domingo, 3 de febrero de 2019

La historia como crónica narrativa

No hay principio ni fin. No hay observación intercrítica, o interumbral. Este es un instrumento, un artificio de la razón firmemente anclada en la flecha del tiempo de la narrativa de todos los textos narrativos de las odiseas que los distintos dioses protagonizaron para crear un ser que se les rebelaba para hacerse con su trono nunca heredado sino creado por él mismo, soberbio autocreador que solo ante sus criaturas podía manifestar con palabra y hechos su soberbia, única propiedad con la que se identifica. Tanta es su soberbia que crea un ser hombre para.

No hay dentro ni fuera.
No hay ayer y hoy
No hay nniverso y mundo.
No hay nacimiento y muerte
No hay vida y no vida

No hay cielo e inframundo
El hombre no nació ni morirá.

Tenemos una concepción binaria de todo interrogante.

No te he tenido, amor. No te tengo ni te tendré. Y, sin embargo, estás fuera y dentro de mi.

No somos materia ni energía.

Concebimos lo virus como un paquete de partículas en oscilación contínua. Gavilla incapaz de vivir fuera de la célula humana.

Antes del hombre no había nada. En el ahora del hombre no hay nada.

En el hombre, el futuro es pasado y, este, futuro. El presente es un objeto intermedio para Azid y constante, o punto de apoyo de Arquímedes.

No te preguntes por el resultado sino por trabajo.


Y = f(x) si x=f(y)

María José, la historia, como crónica narrativa, solo lo es si hombre es lector transductivo.

Si el hombre es un lector interpretativo, la historia no es crónica narrativa. La historia no es.

La historia es una crónica narrativa en fusión y no en fisión.

La energía de fusión es intemporal. La energía de fisión es temporal.


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