sábado, 2 de abril de 2016

El río que nos trajo a morir en este mar donde viven sirenasencantadoras de hombres buenos

Para la lectura, para la reflexión compartida,... en familia.



El río que nos trajo
Sergio Gómez-Alba

La lectura de esta narrativa, me lleva a utilizarla como respuesta a mi familia ante la pregunta callada: ¿porqué dice estas cosas tío. Cosas de las que nunca antes nos había hablado o, en ocasiones, eludió hacerlas:

Presentación
En un borrador de los textos que Federico García Lorca entregó a su editor José Bergamín, días antes de su trágica muerte, introdujo un poema  en prosa para ser incluido en "Poeta en Nueva York". Su título era: Amantes asesinados por una perdiz. A cualquiera puede parecerle un título surrealista pero yo siempre lo he visto  como una hipótesis plausible, como tantos otros sucesos producto del azar que acontecen a diario. De la misma manera que una mosca puede causar la muerte de varias personas y ser el origen de otros acontecimientos luctuosos y que los deseos no cumplidos de un adolescente pueden salvarle la vida ya de adulto. El hecho de que la cosecha  crealística de 1936 fuese mala en lugar de buena, hubiera permitido que mi abuelo, su cuñado y muchos otros hubiesen seguido con vida durante no sabemos cuántos años.

Todo ello aconteció y está recogido  en esta historia verídica de mi familia materna. Como en todas las familias hay sucesos bonitos y otros terribles. Respecto a los últimos, cuando mis hijas eran niñas no quisimos contarles nada para que crecieran en paz y no envenenarles el espíritu. Cuando fueron mayores, no tuvieron tiempo para escucharnos.

Yo nací a mediados del siglo XX en 1943, pero al transcurrir mi primera infancia en un medio rural aislado, las mentalidades, las costumbres, actitudes y conceptos que me rodeaban eran similares a los del siglo XIX y XVIII. El ámbito económico y laboral, básicamente ganadero y agrícola, era el mismo que siglos anteriores.


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Se trataba de una familia en la que un antepasado suyo luchó en Aljubarrota, del que en mi diario abierto anoté...
Retomaré la relación de este antepasado suyo con el mío, Don Gutierre Bernaldo de Quirós que, como Alférez Real de Don Juan I de Castilla, dio sus manos por Castilla y su Rey, antes que ceder al Portugués el estandarte real en señal de rendimiento. Y, su caballo, al Rey Don Juan al que había Jurado fidelidad hasta la muerte.

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