viernes, 21 de diciembre de 2018

Descansar en la dieta.

 Con frecuencia anoto sobre vida, salud, o bienestar.

Salud es el trabajo de hidratar (reponer agua), nutrir (reponer materia plástica y energética) y descansar (reponer calor no útil).

El  abrigo sostenible, el descanso sostenible, la salud sostenible, el bienestar sostenible.

Fernando de Terán
Ciudad y urbanización en el mundo actual.
1969

Introducción
Es sólo muy reciente la toma de conciencia general por parte de la humanidad de la gravedad y verdadera dimensión del cambio que se está operando en las formas de vida humanas sobre la Tierra y la preocupación por la organización de esa vida en el futuro inmediato. Pero ya ha aparecido claramente la necesidad ineludible de tal organización, al multiplicarse y estrecharse la complejidad de las relaciones que ligan a los hombres, cuyo número, por otra parte, está creciendo desde hace algunas décadas, a un ritmo jamás igualado en la historia, planteando la necesidad de dicha organización en términos de ordenación del espacio. Gozamos ya, en efecto, de una mínima perspectiva que nos permite considerar como algo evidente, y probablemente irreversible, el proceso de acumulación de poblaciones crecientes sobre áreas urbanas en constante expansión. Y esta acumulación humana se hace con un paralelo abandono de las formas de vida rurales y con una transformación de las actividades hacia formas de vida que requieren cantidades crecientes de espacio, bien sea para comunicaciones, bien para servicios cada vez más exigidos, bien para esparcimiento y descanso. Así es cómo se impone cada vez con mayor razón una consciente previsión del uso de los territorios nacionales. No es preciso llegar a plantear las hipótesis catastróficas de la falta de espacio habitable ante una incontenible proliferación de la raza humana, para que aquella consciente previsión sea ya, en cualquier caso, algo muy necesario. Basta recordar que todas las previsiones científicas dan ya como absolutamente cierta la duplicación de la población mundial actual en un plazo de unos treinta años, y algo que nos afecta aún más directamente: la concentración de esta población en las ciudades. No vamos a detenernos ahora en el examen de unas cifras que podrán encontrarse más adelante en nuestra exposición, pero nos interesa adelantar ya, que este crecimiento urbano, que, aunque está a la vista, no ha hecho más que empezar, supone la creación de hoy al año 2000 de una cantidad de espacio urbano equivalente al actualmente existente en el mundo, y esto es algo de lo que apenas existe conciencia plena en los medios que más directamente van a recibir el peso de la responsabilidad, es decir, las esferas políticas, ya que este gigantesco desarrollo que se avecina habrá de ser necesariamente controlado y dirigido si se quieren evitar los graves males de una urbanización caótica de alcance y escala muy superiores a los que hasta ahora ha producido la inhibición liberal. Es así cómo el urbanismo viene a ocupar un papel destacado en 8 la planificación del desarrollo y en la consciente previsión del futuro. Aparece así claramente puesta de manifiesto, la creciente dimensión política del urbanismo y la entrada de éste entre las tareas fundamentales de todo gobierno consciente. Es así también cómo el problema urbano, extendido ahora a la ordenación territorial para conseguir una organización consciente del espacio, se sitúa entre los objetivos de esta nueva arma de la humanidad que es la previsión, que en esta hora de crecimiento y cambio aparece como la única forma de preservar la justicia. Nuestra sociedad humana es cada vez más, no tiene más remedio, una sociedad planificada y regulada que se esfuerza por eliminar el azar. Dentro de ella la ordenación del territorio y el planeamiento urbano constituyen una manifestación particular de esta condición y señalan la tendencia hacia una «geografía voluntaria», a través de una verdadera remodeiación de la naturaleza por el hombre. El desarrollo urbano es pues, cada vez más, una cuestión de programa. Este desarrollo puede efectuarse de diversas maneras, bien continuando el actual proceso de hipertrofia, con extensión ilimitada de las actuales ciudades, o bien creándose nuevos núcleos de extensión puntual y descentralizada, pero en cualquier caso, las viejas estructuras urbanas es evidente que no representan ante esta perspectiva más que un papel de supervivencia con difícil aprovechamiento y adaptación. Las nuevas dimensiones del fenómeno urbano exigen unos planteamientos totalmente nuevos, a una escala mucho mayor, a los cuales habrán de someterse las antiguas estructuras, y no viceversa. En esta nueva escala, al orden cerrado y estático de los antiguos núcleos urbanos, sucede la fluyente y dinámica realidad actual de la ciudad regional, que avanza inconteniblemente y prefigura la imagen de una inmensa ciudad extendida por el planeta y en la cual se habrá superado el aspecto físico de la antigua oposición entre naturaleza y cultura. La naturaleza pasa a ser parque o granja de la ciudad. Pero si dejando estas perspectivas más lejanas, consideramos lo que ya está en marcha y va a estar consumado hacia el año 2000, vemos que la mayor parte está aún por realizar, y que apenas somos conscientes, ni apelando a toda nuestra imaginación, de la importante transformación que va a operarse ante nuestros ojos. Es evidente que muchos hábitos mentales y muchas maneras tradicionales de ver las cosas han de cambiar o desaparecer, y que los que hoy vivimos, si vivimos entonces, habremos tenido que verificar en nosotros importantes adaptaciones. Esto es difícil y debe ser estimulado. 

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