martes, 23 de octubre de 2018

Margarete Hamilton

“Pensé más en que el programa funcionó que en la llegada a la Luna”

Margaret Hamilton codificó el 'software' que acompañó la misión Apolo 11 en 1969

La ingeniera informática Margaret Hamilton.
La ingeniera informática Margaret Hamilton. MASSIMILIANO MINOCRI
Es la mujer que diseñó el programa informático que utilizó la misión Apollo 11, la que consiguió que el ser humano llegara la Luna por primera vez en 1969. Margaret Hamilton (Indiana, Estados Unidos, 1936) aterrizó esta semana por primera vez a Barcelona. Disfrutó de la arquitectura de Gaudí y de un concierto en el Palau de la Música en una ciudad que le pareció “maravillosa”. Recogió el título de doctora honoris causa en la Universidad Politècnica de Catalunya. El aplomo y precisión que se desprende de sus frases pertenecen a alguien que es testigo de la historia de la informática desde el primer día. Ella fue la primera que unió los términos ingeniería y software. “Pensé más en que: ¡por Dios, el softwarefuncionó!; que en que habíamos llegado a la Luna”, recuerda sobre un episodio que estos días se revive en las salas de cine con First man (El primer hombre).
Un programa informático tiene que tener en cuenta todas las combinaciones posibles de los factores que intervienen en su cometido. Si una de ellas no está incluida en el código, es cuando este falla. En la misión que llevó a Neil A. Armstrong y Edwin E. Aldrin al satélite terrestre, un error podría conllevar un desenlace fatal. Hamilton, que fue directora de la División de Ingeniería del Software del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), vio la importancia de diseñar los programas anticipándose a los errores. Si para construir un puente se tienen que tener antes páginas y páginas de documentación, para desarrollar algunos programas informáticos, también. Hamilton lo llama  “softwarepreventivo”.

El ordenador que viajaba con la misión lunar tenía una capacidad que hoy en día se ve mínima. “En aquella época si un ordenador se sobrecargaba, se apagaba”, cuenta Hamilton. Su software sirvió para realizar cálculos durante la misión y estaba equipado con un “sistema de detección de errores que podía salvar vidas”. En caso de producirse un hecho inesperado, el programa era capaz de avisar a los astronautas en una serie de pantallas. El reto más difícil para Hamilton fue combinar el funcionamiento del programa, que tenía un cierto retraso, con la comunicación por voz con los astronautas. Lo programó utilizando lenguaje ensamblador, mucho más difícil que los lenguajes más populares de hoy en día. Preguntada por si le pareció difícil, ríe y dice: “¡Antes había programado en binario!”, haciendo referencia a secuencias de ceros y unos para dar instrucciones a la computadora.
La nueva doctora honoris causa de la UPC —que recibió en 2016 una de las Medallas Presidenciales de la Libertad por parte de Barack Obama— estudió matemáticas con una mención en filosofía. Hamilton dice que ha aprendido mucho con los años de la relación entre ambas disciplinas, ya que la tecnología ahora es transversal. Apasionada aún hoy en día por “lo que los errores nos dicen”, la informática fundó su propia empresa en 1986, Hamilton Technologies, que creó un lenguaje propio de conceptualización de los programas.
Margaret apunta que actualmente “se utilizan los mismos ciclos de vida de los programas de hace 50 años y no tendría que ser así”. “La gente continua haciendo las cosas de la misma forma porque les dicen que lo hagan así y es difícil inventar una nueva forma que vean totalmente ajena”, reflexiona Hamilton sobre la ingeniería del software. Según ella, los profesionales de estos campos son, en general, reticentes al cambio y, es por eso, que cree en el poder emprendedor “los niños pequeños y los niños viejos con mentes jóvenes”.
Sobre los retos de futuro de la informática, como la inteligencia artificial, Hamilton relativiza: “Cuando anunciaron la llegada de los ordenadores, también se decía que robarían el trabajo de mucha gente y que harían cosas peligrosas”. “Resultó que los ordenadores hasta crearon más empleo”, añade. Y concluye el paralelismo: “Si la inteligencia artificial hace cosas malas, se crearán más trabajos para luchar contra ellas”. Hamilton no utiliza las redes sociales, porque viene “de un mundo donde la privacidad era preciada” y ella no quiere perder la suya.

Mujeres informáticas: “Inclusividad y evolución natural”

“Por supuesto que queremos inspirar a las mujeres a que hagan lo que quieran y sean capaces”, reflexiona Hamilton. No obstante, le generan “sentimientos contradictorios” iniciativas como Barcelona Grad Cohort Workshop, unos talleres que se celebraron a semana pasada en la capital catalana con el objetivo de  tejer una red de mujeres informáticas. Hamilton apuesta por la “inclusividad” y por “un trato igualitario fruto de una evolución natural” más que “por crear un nuevo tipo de exclusividad”. Recuerda que en sus inicios en el MIT asistió a algunas reuniones de un grupo de mujeres para reivindicar sus derechos. “Me pidieron que diera una charla en la sala principal, pero era un acto solo para mujeres. Les dije que no podía hacerlo porque crearía un nuevo tipo de discriminación”, explica.
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