Nuevos pesticidas alternativos a los neonicotinoides también son un riesgo para las abejas
Un tipo de insecticida sistémico puede causar daños ecológicos comparables con los de los productos que pretende sustituir
Por su eficacia, los pesticidas neonicotinoides han gozado de un uso tan extenso en la agricultura que varias especies de insectos han desarrollado resistencia a esta clase de productos. Para combatir las plagas resistentes, la industria ha creado insecticidas basados el ingrediente activo de la sulfoximina. Estos nuevos pesticidas se han convertido en una alternativa atractiva a los polémicos neonicotinoides, que desde este año están prohibidos en cultivos al aire libre en la Unión Europea porque su uso reduce la fertilidad de las abejas polinizadoras. Científicos de Royal Holloway University (Reino Unido) demuestran en una nueva investigación publicada en Natureque el primer pesticida comercial de sulfoximina, llamado sulfoxaflor, también reduce la producción de descendencia fértil en una especie polinizadora estudiada, el abejorro común. Concluyen que el uso de todos los pesticidas de esta nueva clase podría tener efectos ecológicos adversos parecidos a los de los neonicotinoides.
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Los insecticidas de sulfoximina ya están autorizados en varios países, incluidos China, Canadá y Australia. La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) ha aprobado el uso de productos con sulfoxaflor en cinco estados miembros y está evaluando solicitudes de siete estados más. Con este estudio, los investigadores —que no declaran ningún conflicto de interés— advierten sobre la necesidad de estudiar a fondo los posibles efectos de las nuevas clases de pesticidas antes de legislar sobre su uso, y no asumir que cualquier alternativa a los neonicotinoides será necesariamente mejor. Richard Gill, un ecólogo de Imperial College London (Reino Unido) ajeno al experimento, dijo al Science Media Centre sobre los resultados: “Tiene sentido preguntar ¿deberíamos aprovechar lo que sabemos sobre los neonicotinoides para usarlos potencialmente de manera más eficaz y responsable, en vez de prohibirlos cuando no se conocen los efectos secundarios de sus sustitutos?”
En la investigación, el biólogo Harry Siviter y sus compañeros Mark Brown y Ellouise Leadbeater capturaron reinas del abejorro polinizador Bombus terrestris para establecer 52 colmenas experimentales. En el laboratorio, alimentaron a la mitad de las colmenas con agua azucarada y a la otra mitad con agua azucarada contaminada con sulfoxaflor —en una concentración comparable a la que se encuentra en el néctar de cultivos rociados por este pesticida—. Al tratarse de insecticidas sistémicos, las plantas tratadas con sulfoximinas desde la semilla o por pulverizador absorben el producto, que luego se encuentra presente en su polen y néctar.
EL 10% DE LOS ALIMENTOS
Se estima que el 10% de la producción alimentaria depende de la polinización de cultivos por insectos, que transportan el polen de las partes masculinas a las partes femeninas de las flores. Las abejas son esenciales para la reproducción de la alfalfa, las almendras, los pepinos y las fresas, por ejemplo, pero no de otros cultivos importantes como el trigo y el maíz, que se polinizan por el viento. Además de los insecticidas, las abejas están amenazadas por la destrucción de su hábitat, el cambio climático, el parásito del sistema digestivo Nosema apis, el ácaro Varroa que succiona sus fluidos internos y el avispón asiático que ataca sus colmenas.
Transcurridas dos semanas, los científicos instalaron las colmenas en el campo y dejaron de intervenir en la alimentación. Mediante censos periódicos, constataron que aquellas que habían estado expuestas al pesticida en las primeras dos semanas produjeron posteriormente menos abejorros obreros y, críticamente, un 54% menos de abejorros reproductores (zánganos y reinas) que las colmenas de control. “El impacto de sulfoxaflor que identificamos aquí se puede comparar con experimentos previos centrados en la exposición a neonicotinoides”, escriben los biólogos en Nature.
El entomólogo Ben Woodcock —quien no ha participado en esta investigación pero encabezó otro estudio financiado por Bayer y Syngenta que demostró efectos adversos de sus pesticidas neonicotinoides— opina que este es un experimento “sólido” y de gran “realismo” ecológico. “Las implicaciones del estudio son muy importantes. [El debate de los pesticidas] es complicado y tiene muchas partes afectadas, todas con preocupaciones reales y razonables”, ha dicho a este periódico. Como solución, añade que “existen propuestas para que los pesticidas sigan el mismo sistema que los fármacos: que se continúe la monitorización después de su lanzamiento para identificar impactos bajo condiciones del mundo real que no se hayan previsto”.
El biólogo de la Universidad de Guelph (Canadá) Nigel Raine, experto en la conservación de polinizadores y también ajeno al estudio, advierte que existen otros tipos de insecticidas sistémicos de uso habitual en la agricultura cuya seguridad ambiental también se debe considerar junto a la evaluación de los neonicotinoides y de las sulfoximinas. “Es vital discernir cual de estos insecticidas presenta el menor riesgo posible para los polinizadores. Gran parte de la respuesta depende de la forma en que se lleven a cabo las comparativas de riesgo, y esto incluye cuáles de las 20.000 especies de abejas se estudien, porque hay una variación considerable en su fisiología, comportamiento y ecología”, escribe en un artículo adjunto al estudio en Nature.
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