Los enamoramientos
Javier Marias
"La última vez que vi a Miguel Desvern o Deverne fue también la última que lo vio su mujer, Luisa, lo cual no dejó de ser extraño y quizá injusto, ya que ella era eso, su mujer, y yo era en cambio una desconocida y jamás había cruzado con él una palabra. Ni siquiera sabía su nombre, lo supe solo cuando era tarde, cuando apareció su foto en el periódico, apuñalado y medio descamisado y a punto de convertirse en un muerto, si es que no lo era ya para su propia conciencia ausente que nunca volvió a presentarse: lo último de lo que se debió de dar cuenta fue de que lo acuchillaban por confusión y sin causa, es decir, imbécilmente, y además una y otra vez, sin salvación, no una sola, con voluntad de suprimirlo del mundo y echarlo sin dilación de la Tierra, allí y entonces. Tarde para qué, me pregunto. La verdad es que lo ignoro. Es sólo que cuando alguien muere, pensamos que ya se ha hecho tarde para cualquier cosa, para todo -más aún para esperarlo-, y nos limitamos a darlo de baja. También a nuestros allegados, aunque nos cueste mucho más y los lloremos, y su imagen nos acompañe en la mente cuando caminamos por las calles y en casa, y creamos durante mucho tiempo que no vamos a acostumbrarnos. Pero desde el principio sabemos-desde que se nos mueren- Qué ya no debemos contar con ellos ni siquiera par lo más nimio, para una llamada trivial o una pregunta tonta (‘¿Me he dejado ahí las llaves del coche?’, ‘¿A qué hora salían hoy los niños?’), para nada. Nada es nada. En realidad es incomprensible, porque supone tener certidumbre y eso está reñido con nuestra naturaleza: la de que alguien no va a venir más, ni decir más, ni a decir más, ni a dar un paso ya nunca -para acercarse ni para apartarse-, ni a mirarnos, ni cómo recuperamos. No sé cómo nos olvidamos a rato, cuando el tiempo ya ha pasado y nos ha alejado de ellos, que se quedaron quietos."
Cuando se te anuncia que ha nacido una niña, te preguntas qué ha pasado aquel 6 de Diciembre para que ahora la niña esté presente sin estarlo, durante tantos años.
No me ha dicho nada. La niña viene a mi. ¿Casualidad o dardo de la vida?
No estoy con Javier Marías.
La vida lleva unida la muerte para quien hace crónica de la narración de su vida. No hay leyes humanas que cercenen las divinas.
La vida es un hiperciclo resultado de la intersección de dos subciclos, aparente con el nacimiento y latente con la muerte.
No se hace vida con el nacimiento sino cuando se concibe y ello se hace cuando se hace plan de la hija y, con la gestación se camina haciendo camino al nacer.
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