La corrupción sentencia la vida política de Aguirre
La «lideresa» madrileña del PP dimite de sus cargos sintiéndose «engañada y traicionada» por Ignacio González. «No vigilé lo que debía», reconoce
Esperanza Aguirre (Madrid, 1952) pronunció ayer el adiós definitivo a su larga vida política, sentenciada por los escándalos de corrupción de sus principales colaboradores en el Gobierno de la Comunidad de Madrid y en el PP. La ex «lideresa» popular, exministra, expresidenta del Senado y de la Comunidad, que siempre defendió su honradez como gestora de la cosa pública –«nunca podrán acusarme de haberme llevado un euro», suele presumir–, asumió su responsabilidad política de no haber «vigilado lo que debía» a personas de su total confianza como Ignacio González y Francisco Granados, ambos en prisión por grave corrupción. Dimite, reseñó públicamente, sintiéndose «engañada y traicionada» por los suyos.
Aguirre tomó la decisión de abandonar su cargo como concejal y portavoz del grupo del PP en el Ayuntamiento de Madrid tres días después de que el juez dictase prisión incondicional para González, su «delfín», acusado de liderar una «organización criminal» en torno al Canal de Isabel II, bajo su mandato. Un año antes, en febrero de 2016, ya renunció de su responsabilidad al frente del PP de Madrid por las graves acusaciones de presunta financiación del partido. Pero ahora, con la caída de aquel por quien sí puso «la mano en el fuego», no soportó más la presión política y mediática. Y se va.
Una salida esperada
En Génova esperaban desde el viernes su adiós por ser la benefactora de González, aunque en público reconocían que la decisión era suya en «exclusiva», admitiendo que ella estaba fuera de la jerarquía. Pero hasta su entorno concluyó que «no había otra salida». Aguirre se va por la puerta de atrás, acorralada por las sospechas de corrupción sistémicas durante su reinado al frente de la Comunidad de Madrid (2003-2012), «traicionada» por sus más cercanos colaboradores, corrompidos, y con la sensación de abandono por los dirigentes de su propio partido.
De hecho, la reacción de la dirección del PP nacional y regional fue más que fría. Le reconocieron su larga trayectoria política y poco más. «Ha sido una persona relevante para la organización», fue todo lo que le brindó Génova, que la despachó con un comunicado de apenas dos párrafos. En privado, algunos dirigentes confesaban el dramático final de uno de sus grandes referentes, tótem del liberalismo español. «Es el adiós de un símbolo del PP», aseguró un alto cargo nacional.
El PP regional corta amarras
La nota del «nuevo» PP de Madrid de Cristina Cifuentes fue aún más dura,rompiendo amarras con el legado de Aguirre. Su falta de «vigilancia con mayor eficacia» de las prácticas irregulares en la Comunidad de Madrid «ha causado daño a las instituciones y al propio partido», señaló la renovada ejecutiva regional, que remarcó el compromiso de Cifuentes con «una política beligerante con la corrupción, que es irrenunciable y está basada en la más absoluta transparencia y tolerancia cero frente a cualquier posible indicio de la misma». De hecho, ha sido la denuncia por parte del Ejecutivo regional de Cifuentes ante la Fiscalía de la supuesta corrupción en el Canal de Isabel IIlo que ha cavado la tumba de González, y con él también de Esperanza Aguirre y del «aguirrismo».
Tras su reunión semanal, la dirección nacional del PP cerró filas ayer con la actuación de Cifuentes, asegurando que «hizo lo que debía»: denunciar de frente la posible corrupción. Y esperó a que Aguirre madurara su dimisión. La conclusión generalizada es que la expresidenta «taponaba» el recurso de regeneración que la formación impulsa en Madrid. Y que comenzó en 2015 apartando a Ignacio González de la candidatura para las elecciones autonómicas. Aunque se desconocían las graves acusaciones sobre el Canal, aseguraban ayer en el PP, donde se reconoce su profundo malestar y preocupación por el rebrote de corrupción. «Nos vuelven a increpar en las calles», dice un vicesecretario.
Aguirre mandó un sms a Rajoy
La dimisión de Aguirre llegó a primera hora de la tarde, aunque primero le comunicó su decisión al presidente del Gobierno y del PP, Mariano Rajoy. Lo hizo por teléfono, a través de un mensaje de texto. El presidente, que se encontrabaja de viaje oficial en Brasil, no contestó de inmediato porque estaba a punto de entrar en la reunión programada con el presidente de Brasil, Michel Temer. Al término de su encuentro y antes de participar en un almuerzo con empresarios españoles, Rajoy telefoneó de vuelta a Aguirre, con quien mantuvo una «conversación cordial», según fuentes de La Moncloa, informaMariano Calleja desde Brasilia. Sobre las cuatro, poco antes de convocar a los medios a una rueda de prensa en el Ayuntamiento, una persona de su círculo llamó al coordinador general, Fernando Martínez-Maillo. «Aguirre se va». No hubo mensajes ni comunicación alguna con Cifuentes en todo el día de ayer.
La ya exportavoz del PP en la capital compareció con semblante serio y sin conceder preguntas a los periodistas. «Su auto y prisión (por González) no son una prueba definitiva, pero sí demuestra que no vigilé lo que debía; por ello dimito», declaró Aguirre, que dijo sentise «engañada y traicionada» por el que fue su hombre de máxima confianza en el Gobierno regional, a quien llevó a la primera línea de la política tras conocerle en los años ochenta como funcionario del Ayuntamiento.
Aguirre explicó que su fallo fue creer a Ignacio González en sus explicaciones cuando su nombre fue vinculado a «asuntos incorrectos» –como definió Aguirre– en los medios de comunicación. «Pedí explicaciones y me las dio en privado de forma exhaustiva. No vigilé más», lamentó.
Después de tres días de especulaciones sobre su marcha, Aguirre dio el paso porque, según argumentó, «es su manera de entender la política». «Los ciudadanos tienen el derecho a exigir que los políticos asuman su responsabilidad política sin excusas; no la eludo y por eso dimito», aseveró, aunque sus rivales políticos en Cibeles no compraron el argumento.
La escueta intervención de Aguirre, de apenas unos minutos, se centró en la responsabilidad política que subyace bajo la operación Lezo y cómo, supuestamente, ignoró los tejemanejes que brotaban a su alrededor. La dimisión, insistió, remite a «no haber descubierto antes, lo que ahora, después de años de investigación, han descubierto la Guardia Civil y el juez».
La ex «lideresa» del PP se marchó casi al tiempo de que los grupos municipales de Ahora Madrid (Podemos) y el PSOE presentaran una moción de urgencia para pedir su dimisión en el pleno municipal. Esperanza Aguirre deja su cargo de portavoz y el acta de concejal en Cibeles.
Acaso alineada con las exigencias de sus rivales políticos en el Consistorio, que desde el pasado miércoles conformaron un frente común para que abandonara, Aguirre reconoció que la corrupción que cerca a su partido y su entorno destaca como un «tema central de la política española». «No es suficiente la acción de la justicia, siempre rigurosa, pero demasiado lenta para las legítimas exigencias de los españoles», se lamentó Aguirre
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