Ramón María del Valle Inclán
Memorias del marqués de invierno
FLORISEL
Agora son tres. La señora mi ama echó a volar el que mejor cantaba. Gusto que tiene de verlos libres por los aires.
LA MADRE CRUCES
¡ Para eso es la señora ! ¿ Y cómo está de sus males ?
FLORISEL
i Siempre suspirando ! ¡ Agora la he visto pasar por aquella vereda cogiendo rosas!
LA MADRE CRUCES
Solamente por saludar a esa reina he venido al palacio. A encontrarla voy. ¿Por dónde dices que la has visto pasar?
FLORISEL
Por allí abajo.
L a Madre Cruces se aleja en busca de la señora, y torna a requerir su flauta Florisel. El sol otoñal y matinal deja un reflejo dorado entre el verde sombrío, casi negro, de los árboles venerables. Los castaños y los cipreses que cuentan la edad del palacio. La Quemada y Minguiña, dos mujerucas mendigas, asoman en la puerta del jardín, una puerta de arco que tiene, labrados en la piedra, sobre la cornisa, cuatro escudos con las armas de cuatro linajes diferentes. Los linajes del fundador, noble por todos sus abuelos. Las dos mendigas asoman medrosas.
LA QUEMADA
i A la santa paz de Dios Nuestro Señor!
MINGUIÑA
¡ Ave María Purísima !
LA QUEMADA
¡ Todas las veces que vine a esta puerta, todas, me han socorrido !
MINGUIÑA
j Dicen que es casa de mucha caridad !
LA QUEMADA
No se ve a nadie...
MINGUIÑA
¿Por qué no entramos?
LA QUEMADA
¡Y si están sueltos los perros
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