domingo, 9 de julio de 2017

Fisioterapeutas en el tratamiento del paciente anciano

Fisioterapia 2000;22:42-56

Actitudes de médicos rehabilitadores y fisioterapeutas en el tratamiento del paciente anciano
Attitudes of the rehabilitation physicians and physical therapists in the treatment of the elderly patient
Palabras clave
Fisioterapia; Rehabilitación; Edad anciana; Paciente anciano
Artículo

Actitudes de médicos rehabilitadores y fisioterapeutas en el tratamiento del paciente anciano
Attitudes of the rehabilitation physicians and physical therapists in the treatment of the elderly patient
J. C. Marco, S. Menéndez, M. Moreno.
Correspondencia: J. C. Marco Sanjuán
Departamento de Psiquiatría
Escuela Universitaria de Fisioterapia de Soria
Universidad de Valladolid
Nicolás Rabal, 17
42003 Soria

INTRODUCCIÓN
Los países industrializados caminan hacia una sociedad cada día más envejecida (Lobo et al) (1). Son varias las razones que justifican este cambio demográfico. Por un lado, el aumento de la esperanza de vida al nacer, que en los hombres oscila entre los 72 y 73 años y en las mujeres es de 77 a 78 años. Por otro lado ha disminuido la tasa de natalidad debido a la reducción en parte de las tasas de nupcialidad y en parte del índice de fecundidad en la mujer, que al incorporarse al mercado laboral ha dejado en segundo plano sus funciones maternales (Calcedo) (2). También se ha reducido la tasa de mortalidad debido a unas buenas condiciones de vida e higiene, mejoras sanitarias y avances médicos. Rodríguez (3) considera que además de las razones expuestas, habría que tener en cuenta para explicar esta modificación etaria el índice de masculinidad (número de hombres por 100 mujeres de cada edad), la relación de dependencia (relación entre la población menor de 20 años más la población mayor de 65 años), la población productiva (con edades comprendidas entre 20 y 64 años) y la mortalidad infantil también disminuida.
Esta transición demográfica se refleja en una modificación de la estructura de las pirámides de edades en los últimos años. Se han ido reduciendo los nacimientos (se estrecha la pirámide en su base) y se elevan los índices de envejecimiento (ampliándose en la zona alta). Así, por ejemplo, en la ciudad de Soria donde se realiza el presente estudio y según los datos recogidos por la Cámara Oficial de Comercio e Industria de Soria (4) en el censo de 1991, del total de la población de esta ciudad (32.360 habitantes), tienen 65 años o más el 15,9% (5.132 habitantes). La distribución de la población anciana en la provincia de Soria en 1991 arroja resultados aún más espectaculares. De un total de 94.537 habitantes del censo de 1991, el 22,9% tienen 65 años o más (21.615 habitantes), teniendo más de 75 años el 10,9% del total. En esta misma distribución de 1991 aparecen con 50 años o más el 42% de la población. Estos datos son sustancialmente diferentes a los que se plantean en esta provincia en 1970, donde la población con más de 65 años era sólo del 13% (frente al 22,9% actual) y con edades superiores a 50 años sólo había un 30%.
Lo anteriormente expuesto constata el aumento de población anciana y consiguientemente un mayor uso de los servicios de salud en nuestro medio por este grupo de población. Siguiendo a Rodríguez y Suárez (5) en breve plazo una de cada cinco personas pertenecerá al grupo de población de mayores de 65 años, considerándolo un dato preocupante por sus implicaciones. Otros autores como Fierro (6) sostienen, sin embargo, que se trata de un fenómeno natural de la evolución de la población y que es preciso integrarlo como un cambio estructural al que tendremos que hacer frente con naturalidad.
En EE. UU. Kaplan et al (7) afirman que el censo de 1990 de personas que superan los 85 años ha experimentado un incremento del 232% desde 1960. Este proceso de envejecimiento de nuestra población no difere apenas del que tiene lugar en el resto de los países industrializados, aunque en España este fenómeno se haya producido con algún retraso respecto a los demás. El envejecimiento poblacional constituye una revolución demográfica que no sólo afecta a los países industrializados, sino por extensión a la población total de la tierra. En 1990 la población mundial con edad superior a los 90 años es de 500.000.000 y se prevé que para el 2.030 estas cifras se tripliquen, alcanzando 1.400.000.000 de personas ancianas.
Cuando se hace referencia al «problema del envejecimiento» no sólo preocupa el aspecto económico de sus pensiones, sino también el aumento de los costes de las prestaciones asistenciales, y muy especialmente los relacionados con la sanidad (Vinuesa) (8). Los servicios sanitarios son especialmente solicitados por los individuos de mayor edad. Joukamaa y Salokangas (9) llegan a afirmar que el crecimiento de este grupo etario genera importantes demandas económicas, políticas, asistenciales y sociales.
Pérez y Romero (10) constatan que en torno al 13% de la población española tiene más de 65 años (inferior a la encontrada en la provincia de Soria), pero este grupo de población ocupa prácticamente el 50% de las camas hospitalarias del sistema público de salud y consume en torno al 66% de los medicamentos.
En un estudio realizado por la Cruz Roja en Soria (11) se recogía que el 62,9% de los ancianos siguen algún tipo de tratamiento médico, necesitando ocasionalmente la visita domiciliaria de los servicios médicos hasta en el 77,2% y regularmente en un 2,5%. Uno de cada dos ancianos visita regularmente al médico.
En efecto, no sólo aumenta la población anciana y las demandas sanitarias de este grupo etario, sino que además por el propio envejecimiento se incrementan las afecciones que precisan tratamiento fisioterápico y rehabilitador en las personas mayores.
En los servicios de Rehabilitación y Fisioterapia constatamos que en los ancianos aparecen síndromes funcionales, problemas degenerativos y secuelas de los procesos orgánicos padecidos con mayor frecuencia que es preciso tratar. Si a esto añadimos el deseo de la Dirección General del Inserso (12) de que el fisioterapeuta debería de tener una función preventiva y potenciadora de las capacidades residuales, así como de fomento de la salud, evidenciamos una vez más el aumento de las demandas asistenciales de este grupo de población. Parreño (13) resalta en este sentido la alta incidencia con que el anciano puede llegar a una incapacidad por su deterioro físico por ser la expresión de una enfermedad crónica o por la aparición de síndromes invalidantes debido a la mayor vulnerabilidad del anciano frente a agresiones externas.
Por todo ello, a los autores del presente trabajo, desde la perspectiva universitaria y en una provincia con un alto índice de envejecimiento, nos parece especialmente interesante y de actualidad este tipo de estudios sobre opiniones y actitudes del fisioterapeu-

ta y médico rehabilitador en su trabajo profesional con la población anciana, coincidiendo con investigaciones como la llevada a cabo por Sutcliffe (14).
JUSTIFICACIÓN
El motivo del presente trabajo es el interés que tienen para los autores los aspectos psicosociológicos que acompañan al proceso de la rehabilitación, especialmente en población anciana, y la escasez de publicaciones o artículos relativos al tema encontrados, que en nuestra opinión merecerían estudios más profundos.
En este sentido Pérez y Romero (10) mantienen la hipótesis de trabajo de que «los médicos y el personal sanitario pueden mostrar reacciones afectivas contratransferenciales negativas hacia los ancianos que son principalmente de tres tipos: sobreprotección, evitación y desprecio, por lo que deberán ser conscientes de ellas para evitarlas y tratar psicológicamente a los ancianos de manera adecuada».
Un estudio ya clásico en este ámbito sobre la importancia del fisioterapeuta en la rehabilitación emocional es el realizado por Leopold (15). Otros trabajos más reciente como el de Davis y Kenyon (16) se plantean interrogantes similares a los de la presente investigación.
El médico rehabilitador y el fisioterapeuta para establecer una correcta relación con su paciente debe ser sensible a sus estados emocionales y capaz de comprender que desempeña una función importante también en su soporte y rehabilitación emocional como defiende Doneson (17).
Pretendemos tras el análisis de nuestros resultados desarrollar unas pautas de comportamiento relativas al «soporte» psicológico del tratamiento rehabilitador en ancianos, partiendo de la experiencia de los expertos profesionales en este ámbito.
Estamos plenamente convencidos de los beneficios que reportaría para el paciente el que, además del tratamiento físico, introdujésemos unas estrategias de apoyo psicológico.
Defendemos como hipótesis de partida que el establecimiento de un buen vínculo entre el enfermo y el profesional de la salud, además de generar una relación de mejor calidad asistencial, potencia el efecto terapéutico.
Autores como Donso (17) y Murdaugh (18) apuntan la idea de que el paciente se recupera mejor si estableces con él este tipo de relación mencionada, escuchándole, hablándole, animándole y comprendiéndole.
Los pacientes son una realidad bio-psico-social no son únicamente organismos a los que debes tratar, sino que son seres dotados de inteligencia y sentimientos que modulan su conducta. Es obvio que nuestra misión no es aplicarles un tratamiento psicológico propiamente dicho, pero tampoco dejar este aspecto de lado y mostrar indiferencia. Buscamos un punto medio, ayudando o colaborando con el soporte emocional del paciente.
¿Por qué conformamos con aliviar su dolencia física o mejorar su funcionalidad sabiendo que si le reportamos además algún beneficio en su estado de ánimo ello redundaría en su mejora orgánica, acortando probablemente los plazos de recuperación y aumentando la calidad de nuestro trabajo?
Mediante el análisis de algunos aspectos de la conducta de los profesionales de la salud pretedemos, aprovechando su experiencia, obtener unas claves que puedan servir a los nuevos fisioterapeutas y médicos rehabilitadores, así como plantear nuevas metas a los profesionales ya veteranos.
Conocemos las características de la tercera edad, los síntomas del paso del tiempo sobre su organismo, las consecuencias de la sociedad en la que vivimos, etc., pero nos gustaría saber cómo tratarles en su totalidad y en su integridad, con una visión holística del paciente, atendiendo a sus peculiaridades, necesidades, etc., y personalizando, en suma, el tratamiento.
Con este trabajo pretendemos mejorar la calidad de atención a nuestros pacientes en general, y especialmente a los ancianos, por eso nos hemos centrado en ellos, aunque no descartamos que algunas conclusiones puedan extrapolarse a pacientes de otras edades.
Con los objetivos antes expuestos se pretende estudiar en todos los centros públicos asistenciales (Insalud, Inserso y centros dependientes de la Comunidad Autónoma) de una ciudad de nuestro país, las actitudes y opiniones del conjunto de profesionales de Rehabilitación y Fisioterapia en relación con el tratamiento de las personas ancianas.
MATERIAL Y MÉTODOS
Para conseguir los objetivos propuestos hemos desarrollado el siguiente protocolo de investigación.
Material
1. Una encuesta (diseñada por nuestro grupo) que consta de 19 preguntas. Con ella se explora la opinión y reacción de los fisioterapeutas y médicos rehabilitadores ante el tratamiento a pacientes ancianos. Hay 18 cuestiones de respuesta cerrada y una de respuesta abierta. Existe un último apartado en el que se piden consejos a estos profesionales según su propia experiencia que puedan ser útiles a los futuros fisioterapeutas en relación a su trato con los ancianos.
-- Diseñamos la encuesta para poder ser aplicada a:
* Médicos rehabilitadores.
* Fisioterapeutas.
* ATS de rehabilitación.
* Auxiliares de enfermería.
* Estudiantes de Fisioterapia.
* Otros colectivos que tengan contacto con ancianos (médicos especialistas en geriatría, voluntariado, etc.).
No obstante, en esta fase del trabajo nos hemos limitado a aplicar dicha entrevista a todo el universo muestral de médicos rehabilitadores y fisioterapeutas del sistema sanitario público de la ciudad de Soria y de la población de San Leonardo de Yagüe.
2. Los encuestados trabajan en los siguientes centros:
-- Hospital General de Soria (Insalud).
-- Hospital Institucional de Soria (Junta de Castilla y León).
-- Centro Ángel de la Guarda para disminuidos físicos y psíquicos de Soria (Inserso).
-- Centro Base de Atención a Minusválidos (Inserso).
-- Residencia mixta «Los Royales» para la tercera edad (Inserso).
-- Centro de Salud de San Leonardo de Yagüe de Soria (Insalud).
Métodos
-- Elaboración de la encuesta.
-- Explicación el estudio y solicitud de colaboración a todo el universo muestral de los servicios asistenciales públicos, constituido por médicos rehabilitadores y fisioterapeutas de la ciudad de Soria (n = 20).
-- Una vez aceptada su participación, entrega de la misma para su cumplimentación.
-- Con el cuestionario se adjunta un sobre franqueado con la dirección del Departamento de Psiquiatría y Psicología Médica de la Escuela Universitaria de Fisioterapia de Soria, que es donde se centraliza el estudio. Con este procedimiento se garantiza el anonimato de los encuestados y su participación absolutamente voluntaria.
-- Recopilación de las encuestas recibidas.
-- Tabulación de los datos y análisis de los resultados.
RESULTADOS
Características sociodemográficas
Contestaron el cuestionario el 90% de los encuestados (18 profesionales). Hay un claro predominio de mujeres (88,9%) respecto a los hombres. El grupo de edad más frecuente es el comprendido entre 36 y 45 años (72,7%) y el estado civil predominante era el de casado en el 83,3%, permaneciendo el resto solteros.
Del total de encuestados, el 77,8% eran fisioterapeutas y el 22,2% lo constituían médicos rehabilitadores. El período de actividad profesional superaba los 10 años en un 72,2%, seguidos de un 11,1% entre 5 y 10 años, y otro 11,1% que tenía una experiencia entre 2 y 5 años. Únicamente un 5,6% tenía menos de 2 años de actividad (Fig. 1).
Fig. 1. Actitudes de rehabilitadores y fisioterapeutas ante paciente anciano. Características profesionales.
Resultados del cuestionario
Para un 66,7% de nuestros profesionales su actividad terapéutica se realiza en más del 50% con pacientes ancianos.
De acuerdo con la opinión de la mayoría de los encuestados (61,6%) los ancianos aceptan su situación de incapacidad de forma «regular», asumiéndolo «bien» según el 33,3% (Fig. 2).
Fig. 2. Actitudes fisioterapéuticas y médicos rehabilitadores. ¿Cómo aceptan los ancianos su discapacidad?
La forma de actuar más frecuente de los fisioterapeutas y médicos rehabilitadores frente a un paciente con una enfermedad crónica es «amortiguando la verdad con las palabras adecuadas» en un 68,7%, seguidas de un 25% que dicen «claramente la verdad». Sólo un 6,3% prefiere decir «mentiras piadosas». Respecto al comportamiento a seguir ante un paciente con un proceso degenerativo, la totalidad de los encuestados «amortiguaría la verdad con las palabras adecuadas». Ante enfermos con patologías incurables, la mayoría (81,3%) «amortiguaría la verdad con las palabras adecuadas» y el resto les diría «una mentira piadosa» (18,7%) (Fig. 3).
Fig. 3. Actitudes fisioterapeutas y médicos rehabilitadores. Tipo de información que dan.
Un 61,6% de los encuestados se detiene «siempre» a explicar al paciente anciano en qué va a consistir el tratamiento y un 27,8% lo hace «a menudo». La totalidad de los profesionales consultados opina que el hecho de facilitar al paciente información relativa a su tratamiento mejora la relación con él (Fig. 4).
Fig. 4. Explica el tratamiento al paciente anciano. Fisioterapeutas/médicos rehabilitadores.
El 83,3% de los consultados animarían al paciente para que les contara sus problemas, con el convencimiento de que esta actitud les podría hacer sentir mejor. En línea con la cuestión anterior, el 72,2% considera que el hecho de que el paciente le haga partíciple de sus inquietudes mejoraría la relación terapéutica entre ambos (Fig. 5).
Fig. 5. Actitudes de fisioterapeutas y médicos rehabilitadores.
El 94,4% de los encuestados opina que el hecho de que el paciente se encuentre triste y desilusionado puede influir negativamente en su recuperación física (Fig. 6).
Fig. 6. Actitudes fisioterapéuticas y médicos rehabilitadores en pacientes ancianos.
Prácticamente todos los profesionales encuestados (94,4%) consideran que la rehabilitación de los pacientes ancianos debe de realizarse junto con los pacientes de otras edades. La totalidad (100%) considera que la asistencia al gimnasio del Servicio de Rehabilitación no sólo proporciona mejoras en la recuperación orgánica, sino que también le reporte beneficios sociales y de relación interpersonal (Fig. 7).
Fig. 7. Actitudes de fisioterapeutas y médicos rehabilitadores con pacientes ancianos.
La recuperación del paciente puede verse facilitada por niveles apropiados de motivación. A su vez la motivación del paciente, de acuerdo con los resultados obtenidos, está influenciada fundamentalmente de la siguiente forma:
-- «Mucho» por un buen grado de autonomía física (88,9%).
-- «Mucho» por unas relaciones familiares satisfactorias (72,2%).
-- «Mucho» por una vida social gratificante (50%).
-- «Poco» por una situación económica saneada (52,9%).
-- «Bastante» por un buen nivel cultural (38,9%).
El 88,9% refiere que el interés que pondrían al tratar a los pacientes ancianos sería el mismo que al atender a los pacientes jóvenes y únicamente el 11,1% anuncia que pondría más interés en el anciano (Fig. 8).
Fig. 8. Actitudes fisioterapéuticas y médicos rehabilitadores en pacientes ancianos.
DISCUSIÓN
Los resultados del presente estudio, aunque con un número de entrevistados relativamente pequeño (18 personas) constituyen el 90% de todo el universo muestral de la sanidad pública de una capital de provincia de nuestro país como es Soria. Por tanto, los datos obtenidos son muy representativos de lo que opina este colectivo de profesionales respecto a la rehabilitación y tratamiento fisioterápico del anciano, máxime que en su mayoría atienden preferentemente a población anciana. Todo ello nos permite extrapolar nuestros datos a otras ciudades y países con características sociodemográficas similares a las de Soria.
La actividad profesional de la mayoría de la muestra superaba los 10 años, con lo que una vez más los datos obtenidos tienden una solidez importante basada en la experiencia y en la representatividad de la muestra.
El predominio de mujeres fisioterapeutas es una realidad en esta profesión. En parte debido a que antes era una especialidad de las ATS (con mayor frecuencia de mujeres) y en parte porque en la Universidad española hay una tasa más elevada de mujeres cursando estudios superiores que hombres.
Tal y como se ha descrito en los resultados, hasta un 77,8% son fisioterapeutas frente al 22,2% que son médicos rehabilitadores. Sin embargo, no hemos encontrado diferencias estadísticamente significativas respecto a las respuestas emitidas entre unos y otros, por lo que nos referiremos en la discusión a los dos colectivos indistintamente.
El 100% de los fisioterapeutas y médicos rehabilitadores opinan que mejoraría la relación al explicarle al paciente en qué va a consistir el tratamiento. Esto confirma nuestra hipótesis inicial de partida de que el profesional, con un discreto esfuerzo de comunicación, puede mejorar sensiblemente la relación con su paciente y conseguir niveles más óptimos de calidad.
Los resultados hallados son coincidentes con los planteamientos propuestos por Doneson (17). Dedicar unos minutos el primer día a explicarle lo que le ocurre (en lenguaje comprensible para su nivel intelectual) y en qué va a consistir el tratamiento a aplicar es un sencillo hábito al que habría que acostrumbrarse por sistema, tal y como defendía en su estudio ya clásico Leopold (15). Del mismo modo esta comunicación podría mantenerse en los días sucesivos de tratamiento, especificándole los logros conseguidos y los nuevos ejercicios que vamos a realizar para recuperar más su disfunción.
Hay otros autores que van más lejos y postulan la necesidad de que el fisioterapeuta y el médico rehabilitador deben de ser capaces de desarrollar una relación cordial, consiguiendo que el paciente les perciba como personas capacitadas, honestas, cálidas y que respetan al enfermo. Goldin et al (19) llegan a afirmar que el profesional de la salud debe de ser «profundamente consciente del uso terapéutico de su propia personalidad en beneficio del paciente». En términos similares se expresa Laín (20), que hablaba del vínculo entre el terepeuta y el paciente como una relación interhumana de ayuda, de consejo e incluso «cuasi-diádica», refiriéndose con este último término a una relación educativa donde se enseña al paciente para que participe en su proceso de curación. Rubio (21) afirma que tradicionalmente al médico se le asigna una función técnica en la que debe de administrar los remedios que la medicina reconoce como eficaces para aplicarlos a los pacientes tras un exhaustivo diagnóstico. Pero este autor resalta que existiría una segunda función: la de emplearse a sí mismo como agente terapéutico, su persona, su presencia, su apoyo podría ejercer una influencia tranquilizadora.
El que exista un buen nivel de comunicación por parte de los fisioterapeutas y médicos rehabilitadores no implica (a la vista de nuestros resultados) que se les informe diciéndoles «claramente la verdad», sólo en el 25% se actúa así ante las enfermedades menos series (procesos crónicos). Por el contrario, en el resto de afecciones graves la forma de actuar más frecuente detectada es la de «amortiguar la verdad con palabras adecuadas». Estos porcentajes oscilan entre el 68,7, el 81,3 y el 100% según se trate de un proceso crónico, incurable o degenerativo, respectivamente. No queremos entrar en juicios de valor sobre este punto. En otro ámbito hemos hecho una serie de valoraciones respecto a la actitud a tomar frente a los procesos oncológicos (Lobo y Marco) (22). Simplemente aquí constatamos la tendencia a actuar de nuestros profesionales y dejamos a la comunidad científica y al buen sentido de cada terapeuta su proceder mientras no existan pautas más concretas al efecto que se demuestren como más eficaces para la recuperación del paciente.
Prácticamente la totalidad de profesionales (94,4%) consideran que la rehabilitación debe de hacerse sin separar a los ancianos del resto de pacientes. Estos datos apoyan la línea argumental mantenida por González (23), que considera que la ancianidad constituye un proceso normal del ciclo vital humano, aunque conserva sus caracteristicas peculiares que le dan connotaciones particulares. Defiende que el anciano debe de situarse «en idéntico plano de igualdad con otras edades, dándole su auténtico sentido y razón de ser». Este planteamiento encuentra su pleno sentido cuando el gimnasio del Servicio de Rehabilitación reporta además de una recuperación orgánica, unos beneficios sociales y de relación interpersonal que pueden contribuir a su mejoría global.
En nuestro planteamiento inicial proponíamos que los ancianos serían tratados con menos interés que los pacientes más jóvenes. Sin embargo, los resultados demuestran que los fisioterapeutas y rehabilitadores los atienden de la misma forma, e incluso en el 11,1% trata con más interés a los ancianos porque necesitan más atención y más muestras de afecto. Estos datos avalan la hipótesis de que el anciano necesita más el cuidado y la atención del terapeuta por su mayor fragilidad. Siguiendo a Pollez (24) en la tercera edad las circunstancias de riesgo son mucho mayores, ya que una alteración mínima del estado general o una inmovilización forzosa consecuencia de un traumatismo provoca un deterioro rápido por el precario nivel funcional de partida. Si a eso añadimos algunas de las características psicológicas que acompañan al anciano tal y como describen Medina y Moreno (25) como la angustia ante el futuro, la disminución de la energía del yo (con el consiguiente aumento de inseguridad personal), su tendencia a la regresión, a la autocontemplación, su rigidez de pensamiento, su labilidad emocional, así como la disminución sensorio-motriz y de sus procesos mentales superiores. Muchnik (26) describe los cambios fisiológicos y metabólicos que experimenta el anciano, y Jorge (27) habla de los trastornos mnésicos asociados al envejecimiento. En conjunto podemos afirmar que nos encontramos con un grupo de enfermos con unas características peculiares, que el fisioterapeuta y el médico rehabilitador debe de tener presente en su hacer profesional.
El 83,3% de los consultados animarían al paciente para que les contara sus problemas, con el convencimiento de que esta actiud les podría hacer sentir mejor, y el 72,2% confirma que si el paciente lo hiciera mejoraría la relación terapéutica entre ambos. Si a estos datos encontrados en nuestro estudio añadimos que el 94,4% de los encuestados opina que el hecho de que el paciente se encuentra triste y desilusionado, puede influir negativamente en su recuperación física, volvemos a constatar la importancia del fisoterapeuta y del médico rehabilitador como rehabilitador emocional. Estos resultados apoyan la tesis mantenida por Marco (28) al afirmar que la «salud y la enfermedad son conceptos. La persona enferma es una realidad. Lo que verdaderamente nos interesa en la práctica clínica es el hombre que sufre y pide ayuda». Dando la posibilidad al paciente de que exprese los sentimientos y consecuencias que conlleva su situación de disfunción contribuiríamos activamente a la personalización de la enfermedad en un ser concreto, en cada paciente, haciendo verdadera la máxima hipocrática de que no existen enfermedades, sino enfermos. En esta misma línea Ortega Monasterio (29) constata cómo los pacientes incorporan su propia experiencia de enfermedad de acuerdo con su acervo cultural y reaccionan y se comportan de forma idiosincrásica frente a su estado de limitación funcional. Estas peculiares formas de reaccionar frente a la enfermedad son las que los autores han estudiado en otro trabajo (Marco) (30).
Ninguno de los encuestados cree que la tristeza y desilusión del paciente influya poco o nada de forma negativa en la recuperación física. Los fisioterapeutas y médicos rehabilitadores son conscientes de que un estado de ánimo saludable facilita la recuperación física, pues mejora los niveles de motivación y de atención. Aunque en general los ancianos tal y como defiende Lobo (31) no tienen más patología psiquiátrica depresiva que el resto de la población. Según nuestros datos hasta el 61,6% de nuestros ancianos, en opinión de los encuestados, asume «regular» su actual situación. Es preciso considerar que los ancianos además de sus respuestas personales frente a la disfunción e incapacidad motivo del tratamiento (Stoller) (32) deben enfrentarse a numerosos retos emocionales por su propia edad como son las experiencias de duelo, jubilación, cambio en su nivel económico, merma de su salud física, de sus habilidades o incluso las derivadas de su institucionalización en residencias (Lobo et al) (33). Todo ello puede constituir un obstáculo para conseguir niveles suficientes de motivación e implicación en su propio proceso terapéutico.
Krieger (34) afirma que la conducta intencional (en el caso que nos ocupa los comportamientos dirigidos a la recuperación del anciano) está orientada hacia un objetivo (la mejoría física), es impulsada por expectativas (mayores niveles de autonomía) y otros procesos cognitivos, tratando de desarrollar lo que se denomina «motivación del rendimiento». La necesidad de conseguir resultados satisfactorios en la rehabilitación obliga a animar, motivar y potenciar la participación activa del anciano. Para ello no contribuye en nada un estado de ánimo triste o deprimido, tal y como constatan en su práctica clínica los profesionales encuestados.
Incluso en nuestro estudio vemos que los aspectos que más motivan al paciente son una buena autonomía física (88,9%), unas relaciones familiares satisfactorias (72,2%) y una vida social gratificante (50%). Es por ello que las entrevistas del terapeuta con la familia deberían incluirse dentro del protocolo del tratamiento. Pueden contribuir de forma notable a su recuperación y a su posterior integración en el medio socio-familiar. Coincidimos con Thévenon et al (35) en que «la familia va a estar directamente implicada en el proyecto de salida del hospital propuesto por los médicos» y desempeñará una labor fundamental en evitar que la recuperación de la autonomía y reincorporación a su domicilio constituyan un factor de regresión. Se sabe que el alta hospitalaria va acompañada de una disminución de las capacidades funcionales adquiridas durante su internamiento, y la familia debe de estar preparada para ello.
Recapitulando los resultados obtenidos y lo argumentado en la discusión al contrastar nuestros datos con la bibliografía, concluiremos con Thévenon (35) que la rehabilitación en geriatría es preciso considerarla como «una disciplina propia que ha de motivar y satisfacer las mentes más creativas para que adquieran una sensibilidad geriátrica desde el inicio de su trabajo». Defendiendo este planteamiento, presentamos ante la comunidad científica nuestros resultados con el anhelo de haber contribuido discretamente a la consecución de este objetivo.








CONCLUSIONES
Las principales conclusiones derivadas del presente trabajo son:
1. El 90% del universo muestral participó en el estudio. La mayor parte de los encuestados eran mujeres y estaban constituidos por un 77,8% por fisioterapeutas y un 22,2% por médicos rehabilitadores, con una experiencia profesional superior a los 10 años (72,7%).
2. El 66,7% de los médicos rehabilitadores y fisioterapeutas de una ciudad española tienen mayoritariamente pacientes ancianos. Este dato confirma lo recogido en la bibliografía que evidencia el aumento progresivo de la demanda de los servicios de rehabilitación por este segmento de población.
3. En opinión de la mayoría de los encuestados (61,1%) los ancianos aceptan su situación de incapacidad de forma «regular», asumiéndolo «bien» hasta un 33,3%.
4. El 100% de los profesionales afirman que el conseguir unos niveles de comunicación aceptables con el paciente mejora la relación terapéutica. La mayoría (88,9%) le explica al paciente anciano en qué va a consistir el tratamiento, aunque el 81,3% tiende a «minimizarle» las consecuencias de su enfermedad.
5. El 94,4% considera que la rehabilitación de los pacientes ancianos debe de realizarse junto con los pacientes de otras edades. El hecho de asistir a las salas de rehabilitación para el 100% de los entrevistados les aporta beneficios sociales y de relación interpersonal, además de los meramente terapéuticos.
6. La mayoría de los fisioterapeutas y médicos rehabilitadores (88,9%) ponen el mismo interés en el trato con los pacientes ancianos que con el resto de sus pacientes. Es digno de reseñarse que un 11,1% señala que incluso pone más interés en el anciano. El trabajar fundamentalmente con pacientes ancianos no es factor de desmotivación del profesional de la salud.
7. El estado de ánimo del paciente es importante para su mejoría física. El 94,4% de los encuestados opina que el hecho de que el paciente se encuentre triste y desilusionado puede influir negativamente en su recuperación física. En este mismo sentido el 83,3% de los consultados animarían al paciente para que les contara sus problemas con el convencimiento de que esta actitud les podría hacer sentirse mejor.
8. Los aspectos psicosocial, familiar, económico y físico influirán de forma determinante en la recuperación. Por ello los contactos del profesional de la salud con los familiares del paciente deberían incorporarse al protocolo de actuación de estos profesionales.
9. Una pequeña preparación psicológica de estos profesionales sanitarios contribuiría eficazmente a optimizar la relación con el paciente y a detectar estados depresivos que puedan tener consecuencias importantes.
10. Podemos afirmar como conclusión global de este trabajo que el fisioterapeuta y el médico rehabilitador deben mantener con los ancianos una vinculación terapéutica especial debido a sus peculiaridades.
AGRADECIMIENTOS
Queremos agradecer la colaboración generosa y activa de todos los médicos rehabilitadores y fisioterapeutas de Soria, sin cuya participación no habría sido posible el presente estudio; a la Escuela de Fisioterapia de Soria (Universidad de Valladolid), donde se centralizó el estudio; al Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Valladolid por su incondicional apoyo, y al profesor Flecha, que con sus sugerencias mejoró la encuesta.

BIBLIOGRAFÍA
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