El primer ‘rascacielos’ del Medievo
Un centenar de expertos españoles, ingleses y alemanes estudian en Toledo desde hace tres años un palacio visigodo de 12 metros de altura, el más alto del siglo VI
Orgaz
La culpa fue de los osos, que se escondían entre los densísimos bosques que se extendían a unos 30 kilómetros de la capital del reino visigodo, Toledo. Tal era la abundancia de plantígrados y jabalíes que el dux (máximo cargo militar y civil de una provincia) decidió levantar un gran pabellón de caza de dos pisos cuando alboreaba el siglo VI. Un siglo después, se erigió la iglesia, el almacén, la presa para retener las aguas del arroyo de la Sierra y la muralla de más de dos metros de anchura que rodeaba aquellas construcciones que se extendían por cinco hectáreas. Así, en lo que ahora es la pedanía de Arisgotas (en primitivo germano el "Ejército de los Godos o de los Buenos"), término de Orgaz (Toledo), surgió el primer “rascacielos” del Alto Medievo de Europa. Un equipo de más de 100 especialistas de las universidades Complutense, Autónoma de Madrid, CEU-San Pablo, la Escuela de Minas de Madrid, la de Agrónomos de Córdoba, el Instituto Geominero y el CSIC, entre otros, y bajo la codirección de Isabel María Sánchez Ramos, del Instituto de Arqueología de la University College of London, llevan tres años reconstruyendo este enigmático enclave donde han desenterrado más de un centenar de cuerpos (incluido el del dux) y calculando la altura de la edificación: más de 12 metros. No sería hasta el siglo IX cuando los arquitectos árabes la superasen con el alminar de Córdoba (20 metros).
Los labriegos del siglo XVI de Arisgotas no hacían otra cosa que toparse con grandes piedras cuando araban el campo, lo que se conoce como hitos, nombre del que procede la denominación del yacimiento. Aquellos "pedruscos" labrados (frisos del palacio) eran transportados al pueblo y reutilizados como material de construcción y se pueden contemplar hoy en día entre los muros de las casas de la población. En la primera década del XX, el “tío Simón” halló una tumba de alabastro. La República, en 1938, envió entonces un equipo de expertos. En los años setenta, comenzaron las excavaciones. Resultado: aquello parecía una iglesia con sarcófagos y sepulturas a su alrededor.
En 2016, se iniciaron nuevas excavaciones, que se extienden hasta la actualidad, y que permiten a los expertos determinar que se trataba de un “palacio de algún miembro de la alta nobleza toledana". Jorge Morín, director de los trabajos y de la consultora Audema, explica que el edificio, según los cálculos realizados mediante la técnica de doble cuadrado pitagórico, alcanzó los 34 pies, “por lo que se puede decir que es el primer rascacielos del Alto Medievo”. “Se tardarían siglos en superarlo”. “La aparición de estribos para aumentar la altura parietal”, explica, “con vistas al abovedamiento y a la construcción de un piso superior es indudable, como confirma la existencia de contrafuertes y la escalera de acceso al piso superior”.
En la puerta del edificio palaciego se ha hallado la tumba del dux en cuyos huesos quedaron marcadas las huellas de su actividad principal (la equitación), rodeada de otros enterramientos de notables y familiares, incluidos los cuerpos de mujeres. En la puerta de acceso a la iglesia, se localizaron los esqueletos de nueve niños (inhumados con pequeñas ollitas que les servirían para alumbrarse en el más allá), además de otros restos que aún no han sido analizados, pero que podrían coincidir con tumbas de monjes. Se ha encontrado también una gran lápida que hace referencia a la construcción del templo, ordenada por alguien –un rey o un dux- cuyo nombre acababa en la silaba "do".
En total, los especialistas han localizado ya más de un centenar de cuerpos. No existe constancia de a quién podría corresponder el enterramiento principal, solo que se trata de un noble y que este, dado el sistema de elección de los reyes visigidos, pudo alcanzar la corona real. Pero, de momento, solo son suposiciones. Lo que sí parece claro es que el conjunto fue construido durantre el reinado de Atanagildo y Gosvinta (551-567) y ampliado durante el de Recaredo I (586-601).
Los investigadores hallaron en 2017, adyacente al palacio, un templo de una sola nave y dos pórticos. Su interior estaba decorado con mármol y guardaba varios con sarcófagos de alabastro y granito. La opción que manejan los especialistas es que se trate de una iglesia privada aristocrática con panteones funerarios. Antonio Malalana, director de Metodología de la Investigación de la Universidad CEU-San Pablo, explica que en la próxima campaña los antropólogos extraerán más cuerpos en un "ambiente confinado para evitar la contaminación del ADN. “Es un trabajo muy complicado que obliga a que estos vayan perfectamente equipados y cubiertos”.
Los técnicos calculan que se necesitará más de una década para sacar a la luz el complejo palaciego de Los Hitos.Los trabajos de georrádar, dirigidos por Félix Teichner, de la Universidad de Mamburg, han desvelado otras cuatro grandes estructuras subterráneas de aproximadamente 20 metros de longitud y 10 de ancho.
En el siglo IX, ya en época andalusí, el conjunto sufre grandes cambios. La iglesia, por ejemplo, es reorientada a hacia la Meca y reconvertida en mezquita con un mihrab. Al pabellón palatino se le adosan escaleras y se ciegan puertas. El complejo es utilizado como espacio fortificado por las guarniciones musulmanas. Con la toma de Toledo en 1085 por Alfonso VI, es abandonado y servirá de cantera a Arisgotas. Hasta ahora, cuando los expertos lo devolverán a la vida.
EL PEQUEÑO Y ESPECTACULAR MUSEO DE TODOS
En 2018, el alcalde de Orgaz, Tomás Villarubia (PSOE), puso a disposición de los investigadores el dinero suficiente para convertir las antiguas escuelas municipales en un museo. Allí se guardan más de un centenar de piezas y objetos procedentes de la excavación, la mayoría donados por los vecinos que han ayudado, además, a la reforma del edificio ofertando precios bajísimos por sus trabajos albañilería, carpintería o forja.
“Al principio”, dice Juana Martín, la alcaldesa de la pedanía de Arisgotas, “algunos pedían dinero por las piezas, pero pronto se dieron cuenta de que la donación significaba la riqueza del pueblo y, poco a poco, fueron entregando lo que tenían”. Así, cada pieza lleva el nombre del donante. “Había gente que entregaba varias y decía: ‘este pónselo a nombre de mi hijo, este a mi hija, este a mi mujer…”, se ríe.
Aún así, algunos vestigios no han podido ser recuperados porque forman parte de las edificaciones de este pequeño pueblo de una treintena de habitantes. No obstante, el Ayuntamiento ha colocado paneles para que los visitantes puedan perderse por sus calles buscando los trozos de historia que los vecinos muestran en sus casas con orgullo.
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