Pronto los homo sapiens ofrecían el cuerpo del muerto a Dios del Cielo, colocándole sobre una roca en alto para que las aves sirvieran de intermediarias. Una vez descarnado, los huesos los dejaban en una sima, ofreciéndoles al Dios de la Tierra, a partir de ese momento, reposaban en paz.
Luego, los enterraban. El muerto iba a su mundo, en las profundidades de la Tierra, el mundo de las tinieblas, del mal peor que es el morir.
Ya después, los hombres con poder no se les enterraba sino que se les colocaba en un sepulcro, de piedra, y se les acompañaba con sus riquezas, vestidos, con sus joyas y atributos. Se les construían habitáculos donde, desde el Mundo de los muertos seguían con su poder.
Los hombres, no sin poder, sino aquellos que en vida, eran servidores, se les enterraba en el jardín del que ostentaba el poder. De ahí el término cementerio.
Ya más cercano, los hombres con poder, se les disponían en los templos De Dios. En las criptas, cercanos a la Tierra. Y, cuando el templo no tenía cripta, en el lugar de oración.
Y ya muy reciente, a los servidores se les incinera y se les esparce para no ocupar el jardín, o cementerio. Los hombres con poder, los patricios, se les pone al abrigo de una cripta, o en el lugar de oración.
El patricio, genocida y sanguinario, Franco Bahamonde, tenía un túmulo funerario y ahora tendrá sitio en el lugar de oración del templo.
Nota.- No sé el motivo de no llevarlo a la cripta de los reyes nuevos de la Catedral de Toledo sino que lo degradan a un templo menor. Allí podía acompañar a Enrique II, el fratricidada o el de las mercedes, como Franco ha sido. Uno conde de Trastámara y el otro Señor de Meirás, feudos gallegos.
Para no ser menos, nombrarlo conde de Meirás. Si aquel nombrado conde antes de rey, este, al revés, conde tras ser caudillo. Este, que pase a ser título de noble.
Recordemos al túmulo de 5.000 años de antigüedad de Newrange en Irlanda que merece ser visitado por el paisaje.
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