Primero, los hombres guardaron en cuevas y oquedades de las piedras los huesos de los suyos para recordarles y los colocaban fuera del alcance de animales y de aquellos humanos que eran sus enemigos. Estos últimos querían hacer desaparecer los huesos, el recuerdo para sus enemigos. Siempre ha sido la mayor ofensa para los hombres el hacer desaparecer los huesos de sus muertos.
Los cristianos guardaban en los lugares ocultos donde se reunían a sus muertos. Allí cuando sus enemigos los romanos les perseguían. No solo se guardaban los vivos para que no los matasen. También guardaban a sus muertos para que no matasen su memoria.
Antes se ponían los muertos, los recuerdos de los suyos, bajo tierra colocando una gran piedra sobre ellos para que los robasen sus enemigos. Y, no los ocultaban sino que con orgullo mostraban en una piedra el deseo de que descansara en paz en el otro mundo al que iban (R.I.P). Siempre escribían su nombre y el de la familia a la que seguían perteneciendo, así como el tiempo que habían compartido en esta parte del mundo en el que habían compartido sus calamidades.
Hoy, los humanos han perdido la memoria y queman el cuerpo de aqyellos que dicen han sido de su familia. Sus cenizas las aventan para no ocuparse de ellos.
Dicen que ahora se tienen imágenes de ellos, sin saber que las imágenes representan el mal de aquellos que refieren representsr. Las imágenes no son más que objetos de desmemoriados y, los desmemoriados son dementes, no tienen crítica, no tienen afectos.
Con las cenizas de quienes odiabas vengas su existencia. Niegas tu pasado.
Es curioso como se recurre interesadamente al ADN de los que vienes y, una vez que escurres sus pertenencias íntimas los haces perder.
Si el ADN no te te produce el beneficio deseado, lo maldices. No sé porque no te maldices por dejar a tus hijos el ADN que tienes.
Recuerdo a quien su ADN no lo identificó con su padre. Le robó sus despojos y se hizo adoptar para seguir robándole tras un falso ADN.
Recuerdo a quien se hace adoptar y reniega del ADN de los suyos. Del falso ADN que son la memoria de los suyos que reciben el nombre de apellidos.
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