El enigma de los cuatro caballos de Ekain
Los expertos de la universidades del País Vasco y Durham investigan qué pretendían decir los habitantes de una cueva prehistórica de Euskadi
Madrid
Nacieron hace unos 17.000 años en una cueva del actual Euskadi, luego vinieron milenios de oscuridad y ahora han vuelto a la vida gracias a los expertos de las universidades del País Vasco y Durham (Reino Unido). Son cuatro caballos grabados en el barro sobre una pared prehistórica y guardan un secreto: ¿Por qué fueron pintados en un recodo de una gruta de difícil acceso y utilizando una técnica muy poco frecuente?
Su historia reciente arranca en junio de 1968 cuando los espeleólogos Andoni Albizuri y Rafael Rezabal hallaron en Deba (Gipuzkoa) la que se conoce como cueva de Ekain, uno de los ejemplos de arte rupestre más importantes de España, y a la altura de Altamira. Se trata de una enorme cavidad en la que se representan medio centenar de animales y que fue designada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2008.
Ahora, un equipo dirigido por la arqueóloga Blanca Ochoa ha descubierto en una minúscula galería (La Fontana) los cuatro ejemplares, además de reinterpretar los grabados estudiados en décadas anteriores gracias a las nuevas tecnologías: lo que se pensó, en principio, que eran rinocerontes, en realidad correspondía a figuras de ciervos y bisontes.
“Las cuatro figuras que hemos hallado ahora fueron hechas directamente con los dedos en la arcilla por los ocupantes de la gruta”, explica Ochoa, algo que no es frecuente en este tipo de cuevas, ya que la mayoría de las existentes en el mundo fueron grabadas con instrumentos de piedra o pintadas con ocres. “Como la pared es de barro, buscaron una técnica pictórica que les permitiese dejar su impronta. El tallado o la pintura no permanecen en el barro. Solo la grabación sobre la arcilla aguanta”. Eso significa, dice la experta, qué quisieron decirnos algo. “El problema es el qué”.
Se desconoce con exactitud la fecha de los dibujos, pero los expertos consideran que son del periodo Magdaleniense; es decir, una etapa que ocupa entre 17.000 y 13.000 años de nuestra era.
Entre 1969 y 1975, según los datos que el Gobierno Vasco ha colgado en la web dedicada a esta cueva, se excavó el yacimiento en seis campañas. Los resultados fueron publicados en 1984 por Jesús Altuna y José María Merino hasta que han sido actualizados con los descubrimientos de Ochoa.
La gruta fue ocupada de forma no continuada entre hace 42.000 y 5.600 años, correspondiendo principalmente a los grupos humanos del Homo sapiens “si bien la zona más profunda pudiera evidenciar el hábitat del Homo neanderthalensis”.
Además de restos de ciervos, rebecos, cabras y jabalíes llevados por los hombres para su consumo, han aparecido huesos de osos, que indican que la cueva fue utilizada como lugar de hibernación por los plantígrados cuando los humanos la abandonaban.
Hace unos 11.000 años Ekain fue ocupado con mayor intensidad. Durante el Magdaleniense —un periodo principalmente templado y húmedo— aparecieron instrumentos en hueso para la caza y numerosos útiles en piedra, algunos de cristal de roca (puntas, raspadores, buriles...).
Hace 10.500 años la cueva se dejó de frecuentar con asiduidad y no fue hasta hace 5.600 años, cuando los grupos humanos que ya conocían la agricultura, la ganadería y la cerámica la convirtieron en lugar de enterramiento.
“Ekain forma parte de un fenómeno global de las comunidades cazadoras-recolectoras que habitaron el suroeste de Europa durante el Paleolítico superior. Su valor universal y excepcional radica en el genio creador humano y en ser testimonio único, o al menos excepcional, de una civilización desaparecida”, dice la web oficial de la cueva. Y Ochoa concluye: “Pero aún quedan muchas cosas por encontrar y entender, como qué nos quisieron decir con los cuatro caballos de arcilla”.
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