El Papa revisa su posición sobre el escándalo de pederastia en Chile y anuncia una investigación
Francisco envía a un investigador clave en el caso Maciel para escuchar el relato de las víctimas de abusos que acusan al obispo Juan Barros de encubrimiento
Roma / Santiago de Chile
El viaje del Papa a Chile y Perú a mediados de enero dejó un sabor agridulce en el Vaticano. La etapa chilena, a priori poco exigente diplomáticamente, quedó empañada por las acusaciones de encubrimiento de abusos contra el obispo chileno Juan Barros, a quien el Pontífice defendió enérgicamente y permitió asistir en primera fila a todos sus actos. Ante las quejas de las víctimas y al ser interrogado a bocajarro por un periodista, el Papa exigió “pruebas” a los denunciantes. Hasta el momento, dijo, solo había "calumnias". La respuesta fue muy críticada, especialmente desde una insólita carta del cardenal estadounidense Sean O’Malley, encargado de la comisión del Vaticano que trata de erradicar los abusos a menores, afeándole el comentario. En el vuelo de vuelta, Francisco pidió perdón a las víctimas por haber usado la palabra “pruebas”, pero la sustituyó por “evidencias” e insistió en la inocencia de Barros. Este martes, sin embargo, la Santa Sede ha modificado su posición y ha anunciado que enviará a un investigador para “escuchar a quienes han manifestado la voluntad de dar a conocer elementos que poseen”.
El Papa no recibió en su visita a Chile a las víctimas que denuncian a Barros. Por eso, cuando le escucharon pedir "evidencias", le recordaron que no había tenido ocasión de aportárselas. El malestar, en el país de la región donde la Iglesia católica es más débil siguió tras su marcha. Por eso ahora el Pontífice ha ordenado que sea el arzobispo de Malta, Charles J. Scicluna, quien se desplace a Santiago de Chile para escuchar alguna novedad sobre Barros, actual obispo de Osorno, en el sur del país. Nombrado por Francisco en marzo de 2015, las víctimas le acusan de haber encubierto los abusos del ex párroco de El Bosque, Fernando Karadima, un sacerdote influyente de una iglesia de la clase alta de Santiago de Chile, que atacó durante años al menos a cuatro jóvenes de familias conservadoras, según reconoció la Justicia civil y la eclesiástica.
Barros siempre lo ha negado. Pero una de las víctimas, Juan Carlos Cruz, funcionario de una multinacional norteamericana, detalló que el obispo se encontraba a su lado cuando Karadima lo abusaba. Cuando escuchó lo de las "pruebas", respondió en Twitter: “Como si uno hubiese podido sacarse una selfie mientras Karadima me abusaba con Juan Barros parado al lado viéndolo todo”.
Charles J. Scicluna es arzobispo de Malta y presidente del Colegio para el examen de los recursos en la Sesión Ordinaria de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Una suerte de fiscal encargado de investigar los delicta gravatoria: los crímenes de la Iglesa considerados más graves y cometidos contra la eucaristía, el secreto de confesión o los abusos a menores. En 2005, el Papa Benedicto XVI le encargó que recogiera las declaraciones sobre el fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel, que fueron cruciales en destapar el caso.
El jesuita Felipe Berríos, en una reciente entrevista con EL PAIS, explicaba que “el Papa tiene razón en que a Barros nunca se le ha hecho ninguna acusación sobre abuso sexual”. “Pero Barros por muchos años fue secretario cercano de Karadima, que no solo era un abusador, sino que estaba ligado a la dictadura, al poder dentro de la Iglesia, al clasismo. Por lo tanto, Barros no puede decir que nunca supo nada de lo que pasaba, no es creíble. Y si fuera verdad que nunca supo nada durante todos los años en que fue brazo derecho de Karadima, significa que no tiene la capacidad básica de ser obispo: alguien que no se da cuenta de nada”, indicaba el religioso antes de la visita de Francisco a Chile.
Una carta difundida a comienzos de enero, con fecha 31 de enero de 2015, da cuenta de que el Papa sabía de la resistencia que generaba el nombramiento de Barros y las acusaciones en su contra. En la misiva dirigida al Comité Permanente de la Conferencia Episcopal chilena, relataba las frustradas gestiones para apartarlo y ofrecerle un año sabático: “Comprendo lo que me dicen y soy consciente de que la situación de la Iglesia de Chile es difícil debido a todas las pruebas que han tenido que soportar”. Francisco, sin embargo, no solo le entregó el obispado, sino que en octubre de 2015 lo defendió públicamente en un polémico vídeo filmando por feligreses chilenos en Roma: “Osorno sufre por tonta”, dijo el Papa en referencia a las protestas de los ciudadanos por el arribo de Barros a la ciudad. Atribuyó los reclamos a manipulaciones políticas y señaló que las únicas acusaciones contra el obispo estaban “desacreditadas”.
Los esfuerzos del Francisco por luchar contra los abusos sexuales en la Iglesia católica avanzan de forma muy lenta. Su intención, como señalan siempre las víctimas, fue honesta. Pero fenómenos como la parálisis de la comisión que creó en 2014 para trabajar para prevenir casos en el futuro y en la que incluyó a dos víctimas es un ejemplo de ello. De hecho, ambas víctimas -Peter Saunders y Marie Collins- dimitieron al no ver ningún resultado y denunciaron públicamente que el órgano, por unos motivos u otros, no era capaz de ejecutar las anunciadas reformas. Collins, símbolo de la lucha de las víctimas de abusos por parte de la Iglesia, se ha mostrado muy crítica también con el episodio de Chile.
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