lunes, 13 de agosto de 2018

Goethe y sus verdes amigas

Goethe y sus verdes amigas

Ciencia y poesía se complementaban en el pensamiento de Goethe para explicar los fenómenos de la naturaleza. Tal era así que, todas las noches, Goethe conciliaba el sueño visualizando el ciclo de las plantas, desde la semilla hasta su floración, como si de un poema infinito se tratase

Estatuas de Goethe y Schiller, ante el teatro Nacional de Weimar (Alemania).
Estatuas de Goethe y Schiller, ante el teatro Nacional de Weimar (Alemania). PXHERE
Para formular la teoría de la gravedad, Isaac Newton se preguntó por qué la manzana cae perpendicularmente del árbol al suelo. Para darle la vuelta a la cuestión, Goethe se preguntaría lo contrario: ¿Cómo llegó la manzana hasta el árbol?
Buscando respuestas a esta pregunta, Goethe esbozó su ensayo sobre la metamorfosis de las plantas donde, con genio poético, dio cuenta del desarrollo vegetal, mostrando el ciclo completo desde la semilla hasta la floración. De esta manera, todas las noches, Goethe conciliaba el sueño visualizando el ciclo de las plantas como si de un poema infinito se tratase; desde la semilla hasta la semilla y vuelta a empezar.

Con estas cosas, intuyó la posibilidad de que todas las plantas derivasen de una sola; esta intuición de Goethe contenía el concepto de evolución que tiempo después desarrollaría Darwin aunque con diferencias en su enfoque ya que el enfoque goethiano es morfológico mientras que el darwiniano es funcionalista. Para Goethe, todas las plantas se consideran manifestaciones de “un único tipo primitivo” según sus propias palabras. Se trata de una planta arquetípica pero -más que de una planta individual- de una fuerza que encierra en sí misma la potencia de cada una de las plantas, siendo así que las metamorfosis que experimentan las plantas son antojos, caprichos que revelan la capacidad que tiene un mismo organismo de adoptar numerosas formas para así armonizar con el mundo que lo rodea.
Para Goethe, Naturaleza e Imaginación eran el exterior y el interior de una misma cosa y no podía nombrar a la una, sin que la otra apareciese de seguido. Ciencia y poesía se complementaban en su pensamiento para explicar fenómenos mágicos como el que experimentan las plantas, proyectándose en dos direcciones. Por un lado, la raíz, en busca de humedad, adentrándose en la oscuridad de la tierra y por el otro, el tallo visible, dirigiéndose hacia la luz y el aire exterior. Según Goethe, esto se debía a una fuerza contraria a la de la gravedad enunciada por Newton. Ya dijimos que Goethe siempre se mostró crítico con la física newtoniana a la que consideraba llena de limitaciones.
Para Goethe, todas las plantas se consideran manifestaciones de “un único tipo primitivo” según sus propias palabras
Tales apreciaciones son el resultado de años de estudio que llevaron a un joven Goethe hasta el jardín botánico de Padua, donde siguió de cerca los fenómenos del reino vegetal. Entre los ejemplares del citado jardín botánico se encuentra la Palma de San Pedro, hoy conocida como la Palma de Goethe por ser la que inspiró al poeta su teoría morfólogica. Para Goethe, los brotes de la citada palma eran variantes de una misma estructura, una expansión lateral y sujeta a leyes concretas que se generaba a partir del tronco, o lo que es lo mismo, una estructura que para el poeta será modelo de todo lo artístico. Una vez que Goethe volvió a Alemania con sus cuadernos atiborrados de notas botánicas, su editor de siempre rechazaría sus trabajos al respecto. A Goethe le costaría mucho ver publicadas sus apreciaciones botánicas y cuando lo hizo, fue criticado por sus contemporáneos.
Sin ir más lejos, el también poeta y hombre de letras Friedrich von Schiller fue uno de ellos. Cuando Goethe explicó su teoría de la metamorfosis de las plantas, Schiller le escuchó con atención y dio muestras de un vivo interés pero fue al terminar su exposición cuando Schiller se mostró tajante. “Esto no es una experiencia, esto es una idea”, le dijo, a lo que Goethe contestó que era maravilloso que uno pudiera tener ideas que se pudiesen ver ante los ojos de una manera tan clara. A raíz de esta conversación, Goethe dedujo que las ideas, al contrario que la experiencia, no están limitadas por el espacio y el tiempo.
Schiller no había comprendido que el conocimiento científico no es otra cosa que el resultado de una conversación entre dos conversaciones, por un lado la conversación con la naturaleza que origina la experiencia y por otro lado la conversación con uno mismo que es lo que origina la reflexión. Goethe mantuvo conversación con ambas conversaciones. Por eso mismo, a pesar de Schiller, a pesar de su antiguo editor y a pesar de todos sus críticos, el conocimiento de Goethe, es decir, su manera de transmitir la experiencia acerca de las plantas, sería aceptado por los botánicos en años sucesivos.
El hacha de piedra es una sección donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad científica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento

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