martes, 5 de abril de 2016

La guerra que tocó el corazón americano

La guerra que tocó el corazón americano

Adam Hochschild aborda en un libro el papel de los estadounidenses que lucharon en la contienda civil española. La obra también trata la colaboración Texaco con Franco.

Combatientes de la Brigada Lincoln, en el frente de Aragón.
Albert Camus escribió que los hombres de su generación tenían a España en el corazón, que fue allí donde supieron “que uno puede tener razón, y aun así ser golpeado, que la fuerza puede liquidar el espíritu, que algunas veces el coraje no tiene recompensa”. Eso lo aprendieron, concretamente, entre 1936 y 1939, enuna guerra civil, la española, que comenzó con un golpe militar contra un gobierno republicano elegido democráticamente. Para muchos, era la oportunidad de derrotar el fascismo en la Europa de Hitler y Mussolini.
La mecha prendió más allá de España después aquel 18 de julio. Unos 40.000 hombres y mujeres de 52 países fueron a luchar contra el fascismo. De estos, 2.800 eran estadounidenses que acudieron voluntariamente, pese a que el presidente Franklin D. Roosevelt decidió no involucrar a Estados Unidos en el conflicto. Más de 700 perdieron la vida, como el comandante Bob Merriman, ejecutado en Gandesa en 1938. Nunca lo encontraron. Antes, había resultado herido en la batalla del Jarama, y su esposa, Marion, corrió a España, procedente de la Unión Soviética, y se quedó como oficinista de la Brigada XV hasta finales del 37.
También hubo estadounidenses que colaboraron con Franco, como Torkild Rieber, el presidente de Texaco, quien desde su oficina en el edificio Chrysler de Nueva York vulneró la ley de su país de neutralidad y ordenó envió petróleo a los nacionales.
Madrid se llenó de corresponsales extranjeros. Muchos de ellos se alojaban en el Hotel Florida, cerca del edificio de Telefónica desde el que enviaban sus crónicas. En él Ernest Hemingway comenzó su romance la escritora y periodista Martha Gellhorn, con quien se acabaría casando. Y allí el mismo escritor se las tuvo y retuvo con su compatriota John Dos Passos.
El libro también aborda el curioso duelo entre el corresponsal de The New York Times que cubría  a los republicanos y su compañero en el bando nacional
Adam Hochschild (1942) reúne las mil y una historias de los americanos en la Guerra Civil en Spain in our hearts (España, en nuestros corazones, en español), que acaba de salir a la venta en Estados Unidos y se editará en breve en español. Hochschild pone el acento en el idealismo que movió a aquellos jóvenes, la mayoría de ellos comunistas, de la conocida como Brigada Lincoln. “Retrasen el reloj a 1936, había pasado la Gran Depresión en Estados Unidos. En España el Rey había dejado el poder y se habían celebrado elecciones democráticas, fue visto con entusiasmo en todo el mundo, porque era la época de Hitler y Mussolini”, señalaba el autor en la presentación del libro el pasado jueves, en una librería de Nueva York.

Texaco va a la guerra

Los ojos del mundo estaban sobre España. Según Hochschild, autor también dePara acabar con todas las guerras, el conflicto mereció un millar de menciones en la portada The New York Times entre el 36 y el 39. “Pero los periodistas internacionales tienden a pasar todo el tiempo juntos y escriben las mismas historias porque temen reprochándoles que han leído esta u otra historia en otro medio. Ese es el motivo por el que hay algunas historias que no se contaron, como la colaboración de Texaco con Franco”, apunta.
Rieber, el presidente de la compañía, ni siquiera le cobró el envío del crudo, algo que el ingeniero Guillem Martínez Molinos descubrió décadas más tarde buceando en los archivos de la antigua Campsa, según relata el libro. Se topó a su vez con la sorpresa de que la red internacional de la petrolera americana informaba a los sublevados de los tanqueros que iba a proveer a la República para atacarlos.
El libro también aborda el curioso duelo entre los corresponsales de The New York Times. Herbert L. Matthews era el principal designado para cubrir a los republicanos y William P. Carney, su homólogo con los nacionales. El historiador sostiene que ambos simpatizaban con sus respectivos bandos, que mientras uno destacaba la muerte de civiles por los bombardeos de Franco y el apoyo de Hitler y Mussolini, el otro enfatizaba muerte de sacerdotes a manos republicanas. Y si Matthews se explayaba sobre la derrota nacional en Guadalajara, Carney viajaba Sevilla para escribir un reportaje sobre su “espíritu festivo”.
De algún modo, también a ellos esa guerra les había tocado en el corazón. El último superviviente de la Brigada Lincoln, Delmer Berg, murió en California hace poco más de un mes, el 28 de febrero, a los 100 años. Entre aquellos milicianos que perdieron la guerra también estaba Maury Collow, un estudiante de Brooklyn (Nueva York) que fue a la guerra a los 20 años. Según Hochschild, Collow diría años más tarde: “Para nosotros nunca se trató de Franco, sino de Hitler. Si el fascismo no se paraba en España, ¿dónde se pararía?”.

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