miércoles, 28 de febrero de 2018

Cuando Astarté me expulsó del jardin que me mintió al prometerme sería para vivir con Felicidad.

Cuando Astarté me creó, no quedó satisfecha. Cuando en el amanecer aquel insomnio supe del motivo por el cual me había creado, se lo reproché, me había utilizado para vengarse de Jahvé y, lo que más me dioló es el haberme mentido; mi madre, mi poder, no entendía corroída por la maldad del odio por sentirse inferior.

El 04 de junio, desde el amanecer al anochecer se lo reproché. Antes de hacerse la noche me arrojó de su jardín.

Llegó Jahvé y le mintió, para acallar su odio séis años retenido. No es hijo tuyo, maldito, sino de Haedes. Nunca lo tendrás junto a tí cuando mueras. Recordarás que jamás hubieras de mentirme con tus hijas. Cuando te mueras te encontrás con Cerbero sin saber cual de los tres o si los tres te arrancarán el hígado con dolor, gritando piedad sin encontrar respuesta por mi hija Eco que te sonreirá para hacer palidecer tu desgracia. En la Laguna y en la oscuridad sentirás el tridente atravesar tus carnes olorosas mientras te agitas desesperadamente mientras te contemplas acercar a la enfanganada profundidad. Nadie hablará de tí, no tendrás orejas que te den esperanza alguna de escuchar tus propios gemidos.

Todo hijo dice que lo nació su madre pero nadie dice el motivo por el cual lo engendró.

Cuando Astarté inicia el Éxodo lo hace en la noche y silencio mientras Jahvé duerme en la ignorancia asido a Oniris.

Malditos padres a los que todos los días emulamos como Prometeo, arrancándonos el hígado los hijos que no son nuestros sino de las pérfidas madres.





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