Rebeca Minguela
CEO de Clarity
Uno de los términos que muy probablemente más hayan sido utilizados durante los últimos años para demostrar la eficacia de cualquier actividad humana es el de “big data”. Pareciera que sin datos, sin millones de datos, sin miles de millones de datos, nada tuviera valor. Y, a veces, no se pone el acento en lo verdaderamente importante: cómo se analizan esos datos y qué decisiones se toman después una vez estudiados. El big data, como término, se ha abonado al adjetivo “inteligente” en una suerte de binomio que, de la mano de las nuevas tecnologías, promete revolucionar muchos campos: de la agricultura a la automoción, pasando por las viviendas o las telecomunicaciones.
Ahora ha llegado el turno de medir el impacto social de las empresas. Saber, de la forma más efectiva posible a través de datos, cuál es la huella ecológica que dejan con sus actividades (las emisiones de CO2, por ejemplo), el porcentaje de mujeres en puestos directivos o la rotación y grado de satisfacción de sus empleados. La cuestión no es baladí, puesto que muchos inversores ya tienen en cuenta estas variables a la hora de colocar su dinero y, sin embargo, no existían indicadores fiables sobre ellas. Esta indefinición ha sido la que ha llevado a la española Rebeca Minguela a lanzar Clarity, un software que analiza la actividad de las empresas y las califica según el beneficio que provocan en la sociedad. La taréa, reconoce, no es precisamente sencilla, puesto que “hay muchos retos en este mundo del impacto social. No hay estándares, hay muchas medidas que son cualitativas. Hay muchos datos pero no están auditados o no se miden de la misma manera porque no hay una obligación de reporte igual en todos los países”. Para elaborar sus calificaciones Clarity, además de los datos que hacen públicas las propias compañías, agrega aquellos que pueden obtenerse de otras fuentes fiables y le suma algoritmos e inteligencia artificial. De momento Clarity sólo está disponible para inversores, pero el objetivo de Minguela es que sus datos sean abiertos en un futuro para consumidores y gobiernos. De esta forma las administraciones públicas podrían acceder a esta información y utilizarla, por ejemplo, para aplicar distintos impuestos dependiendo del impacto de las empresas que operan en su territorio.
Minguela no es nueva en esto de lanzarse a la aventura de emprender. En 2011 fundó Blink Booking, una plataforma de reserva de hoteles que fue adquirida por el gigante Groupon en 2013. El éxito de esta operación la colocó en el radar de inversores y buscadores de talento. Pero las inquietudes de esta ingeniera en telecomunicaciones y MBA en la escuela de negocios de Harvard iban por otro lado. En una entrevista con este periódico después de ser reconocida como una de las líderes mundiales por el Foro de Davos el pasado año, Minguela daba rienda suelta a su conciencia social afirmando que si en lugar de invertir el dinero en tantos iPhones lo hiciéramos en que “tengan agua corriente en Bangladesh”, sería mejor para todos. Una metáfora (la de los teléfonos) que sirve de ejemplo para remarcar la futilidad de muchas de las obsesiones del primer mundo frente a las necesidades de primer orden que todavía quedan por resolver.
Edición: Azahara Mígel | Manuel Díaz
Texto: José L. Álvarez Cedena
Texto: José L. Álvarez Cedena
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