domingo, 29 de octubre de 2017

La fuerza de la verdad - Álvaro Gil Robles

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La fuerza de la verdad

El Gobierno y las fuerzas democráticas deben hacer frente mediante la información veraz a las mentiras y manipulaciones que el mundo independentista lanza a través de sus medios y las redes sociales

Manifestación en Barcelona contra la violencia policial durante la celebración del referéndum.
Manifestación en Barcelona contra la violencia policial durante la celebración del referéndum.EFE
Es bien sabido que las guerras no se desarrollan solo en el campo de batalla, donde se enfrentan los hombres y las armas. Donde la preparación del combate es esencial, la información sobre el enemigo y su fuerza es vital, y la capacidad de destrucción de cada uno de los combatientes, un elemento decisivo.
En la Europa en que vivimos hemos desterrado esta idea de la guerra tan querida de los credos nacionalistas, pero por ello mismo sigue siendo vital mantener la capacidad de transmitir información a terceros, de comunicar, como una forma esencial del combate por la libertad y la democracia.
El actual desarrollo del conflicto entre las fuerzas independentistas y sus aliados en Cataluña y el resto de sus conciudadanos y el Estado español ha puesto de relieve hasta qué punto es vital para ellos la comunicación y la manipulación de los medios de información que controlan.

Sean cuales fueren las verdaderas razones y motivos que generan el enfrentamiento, para los independentistas lo importante es aparecer como víctimas que se defienden ante un tirano despótico. Y si para ello es necesario ocultar los verdaderos objetivos, empezando por sus propios ciudadanos, mentir o intoxicar, da igual, porque el fin lo justifica todo y puede ayudar a concitar apoyos externos o comprensiones por parte de la ciudadanía, propia e internacional, desinformada y perpleja.
Esto es lo que ponen en práctica, desde que el mundo es mundo, todos los regímenes totalitarios. En nuestros tiempos más cercanos, unos utilizando las instituciones democráticas para alcanzar el poder y luego destruirlas, como hicieron los nazis; otros imponiéndose por la fuerza de las armas y luego construir una falsa democracia. Pero todos ellos han utilizado la comunicación, la intoxicación o desinformación para ocultar sus verdaderos designios o naturaleza.
Esta necesidad de comunicación hoy se canaliza no solo por la vía de los medios tradicionales de prensa, radio y televisión, sino también, y de forma muy importante, por los modernos canales sociales de comunicación en tiempo real, las famosas redes, convertidas en un medio imprescindible para transmitir a la ciudadanía propia o con carácter universal cualquier hecho o circunstancia, por muy menor o anecdótico que parezca, pero que pueda ser útil para la causa que se defiende.
En la preparación y desarrollo de los objetivos independentistas de los partidos gobernantes en Cataluña y sus organizaciones sociales que les sostienen, con las diferentes movilizaciones de sus adeptos, esta táctica operativa ha estado presente desde el primer momento.
Todos los regímenes totalitarios han utilizado la comunicación, la intoxicación o la desinformación para ocultar sus verdaderos designios
Una táctica que no es de hoy, sino que se remonta a muchos años atrás, durante los cuales se han utilizado deslealmente todos los resortes del poder a la hora de ejercer las competencias que les atribuyeron la Constitución y el Estatuto, como lo demuestra el ingente trabajo de adoctrinamiento en las escuelas y opinión pública tendente a definir el primer objetivo de los independentistas, como es el de construir un enemigo a batir, manipulando la historia. Ese enemigo es España.
No voy a detenerme aquí en un análisis del cómo se ha conseguido inocular en una parte de la población este sentimiento, pero debemos reconocer que este trabajo de zapa ha sido muy eficaz, ante la práctica ausencia del Estado en dicha comunidad autónoma, pues los diferentes Gobiernos en Madrid han preferido mirar para otro lado, esperando que “la sangre no llegase al río” dado el buen sentido común del pueblo catalán.
Craso error, porque ese vacío institucional y ausencia de reacción ante flagrantes mentiras (como lo de “España nos roba”,“somos de hecho una nación independiente sometida al yugo español”, “tenemos el derecho a la autodeterminación y por ello queremos votar”, etcétera) ha tenido un efecto enormemente negativo en toda una generación que no vivió la dictadura franquista ni sabe, porque no se lo han enseñado, cómo y quién intervino en la elaboración de la Constitución gracias a la cual existe la Cataluña actual.
La mentira, la intoxicación y la manipulación de la verdad se han instalado en el mundo independentista y en los gobernantes catalanes con una prodigiosa eficacia, que desarrollan con éxito tanto en el interior de su comunidad autónoma como en el mundo internacional.
Por ello es esencial recuperar el discurso de la verdad. El Estado, el Gobierno y todas las fuerzas democráticas no pueden permanecer por más tiempo a la zaga del mundo independentista.
A través de la información libre y veraz, debemos desintoxicar y recuperar para la lealtad a la democracia, a la Constitución y al Estatuto a todos aquellos que han sido manipulados y engañados por el independentismo, y en especial los jóvenes.
No es fácil, pero es posible, porque Cataluña no son solo los independentistas.
Para ello es necesario contrarrestar ese trabajo de manipulación y propagación de la mentira en el ámbito nacional e internacional. Y para recuperar la verdad deberíamos también utilizar a tantas y tantas personalidades españolas con enorme prestigio fuera de España, que podrían hacer esa labor de información internacional en colaboración con el servicio exterior.
Yo mismo, hace ya muchos años, tuve la oportunidad de hacer una gestión de este tipo con la prensa francesa, a petición del Gobierno español, cuando aquella aún pensaba que éramos una dictadura franquista y presionaba sobre el Gobierno del presidente Mitterrand para impedir la colaboración antiterrorista.
Es necesario volver a explicar que en nuestro país no es delito ser separatista, ni propagarlo, ni fundar partidos con tal ideología, sino que pueden ser delitos los hechos cuando contravienen la ley y el orden constitucional. Como en toda Europa.
Estos mismos días, un periódico del prestigio de Le Monde desenmascaraba toda esta campaña independentista. Y otros le siguen cada día.
Decía el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, hace unos días en Oviedo, parafraseando al poeta galardonado Adam Zagajewski: “El territorio de la verdad es claramente reducido / estrecho como sendero al borde de un precipicio / ¿Eres capaz de no salirte de él? / Acaso ya lo has abandonado”.
Los independentistas catalanes hace tiempo que se salieron del sendero. Ya es hora de volver a él.
Álvaro Gil Robles fue defensor del pueblo (1988-1993) y el primer comisario de Derechos Humanos del Consejo de Europa (1999-2006). Es director del centro de estudios de la Fundación Valsaín.

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