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El suicidio de la sonda ‘Messenger’ desvela el último secreto de Mercurio
Antes de estrellarse, la sonda descubrió restos de la superficie original del planeta, formada hace 4.600 millones de años.
Las zonas de baja reflectancia de Mercurio (en azul) son restos de la corteza original del planeta, según el estudio
Las zonas de baja reflectancia de Mercurio (en azul) son restos de la corteza original del planeta, según el estudio NASA.
El 30 de abril de 2015 la sonda Messenger envió su última imagen desde Mercurio y después, de acuerdo con las órdenes recibidas, se estrelló como un kamikaze contra la superficie del planeta. Hasta su llegada, la humanidad solo había visto el 45% de Mercurio y esta misión de la NASA fue la encargada de elaborar un mapa completo en tres dimensiones, el más preciso que existe. La sonda ha demostrado que en el planeta hay agua y compuestos orgánicos, igual que en la Tierra. Uno de los secretos que aún alberga es que, a pesar de ser el más cercano al Sol, no brilla tanto como debería. Se debe en parte a unas manchas oscuras que hay en su superficie y cuya composición se desconocía hasta ahora. El análisis de las imágenes de Messenger, algunas tomadas solo días antes de su muerte, han permitido aclarar el misterio. El vuelo de la sonda a unos 200 kilómetros de la superficie era demasiado lejano como para discernir la composición del material oscuro. Pero tras pasar cuatro años en órbita se acabó el combustible y la nave comenzó a descender hasta una órbita de apenas decenas de kilómetros sobre el planeta. Era la antesala de su muerte, pero también una oportunidad única para analizar las manchas oscuras con su espectrómetro de neutrones. Los resultados, publicados hoy en Nature Geoscience, muestran que las zonas oscuras de Mercurio están hechas de grafito, el tipo de carbono del que están hechas las minas de lápiz. Los responsables de la misión creen que el grafito procede de un enorme océano de magma que cubría Mercurio en su etapa más joven, en los albores del Sistema Solar. “Experimentos y modelos muestran que, a medida que ese océano se enfriaba [...] todos los minerales se solidificaron y se hundieron a excepción del grafito, que hubiera seguido flotando y se habría acumulado para formar la corteza original de Mercurio” ha explicado Rachel Klima, geóloga planetaria de la Universidad Johns Hopkins (EE UU) y coautora del estudio. El grafito se acumula en zonas con cráteres de asteroides y otros cuerpos, es decir, que los impactos habrían desenterrado capas muy antiguas del planeta. “Puede que estemos viendo los restos de la superficie original de Mercurio, con 4.600 millones de años de antigüedad”, resalta Klima. "Lo más excitante", ha detallado Klima a Materia, "es que hubiese tanto carbono en el tiempo en el que la primera superficie de Mercurio se estaba cristalizando". La corteza es "uno entre los terrenos planetarios más viejos nunca analizados en el Sistema Solar", resalta, y es posible que se consiga afinar su edad y detectar las partes más antiguas gracias a los datos de Messenger que quedan por analizar. “Este resultado es como un testamento del extraordinario éxito de Messenger”, ha dicho Larry Nittler, uno de los científicos jefes de la misión.
El 30 de abril de 2015 la sonda Messenger envió su última imagen desde Mercurio y después, de acuerdo con las órdenes recibidas, se estrelló como un kamikaze contra la superficie del planeta. Hasta su llegada, la humanidad solo había visto el 45% de Mercurio y esta misión de la NASA fue la encargada de elaborar un mapa completo en tres dimensiones, el más preciso que existe. La sonda ha demostrado que en el planeta hay agua y compuestos orgánicos, igual que en la Tierra. Uno de los secretos que aún alberga es que, a pesar de ser el más cercano al Sol, no brilla tanto como debería. Se debe en parte a unas manchas oscuras que hay en su superficie y cuya composición se desconocía hasta ahora. El análisis de las imágenes de Messenger, algunas tomadas solo días antes de su muerte, han permitido aclarar el misterio. El vuelo de la sonda a unos 200 kilómetros de la superficie era demasiado lejano como para discernir la composición del material oscuro. Pero tras pasar cuatro años en órbita se acabó el combustible y la nave comenzó a descender hasta una órbita de apenas decenas de kilómetros sobre el planeta. Era la antesala de su muerte, pero también una oportunidad única para analizar las manchas oscuras con su espectrómetro de neutrones. Los resultados, publicados hoy en Nature Geoscience, muestran que las zonas oscuras de Mercurio están hechas de grafito, el tipo de carbono del que están hechas las minas de lápiz. Los responsables de la misión creen que el grafito procede de un enorme océano de magma que cubría Mercurio en su etapa más joven, en los albores del Sistema Solar. “Experimentos y modelos muestran que, a medida que ese océano se enfriaba [...] todos los minerales se solidificaron y se hundieron a excepción del grafito, que hubiera seguido flotando y se habría acumulado para formar la corteza original de Mercurio” ha explicado Rachel Klima, geóloga planetaria de la Universidad Johns Hopkins (EE UU) y coautora del estudio. El grafito se acumula en zonas con cráteres de asteroides y otros cuerpos, es decir, que los impactos habrían desenterrado capas muy antiguas del planeta. “Puede que estemos viendo los restos de la superficie original de Mercurio, con 4.600 millones de años de antigüedad”, resalta Klima. "Lo más excitante", ha detallado Klima a Materia, "es que hubiese tanto carbono en el tiempo en el que la primera superficie de Mercurio se estaba cristalizando". La corteza es "uno entre los terrenos planetarios más viejos nunca analizados en el Sistema Solar", resalta, y es posible que se consiga afinar su edad y detectar las partes más antiguas gracias a los datos de Messenger que quedan por analizar. “Este resultado es como un testamento del extraordinario éxito de Messenger”, ha dicho Larry Nittler, uno de los científicos jefes de la misión.
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