¿Qué fue de Carlos Blanco, el niño superdotado de ‘Crónicas Marcianas’?
Fue emocionante ver a Galindo recordando Crónicas Marcianas hace escasos días. Veinte años han pasado ya del comienzo de aquel memorable late-night, y de toda la variopinta galería de personajes que desfilaron por el ecléctico programa, uno de los que más me impactaron sin duda fue el niño superdotado Carlos Blanco.
Con un cociente intelectual de 160,60 y sólo 12 años compartía mesa con Javier Sardá en un programa tremendamente adulto, políticamente incorrecto, irreverente y muchas veces subido de tono.
Allí Carlos —que asegura que aprendió a hablar a los siete meses y a leer a los dos años—, charlaba de todo, desde Platón, Newton a Freud, pasando por los mayas. Argumentaba como un erudito sus creencias religiosas pero lo que verdaderamente nos dejó a todos boquiabiertos fue su conocimiento del Antiguo Egipto y su capacidad para traducir jeroglíficos al vuelo. Una sabiduría que dejó anonadado al mismísimo Terenci Moix.
Con solo once años ya era miembro honorífico de la Asociación Española de Egiptologíay un año más tarde impartía su primera conferencia en la Fundación Arqueológica Clos de Barcelona.
Fue considerado el egiptólogo más joven de Europa, en 1998 fue invitado por el gobierno de Egipto a estudiar árabe en el Instituto Egipcio de Estudios Islámicos. Al mismo tiempo estudió inglés, francés, alemán, hebreo y egipcio, además de interesarse por el latín y el minoico.
Dos años más tarde estudió griego, sánscrito, ruso, chino, acadio y copto en la escuela Westminster School de Londres.
Algo diferenciaba a Carlos de otros niños prodigio que pasaron por la televisión: no era un niño de ‘ciencias’ sino un humanista de los pies a la cabeza. Y tener una mente tan privilegiada no siempre era todo positivo: su hambre voraz de conocimiento también le aisló de los demás, Carlos iba a un colegio público, tenía pocos amigos y sufría una profunda sensación de soledad. “Era una criatura extraña, alienada“, reconoció años más tarde.
No se sentía valorado, porque a su alrededor los niños no se sentían interesado por las cosas que a él le apasionaban. Javier Sardá cambió eso en su vida.
“Había hecho algunas apariciones televisivas, pero Javier confió en mí sin tratarme como un bicho raro, y por primera vez alguien valoraba lo que yo hacía y lo que me gustaba, y eso me dio confianza en mí mismo”, declaró en un encuentro sorpresa con Sardá que tuvo lugar en 2015 y que el propio Carlos describió como “inefable”.
Por su parte, Javier Sardá siempre tuvo en cuenta que era solo un niño, y que debía ser respetado como tal. “No quería convertirlo en uno de los muchos frikis que pasaban por el programa. Lo que hacía con él era charlar sobre varios temas, y lo hacíamos con naturalidad”. De hecho adaptó la grabación a los horarios a Carlos, uniendo varios bloques en un mismo día para que no afectara a vida infantil.
Su paso por la televisión sin duda le cambió la vida. Le lanzó al estrellato (incluso hoy en día le siguen reconociendo por la calle, asegura) y sobre todo le dio el estímulo para seguir aprendiendo.
A los 15 años accedió a la universidad, se licenció en Filosofía, Química y Teología. Entre 2009 y 2011 estudió en Harvard gracias a una beca de la Fundación Caja Madrid, y entre tantos estudios incluso tuvo tiempo para ejercer de jurado en el concurso El Gran Quiz en 2008.
Actualmente, a sus 29 años, es doctor en Filosofía y Teología y ejerce de profesor en la Universidad Pontificia Comillas de Madrid.
Es el miembro más joven de la World Academy of Art and Science (WAAS), institución creada entre otros por Albert Einstein, y desde 2016 pertenece a la Academia Europea de las Ciencias y las Artes.
También es miembro cofundador de The Altius Society, una organización internacional de pensadores.
Convertido en un filósofo experto en el pensamiento, imparte conferencias y clases por todo el mundo, y sus intervenciones están cada día más cotizadas.
Aquí le podemos ver en una de ellas, que tuvo lugar en Buenos Aires en 2015, en la que comentaba como si tal cosa que la última vez que estuvo allí impartiendo otra conferencia fue 15 años antes, es decir, cuando tenía 14 años.
También ha escrito un buen número de libros, el último de ellos, titulado Athanasius, desentraña a lo largo de casi 800 páginas la curiosa vida de Athanasius Kircher (1602-1680), uno de los últimos hombres que pudo abarcar todas las ramas del conocimiento.
Quizás Athanasius no sea el último humanista después de todo, y espera su relevo en el español Carlos Blanco.
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