El día que Lope de Vega escapó de su asesinato
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El día que Lope de Vega escapó de su asesinato
La Biblioteca Nacional compra por 400.000 euros un legajo de cartas autógrafas del escritor dirigidas a su amigo el duque de Sessa
Madrid
Lope de Vega (1562 / 1635) se ganaba la vida con sus exitosas obras de teatro, pero su buena pluma también la cortejaban otros personajes del famoso Siglo de Oro, aristócratas varios, entre ellos el duque de Sessa, don Luis Fernández de Córdoba y Aragón, con el que trabó una buena amistad y al que acabó prestando servicios como “secretario de amores”, una especie de Cyrano que redactaba la cartas para amantes que el duque enviaba como propias. Pero no son esas las que presentó ayer la Biblioteca Nacional (BNE) sino las que mandó el escritor al aristócrata entre 1610 y 1614 en las que le confía sus temores, le pide favores, le habla de su tristeza o de sus celos enfermizos, le muestra la preocupación por el devenir de los actores del teatro o incluso le relata un intento de asesinato que sufrió en plena calle. “… viniendo de los Descalzos el lunes a las ocho de la noche me dieron muchas cuchilladas sin que pudiera desenvolverme. No me hirieron, que los que ven mi capa lo juzgan a milagro...”, escribió al duque entre el otoño y el invierno de 1611.
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El Lope tumultuoso, ora triste, ora enamorado, celoso y pendenciero, hogareño y padre, esposo y amante, literato altivo, todos lo 'lopes', íntimos y públicos están en las 117 cartas que la BNE ha comprado a la familia e Bustos y Pardo Manuel de Villena por 400.000 euros. Se trata de un volumen cosido que ha perdido su cobertura con los siglos y los expertos certifican que 96 de esas misivas son del puño y letra del ingenioso autor.
El duque de Sessa recopiló toda su correspondencia con Lope, incluso algunas cartas que el escritor redactaba con motivos políticos o administrativos. Salieron cinco volúmenes, el presentado ayer es el primero de ellos, un tesoro epistolar a la colección de cerca de 2.000 textos autógrafos que posee la BNE de esta época dorada de las letras españolas, 21 de ellos de Lope de Vega. No es desdeñable, teniendo en cuenta que de Shakespeare no se conserva nada autógrafo, por ejemplo.
'Cartas y billetes de Belardo a Lucilo sobre diversas materias', que así se titula este volumen fue presentado ayer por la directora de la Biblioteca, Ana Santos Aramburu, acompañada del presidente del patronato, Luis Alberto de Cuenca y del director de Manuscritos de la institución. Todos ellos se felicitaron de contar con este volumen, bien conservado. El segundo, por orden cronológico, permanece en la Fundación Lázaro Galdiano, el cuarto en la Real Academia y el quinto en el Museo Británico. El tercero se considera que está en manos privadas.
“Lope era caprichoso, tenía muchos gastos, compraba libros, pinturas, imágenes religiosas”, dice el investigador del Grupo Prolope de la Universidad Autónoma de Barcelona Carlos Peña López. No es de extrañar que sugiriera protección y favores de los aristócratas a cambio de los suyos. La intimidad que alcanzó con su amigo Luis Fernández no impide que sus cartas rebosen pleitesía incluso servidumbre, amor desmedido. Pero también ofrecen a los estudiosos un tesoro para descifrar la vida del escritor y lo ocurrido en su época. “La verdad del interior de mi corazón”, dice él mismo.
Esa verdad incluye, por ejemplo, la súplica que le hace al duque para que no insista en solicitar cartas amorosas de su pluma. En esos momentos Lope era sacerdote y su confesor se lo había prohibido. “Por la sangre que Dios derramó en la cruz, no me mande que en esto le ofenda”, dice en una de las cartas. Es lógico, porque, según explicaron ayer, las misivas eran jocosas, obscenas, un poco salidas de madre para aquella época. Y quizá para esta.
En abril de 1962, el dramaturgo confiesa a su amigo la aflicción que le embarga: “Tristezas son estas mías, que otras veces me han tenido al cabo dela vida y de la paciencia, pero no con la fuerza que ahora”, decía. “Creo que si me preguntase a mí mismo qué mal tengo no sabría responderme, por mucho tiempo que lo pensase”.
Pero lo que de verdad mataba al también poeta eran los celos, que los tenía hasta de él mismo. “Los tenía de cuanto miraba, hasta de los vestidos que se ponía, si unos colores le hacían más gusto que otros, de componerse, de tocarse, de oír misa, de reírse y del mismo espejo en que se mirase”.
También muestran estas cartas su preocupación por las necesidades que pasaban los actores. A la muerte de la reina Margarita de Austria algunos “mercaderes, toqueras y sastres” hacen el agosto: “Que a dos reinas, quedaran ricos”, decía, mientras que, cerradas las corralas, lo actores tenían “luto en el estómago”.
Son reseñables también los sopapos que dedicaba el exitoso Lope al taciturno Cervantes. “De poetas, no digo: buen siglo es este. Muchos en cierne para el año que viene; pero ninguno hay tan malo como Cervantes ni tan necio que alabe a Don Quixote”. Otra vez refiere un encuentro con su adversario literario en la academia, donde los bonetes volaban en un altercado entre escritores. “Yo leí unos versos con los anteojos de Cervantes, que eran como huevos estrellados mal hechos”, relataba desagradecido.
Esta y mil anécdotas más de los mentideros quedan reflejadas en estas cartas, que ya se conocían gracias a una copia que del manuscrito hizo la Biblioteca nacional en el siglo XIX, pero los investigadores encuentran un tesoro en estas líneas autógrafas de Lope, porque están limpias de omisiones y errores que sí existen en la copia, algunos de los cuales ha encontrado Peña López.
A los paleógrafos, como la profesora de la Complutense Paloma Cuenca, el volumen con las cartas le proporciona material suficiente para determinar su algunos de los originales que se atribuyen a la misma pluma del autor son en efecto salidos de ella. “Ahora empieza lo bueno”, aseguró ayer Cuenca.
FE DE ERRORES
En una primera versión de este artículo se citaba el año 1365 como fecha de fallecimiento de Lope de Vega. En realidad murió en 1635.
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