domingo, 4 de noviembre de 2018

Carta de Augusto Pérez a Unamuno - Leonardo Pez



Carta de Augusto Pérez a Unamuno
Leonardo Pez (*)
Señor don Miguel, espero que algún día lleguen a sus manos y a su corazón estas palabras. Nos conocimos hace unos años. Nuestra relación fue harto breve, pero intensa. Fuimos amigos sin saberlo. Paradójicamente, sólo compartimos un único diálogo. Los monólogos han sido, quizá, la mejor manera de conmover al otro. Por eso, hoy me encuentra aquí: hablando solo con una hoja que no ofrece resistencia, pensando en Usted como quien recuerda un amanecer que nunca volverá a capturar con los ojos. Si aún no barrunta mi ser, mi gracia, mi origen, siga pensando... Piense en mí como cuando aún me necesitaba. Vuelva a trazar en su memoria el seseo de mi pálida voz, atraviese el empedrado de mi nombre, ese que Usted mencionó tantas veces, piense en el color nuez de mis cabellos, en la intermitencia de mis brumosos días, interminables, inescrutables... Como Usted sabe, fui una criatura infeliz y oscura. Nadie tiene la culpa de eso. Estaba escrito, como se dice. ¿Nunca escuchó esa frase, don Miguel? Mi vida habría sido muy otra, ¿sabe?, si no la hubiera escrito alguien. Supongo que la suya también. Hoy no hubiera partido a este mundo. Seguiría vivo, despierto y dormido, vivo, no-muerto, hablando hablando y hablando por boca de otros. Permítame decirle, oh don Miguel, que Usted ha vivido tantas vidas como monólogos ha escrito. Disfrutaba tanto haciéndole decir bufonadas a las personas. No había distinción de edad, sexo o procedencia. No se ofusque, querido amigo, si le confío mi sospecha de que Usted haya encontrado el fundamento de su libertad en la opresión de sus personajes. Pero, ¡caramba!, en el día de hoy ha sido anoticiado de que Dios ya no lo soñará más. Nunca más. Puede que lo sueñen la historia, sus lectores, sus amigos, pero Dios no. Hoy ha muerto, oh Miguel, y lo siento tanto tanto tanto por Usted. Le llegó la muerte y Usted no lo sabía. Disculpe el atrevimiento, pero, ¿qué es lo que sintió cuando Dios dejó de soñarlo? ¿Le aquejó algún dolor? ¿Dios le dio alguna explicación? Es lamentable que sucedan estas cosas, pero desgraciadamente somos seres de angustia y aflicción. Es triste, oh don Miguel, pero así es la vida. Bah, Usted ya lo sabe de sobra, yo no soy quién para explicárselo y menos de los menos, en mi condición de muerto. Sepa disculpar este atrevimiento en forma de respetuoso y cálido saludo. El año 1937 no conocerá a un gran hombre, se lo aseguro. Mis condolencias hacia Usted, si es que aún siente, y si es que se sabe muerto. Augusto Pérez, 31.12.1936
(*) Escritor y periodista

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