lunes, 4 de febrero de 2019

'Huida al paraíso', imagen viva de la emigración kurda


'Huida al paraíso', imagen viva de la emigración kurda

El intrincado filme argentino 'La fuga' completa la sección competitiva


San Sebastián 
No fue ayer el mejor día de la competición oficial del encuentro donostiarra. Hubo -además de la película china La sonrisa de la mariposa, que es un cuento policiaco algo retorcido, pero de corto alcance, que está correctamente dirigido por He Jianjuin, y que no levantó ninguna polvareda de entusiasmo- dos películas en el concurso, la argentina La fuga y la suiza Huida al paraíso, cuyo cotejo no elevó el nivel de las calidades hasta ahora alcanzado.
De ahí que los atractivos y las discusiones de la jornada de ayer tuvieran que alzarse de las proyecciones de lujo y de las secciones paralelas. Concretamente, la gente acudió en masa a la llamada del gran escaparate del velódromo de Anoeta, donde -siguiendo las huellas que dejó hace unos días la versión integral de Apocalypyse now- se presentó Moulin Rouge, filme que se dio a conocer en el último Festival de Cannes, que es interpretado por Nicole Kidman y Ewan McGregor y que ha sido dirigido por el australiano Baz Luhrmann.

El primoroso trabajo que Luhrmann ha hecho en la banda sonora de Moulin Rouge da lugar a un delicioso y brillantísimo collage de muchas y muy célebres músicas pop de las últimas décadas, argucia sonora que está alcanzando una resonancia que la habilidosa, mareante y tramposa retórica visual desplegada por las imágenes del filme no se merece, por lo que conviene distinguir, dentro de esta astuta obra, entre sus mágicas sonoridades y sus habilidosas y engañosas oquedades cinematográficas.

Documento vivo

El pequeño filme suizo Huida al paraíso narra, de forma muy sencilla y austera, con presupuesto artesanal y un reparto de alrededor de una veintena de intérpretes no profesionales, algunos de los cuales parecen recrearse a sí mismos, la historia de la emigración a Suiza de una familia del Kurdistán turco, que ha tenido que padecer en su país una salvaje persecución dentro de ese inmenso, inacabable genocidio que convierte a esta tierra en un escenario de desolación absoluta.
Hay captura del horror y del absurdo del mundo de ahora en el largo y exasperante proceso burocrático que exige la integración de los miembros de esta familia -perseguida en su país a causa de su cultura y su etnia- en la sociedad suiza, proceso y absurdo que les conduce finalmente a ocupar un piso, en una barriada de Berna, donde van a seguir siendo gente cercada a causa de su cultura y su etnia. El destino de este puñado de kurdos errantes, gente fatalmente encerrada dentro del infierno de un cerco de hostilidad sin salida, destila así una suave y amarga imagen de la tragedia cotidiana de toda emigración. Y es una tragedia a la que el director Nino Jacusso y los rostros que maneja logran dar -sin caer en el menor énfasis y sin incurrir en las facilidades del maniqueísmo- una delicada emoción de documento vivo y veraz.
En el polo opuesto al de la simplicidad e inmediatez del humilde filme suizo está la, estupendamente producida y elaborada, película argentina La fuga, a la que Eduardo Mignogna, su escritor y director, da el destello de barniz de su buen estilo y su demostrada solvencia, pero de manera que su dominio del oficio de hacer películas parece esta vez enredársele como una maraña entre los ojos, de manera que conduce al espectador a la contemplación de una especie de indescifrable galimatías, un relevo de relatos entrelazados en el que no resulta nada fácil orientarse y sí, en cambio, lo es perder el hilo de la inteligibilidad. Lo mejor del filme es su largo reparto, en el que sorprende que la escasa presencia en pantalla de Miguel Ángel Solá se convierta en una poderosísima presencia indirecta, de manera que este excepcional actor parece seguir allí, en la pantalla, incluso cuando no está en ella.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 27 de septiembre de 2001


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