo lleno el cielo y la tierra?
III,3. ¿Te abarcan, acaso, el cielo y la tierra por el hecho de que los llenas? ¿O es, más
bien, que los llenas y aún sobra por no poderte abrazar? ¿Y dónde habrás de echar eso que
sobra de ti, una vez lleno el cielo y la tierra? ¿Pero es que tienes tú, acaso, necesidad de ser
contenido en algún lugar, tú que contienes todas las cosas, puesto que las que llenas las
llenas conteniéndolas? Porque no son los vasos llenos de ti los que te hacen estable, ya que,
aunque se quiebren, tú no te has de derramar; y si se dice que te derramas sobre nosotros,
no es cayendo tú, sino levantándonos a nosotros; ni es esparciéndote tú, sino recogiéndonos
a nosotros. Pero las cosas todas que llenas, ¿las llenas todas con todo tu ser o, tal vez, por
no poderte contener totalmente todas, contienen una parte de ti? ¿Y esta parte tuya la
contienen todas y al mismo tiempo o, más bien, cada una la suya, mayor las mayores y
menor las menores? Pero ¿es que hay en ti alguna parte mayor y alguna menor? ¿Acaso no
estás todo en todas partes, sin que haya cosa alguna que te contenga totalmente?
Gracias por dedicarnos este hermoso escrito. Muchas gracias. Fuerte abrazo
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