domingo, 18 de noviembre de 2018

La carta del padre de Franco a su hijo en 1936: «Si pierdes, te fusilan; si ganas, te asesinan»

EXCLUSIVA ABC: «1948, LOS DOCUMENTOS SECRETOS DEL RÉGIMEN DE FRANCO»

La carta del padre de Franco a su hijo en 1936: «Si pierdes, te fusilan; si ganas, te asesinan»

ABC accede a una carta inédita de Nicolás Franco a su hijo Francisco tan solo dos meses después del comienzo de la Guerra Civil


MADRIDActualizado:
Dos meses después del comienzo de la Guerra Civil, en septiembre de 1936, múltiples preocupaciones rondaban la cabeza de Nicolás, padre de Francisco Franco. Su situación económica es desesperada, de modo que tomó la decisión de escribir una carta a su hijo para pedirle ayuda. No debió ser una decisión fácil, pues padre e hijo nunca se llevaron bien. El desencadenante de ese enfrentamiento fue la decisión de Nicolás de abandonar a su mujer, María del Pilar Bahamonde, para irse a vivir a Madrid junto a una joven llamada Agustina, de la que -como se decía en la época- se había amancebado. Sin embargo, y pese a que Francisco fue abiertamente crítico con el abandono de la casa familiar, la realidad política ofreció a Nicolás una oportunidad para resolver sus estrecheces.
La misiva, que el servicio postal sella el 9 de septiembre de 1936, está datada en Ferrol y se dirige al «Excmo. Sr. Don Francisco Franco Baamonde. Comandante Gral. del Ejército Nacional del Sur. Cáceres o donde se halle». La guerra no ha hecho más que comenzar.
En los diez folios, escritos a mano, Nicolás se dirige al destinatario como «querido hijo», rechaza el «odio sangriento de clases» generado por la «infección comunista», teme que la guerra se prolongue demasiado y revela sus planes frustrados de emigrar a Portugal. Pero el motivo último de la carta es una petición expresa de ayuda para poder cobrar su «retiro»: «Llevo mes y medio gestionando que se me abone mi haber de retiro sin conseguirlo y me veo obligado a contar los garbanzos y a estrecharme para estirar el dinero que traje de Madrid».

En seis meses, dimisión

La carta, que respira una distante preocupación por el riesgo que corre su hijo, comienza con un reproche: «aquí me tienes desde el 7 de julio incomunicado con el resto del mundo y asqueado por la infección comunista». Acto seguido, Nicolás se preocupa por su hijo: «Cuando me enteré del movimiento y la parte que en él te cayó te consideré como sentenciado a muerte: si pierde y lo cogen porque lo fusilan; si gana y se hace el amo de la Nación porque lo asesinan como a Canalejas, Dato y demás políticos gobernantes».
Es más, Nicolás Franco pone plazo a la mejor de sus hipótesis: «Si triunfáis (...), antes de seis meses te verás obligado a dimitir y marcharte para el extranjero». El motivo serán «las discordias de los generales» y «las intrigas que te rodearán por todas partes para dificultar tu labor».
En ese retiro obligado en Ferrol, el padre de Franco observa con pesimismo la situación en la que se halla el pueblo español, «podrido hasta el corazón» y dominado por un «odio sangriento de clases» que no puede «estirparse» sino con «mucho palo y mucha hambre». La decepción surge de la incomprensión sobre lo sucedido en los últimos años de la II República: «Parece mentira que se haya podido permitir tranquilamente la propaganda para llegar a tal estado en un periodo de gobierno de dos años de derechas y en un pueblo de vida tan desahogada y donde podemos decir que la mayoría se compone de burgueses y donde apenas hay ricos ni clases capitalistas». Tras reconocer que «aquí se mata bastante», señala que los comunistas siguen «tan farrucos» como para confiar en un triunfo que les permita «llevar a cabo sus planes y programas de exterminio de todo lo que huela a señorío».
No obstante, Nicolás Franco también tiene duras palabras para los «conspicuos» del bando nacional, a los que también considera contagiados «de la epidemia nacional»: la verborrea y las frases cursis. «Así», zanja, «no se va a ninguna parte».
El padre de Franco tiene clara su visión de cómo debe organizarse la sociedad española, y lamenta que se haya llegado a una situación tan extrema. Pero un buen pesimista sabe que todo es susceptible de empeorar: «En vista de la marcha de la guerra no tengo mucha fé en el éxito de la misma. Lo que debió ser un movimiento salvador rápido degenera en una sangrienta guerra civil de conquista larga, costosa y estremecedora».

«Código de deberes»

La parte emotiva de la carta llega al final, cuando el padre revela al hijo su frustración. «Voy tirando», reconoce, «aunque muy estropeado con estos cuidados y emociones. Me indigna mi inutilidad y me desespera el papel pasivo que mi falta de salud me impone en estas circunstancias que reclaman la máxima actividad de todos porque en muchos servicios podría de estar mejor mi salud ser conveniente mi intervención». También le informa de la «falta de noticias» sobre algunos familiar, y su temor de que hayan sido «asesinados».
Con una naturalidad pasmosa, Nicolás cambia de tema. De repente, y tal vez tratando de impresionar a su hijo, reflexiona sobre la situación de la industria nacional, en la que detecta un «inconveniente» que afecta a su productividad: «Hacer a los obreros promesas que luego no se pueden cumplir, sistema de los socialistas, cuando lo que se precisa es hacerles comprender que para que haya trabajo es necesario abaratar el precio hora del mismo para que nuestras industrias puedan competir con las del extranjero». En este sentido, ofrece a su hijo instrucciones para el mercado laboral: «En lugar de derechos lo que hay que establecer es un código de deberes que han de tener los obreros como todo el mundo tiene en su profesión y esto es lo que hay que hacerles comprender».
Pero el punto clave de la carta pasa por la petición de ayuda para recuperar sus ahorros: El hecho es que Nicolás Franco lleva mes y medio intentado sin éxito que se le abonen las 10.000 pesetas de que dispone en la Caja Postal, así como 11.000 en su cuenta corriente del banco. «No hay quien me dé una peseta», escribe lamentando que la Caja solo entrega 100 pesetas al mes previa aprobación del Gobienro de Burgos. «Te adjunto y te ruego me devuelvas la nota remitida por mí a Burgos», apunta. Ochenta años después, la nota permanece dentro del sobre, lo que supone que el hijo nunca se la devolvió. Lo que no se sabe es si hizo alguna gestión para resolver la asfixia financiera del padre.
La misiva muestra un escritor sobrio y un padre distante. Un hombre capaz de escribir a un hijo inmiscuido hasta el tuétano en una guerra civil para pedirle ayuda, y hacerlo obviando toda cuestión tirante entre ellos. Tiempo antes de la guerra, ambos tuvieron una acalorada discusión que Joaquín Bardavío recoge en «El Reino de Franco». Siendo Francisco general de brigada y Nicolás equivalente a general de división-es decir, su superior- tuvieron una discusión a cuenta de su conducta conyugal. Encolerizado, el padre descargó un bastonazo contra la cabeza del hijo, aunque éste logro esquivarlo y le impactó en el hombro. Tras este suceso, Francisco Franco evitó a su progenitor, aunque pudieran verse en raras ocasiones. Tal vez por eso, la despedida no puede ser más fría: «Tu padre. Nicolás».

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