domingo, 22 de mayo de 2016

Del cuello de la jirafa a la demencia pasando por el patoso y retraído.


Cuando estudio la relación entre el encéfalo humano y sus arterias me encuentro con una formación arterial denominada "polígono de Willis". Hay que saber que la actividad de las unidades metabólicas, anatómicamente constituidas por células gliales, células neuronales  y espacio/tejido intersticial, demandan a las arterias una actividad mecánica  que tiene por trabajo el drenaje del líquido íntercelular y de la sangre venosa. Esta demanda se hace por vía mecánica (onda arterial) y porvía nerviosa. Así, las venas "incursas" en el lcr son las que tienen inervación (en otras ocasiones referí sobre las redes nerviosas del tejido graso subcutáneo -causantes de la "celulitis" y del TromboEmbolismoPulmonar -TEP. Este es el hecho que hace necesario el polígono de Willis y, sobremanera para explicar el desarrollo del cuello de la jirafa.
¿Cómo pueden las jirafas ventilar con costillas y fosas nasales?
Es un problema de mecánica cardiopulmonar que las jirafas tienen resuelto y los bípedos han resuelto con el braceo. Ellas con el braceo pero al que se une el giro del cuello. Ellas a nivel cérvico/dorsal y los humanos más evolucionados, o jóvenes en el filo, a nivel dorso/lumbar.
Es emocionante observar que postura -cuello/dorso- trípode y en marcha. Comparado con el macrobio humano, emociona -taquicardia y deja de ventilar, aterido por el terror- observar cuando se desplaza no braceando sino impulsando los miembros superiores hacia abajo y atrás para desplazarse bípode. Cuando se sienta con apoyo invertido se le va el santo al cielo y no recuerda el nombre de personas y cosas, a la vez que parpadea de modo arrítmico.
Bueno, quien esté interesado puede, sentado en posición de alerta observar estos hechos. Su mala interpretación produce errores diagnósticos, como enfermedades viscerales y demencias, o "falso retraso mental, o falsos cuadros de hipocinesia/rígida, o falsos parkinson.

¿Cómo evolucionó el cuello de la jirafa?

El genoma del animal más alto del mundo revela los 70 genes responsables de su increíble alargamiento, y abre el análisis molecular de un venerable debate decimonónico








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Una jirafa en un safari de Emiratos Árabes.  AP

Pocos animales tendrán un valor tan simbólico en la historia de las teorías evolutivas. La jirafa, de hecho, con su cuello alargado hasta unas dimensiones extravagantes, convierte a cualquier visitante de un zoo en un teórico evolutivo. Nadie duda de la utilidad de alcanzar esas estratosferas de la biología cuando las hojas escasean a menores altitudes, pero ¿cómo demonios se hace eso? Lee en Materia la respuesta que nos ofrece ahora la genómica. Después volverás al zoo con una mirada más aguda.
El primer gran teórico de la evolución, el francés Jean-Baptiste Lamarck, pensaba que los cambios logrados durante la vida del individuo podían transmitirse a la descendencia —esto es lo que hoy conocemos como lamarckismo, o herencia de los caracteres adquiridos— y por tanto utilizó a la jirafa para confeccionar un conmovedor relato de superación transgeneracional: el esfuerzo de mamá jirafa por alcanzar las hojas más altas de los árboles acabó por alargar un poco su cuello, y ese incremento de longitud se transmitió a la prole, y así una generación tras otra.

Darwin fue muy consciente de que las teorías de Lamarck habían sido ridiculizadas, y dedicó sus mejores esfuerzos a formular un mecanismo evolutivo que pudiera resultar creíble para los científicos

Desde que se convirtió al evolucionismo durante la travesía del Beagle, Darwin fue muy consciente de que las teorías de Lamarck habían sido ridiculizadas y vituperadas hasta el escarnio, y dedicó sus mejores esfuerzos intelectuales a formular un mecanismo evolutivo que pudiera resultar creíble para los científicos de su época. Su fuente de inspiración fue la selección artificial que los agricultores y ganaderos habían utilizado durante milenios para generar las espectaculares variedades domésticas de animales y plantas que acostumbran a acabar en nuestro plato.
El gran naturalista inglés sabía que no había ninguna fuerza intrínseca que llevara a las semillas a hacerse más grandes o a las vacas a producir más leche: era el granjero el que, en cada generación, seleccionaba las semillas mayores o las vacas más lecheras. Y formuló así la teoría de la selección natural, donde el granjero queda sustituido por las presiones del medio, es decir, por unos recursos siempre más escasos que la exponencial capacidad de reproducción de los seres vivos. Así, las jirafas (o pre-jirafas, mejor dicho) de cualquier generación varían al azar en la longitud de su cuello, y es el entorno el que mata de hambre a las que tienen el cuello más corto. Una generación tras otra de este proceso ciego y mecánico acaba generando el cuello desmesurado sin más ayuda que el paso de unos cuantos millones de años.
La genómica ha definido ahora los 70 genes responsables de la evolución del cuello de la jirafa, y de otros cambios imprescindibles asociados a ella, como un turbo-corazón capaz de bombear la sangre a lo largo de los dos metros que le separan del cerebro del animal. Al menos tres de estos genes muestran signos evidentes de selección natural darwiniana, lo que da la razón al británico. Aunque sin quitársela necesariamente al francés, pues tres genes de 70 se pueden ver como una victoria pírrica.


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