sábado, 5 de enero de 2019

A esos niños

A Granada fui en busca del saber en arquitectura y jardines de la cultura árabe. Acudí para saber acerca de las mucarnas, de saber acerca del objeto intermedio, del tacto de mi índice derecho con el del Imnombrable.

Me instalé en el hotel Victoria durante los séis días de estancia. Acudí con reverente audiencia a las lecciones. Aprecié la fractura, la arritmia, la discontinuidad, el amor, la isquemia, el infarto, la irreverente irreversibilidad de la vida y la muerte.

El día de mi llegada subí para tomarme un vino frío, mirando a la Alhambra, la esposa traidora.Era al atardecer y, con el rasgar del cante y la guitarra me quedé dormido. Cuando desperté estaba en mi cama del Victoria. Llamé y pregunté, un hombre enjuto me había traído al haberme reconocido en el café del hotel. Supe que no era Mateo sino Manuel, vecino del Sacromonte. Al día siguiente desayunamos juntos contemplando el bullicioso lugar. Aún hoy mantenemos la amistad. Vino a verme al hospital el día 8 de septiembre del 2010.

Hago esta nota para recomendar la obra de Washington Irving, Los cuentos de la Alhambra y, recomendar visitar la tierra de Granada. Si vais en primavera visitar La Alpujarra de manos del inglés enamorado, su enamorado. Yo le visité una tarde de Agosto de 1971en su casa de Alhaurín el Grande en Málaga, don Gerald Brenan.


Desde entonces dije a mis hijos que si tengo que morir al anochecer me entierren, no incineren, en Granada, mirando a la Alhambra. Manuel me prometió hacerlo él.
A esos niños que se sientan orgullosos de la España nuestra y visiten tierras hermosas, jardines andalusís, que nunca han sido conquistadas sino compartidas.

Mucarnas de la Alhambra


Patio de los Arrayanes

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