domingo, 22 de mayo de 2016

No he tocado el lecho de Electra: permanece aún virgen

ELECTRA
Eurípides



Cabaña de campesino en los confines de la Argólida, en la parte más alta de la Argólida, en la parte más alta de las riberas del Inaco. Comienza a clarear el día.

CAMPESINO: sólo.


¡Vieja tierra de Argos, corriente del Inaco: de aquí: de aquí fue de donde partió antaño el rey Agamenón con mil bajeles hacia la tierra de Troya! . Y allá mató al que reinaba en la tierra de Ilión, ilustre Príamo y conquistó aquella ciudad famosa de los Dárdanos. Y luego regresó a esta tierra nuestra de Argos y colmó nuestros suntuosos templos con abundantes despojos, fruto de sus robos, de aquella tierra bárbara.

¡Ay, y después de haber tenido tantas dichas, en su propia casa vino a morir en una trampa que su mujer misma le puso. Esa fue Cltemnestra, hija de Tíndaro y un hijo de Tiestes, Egisto, fue el que obró el asesinato del rey! Así murió, dejando el cetro de Tántalo. Y ahora Egisto impera en esta tierra y es dueño de la esposa que fue de Agamenón, la hija de Tíndaro.

Cuando el mísero rey partió hacia Troya dejó un hijo varón, Orestes, y una muchacha ya bien crecida, Electra. Un anciano que había sido en otros tiempos intendente de la casa de su padre, pudo sustraer a Orestes de la muerte que contra él tramaba Egisto y lo fue a entregar a Estrofio, en la región de Fócida, para que lo criara. Electra se quedó en la casa de su padre.

Cuando Elecrra llegó a la pubertad, ya estando casadera, fueron viniendo uno en pos de otro varios magnates de la Hélade a pedir su mano. Pero temeroso de que fuera a tener un hijo varón que resultara vengador de la sangre de su abuelo Agamenón, Egisto la negaba a todos y la retenía en casa.

Ni eso le quitó el miedo. Pensaba que ella podría tener en secreto un hijo de algunos nobles de Argos. Quiso matar a la doncella, pero la madre con todo y ser malvada, la escapó de las manos de Egisto. Para la muerte que obró en su marido, hallaba disculpa, pero temía hacerse aborrecible al pueblo,  si mataba a sus hijos. Entonces urdió Egisto  otro plan: al que matara al desterrado hijo de Agamenón le prometía una buena cantidad de oro, y a mi ne dio a Electra como mujer. Claro que mis antepasados  son gente de Micenas, y en este punto no hay quien pueda ponerme tacha alguna, pero, aunque ilustres por la raza, carecían de bienes de fortuna: con lo cual la nobleza se daba. Cuanto menos poder tuviera el marido de esta joven, tanto menor sería el temor de Egisto. Porque si hubiera sido un hombre de posibles, de buena posición, una vez casado, traería a la memoria el viejo crimen y se propondría vengarlo: haría que la justicia cayera sobre Egisto asesino.

Y yo soy esposo, como me ven -¡que me sea testigo Cioris!-, que no he tocado el lecho de Electra: permanece aún virgen. ¡No yo no soy tan desvergonzado de tomar como mía a una hija de tan altos padres, siendo como soy por mi nacimiento vil!

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