miércoles, 3 de julio de 2019

Indignaos

¡Indignaos!
Stéphane Hessel

Prólogo de José Luis Sampedro
Un alegato contra la indiferencia y a favor de la insurrección pacífica

PRÓLOGO
Yo también. Yo también nací en 1917. Yo también estoy indignado. También viví una guerra.
También soporté una dictadura. AI igual que a Stéphane Hessel, me escandaliza e indigna la situación de Palestina y la bárbara invasión de Irak. Podría aportar más detalles, pero la edad y la época bastan para mostrar que nuestras vivencias han sucedido en el mismo mundo. Hablamos en la misma onda. Comparto sus ideas y me hace feliz poder presentar en España el llamamiento de este brillante héroe de la Resistencia francesa, posteriormente diplomático en activo en muchas misiones de interés, siempre a favor de la paz y la justicia.

¡INDIGNAOS! Un grito, un toque de clarín que interrumpe el tráfico callejero y obliga a levantar la vista a los reunidos en la plaza. Como la sirena que anunciaba la cercanía de aquellos bombarderos: una alerta para no bajar la guardia. Al principio sorprende. ¿Qué pasa? ¿De qué nos alertan? El mundo gira como cada día. Vivimos en democracia, en el estado de bienestar de nuestra maravillosa civilización occidental.
Aquí no hay guerra, no hay ocupación. Esto es Europa, cuna de culturas. Sí, ése es el escenario y su decorado. Pero ¿de verdad estamos en una democracia? ¿De verdad bajo ese nombre gobiernan los pueblos de muchos países? ¿O hace tiempo que se ha evolucionado de otro modo?
Actualmente en Europa y fuera de ella, los financieros, culpables indiscutibles de la crisis, han salvado ya el bache y prosiguen su vida como siempre sin grandes pérdidas. En cambio, sus víctimas no han recuperado el trabajo ni su nivel de ingresos. 
El autor de este libro recuerda cómo los primeros programas económicos de Francia después de la segunda guerra mundial incluían la nacionalización de la banca, aunque después, en épocas de bonanza, se fue rectificando. En cambio ahora, la culpabilidad del sector financiero en esta gran crisis no sólo no ha conducido a ello; ni siquiera se ha planteado la supresión de mecanismos y operaciones de alto riesgo. No se eliminan los paraísos fiscales ni se acometen reformas importantes del sistema. Los financieros apenas han soportado las consecuencias de sus desafueros. Es decir, el dinero y su dueños tienen más poder que los gobiernos. Como dice Hessel, «el poder del dinero nunca había sido tan grande, insolente, egoísta con todos, desde sus propios siervos hasta las más altas esferas del Estado. Los bancos, privatizados, se preocupan en primer lugar de sus dividendos y de los altísimos sueldos de sus dirigentes, pero no del interés general».
¡INDIGNAOS!, les dice Hessel a los jóvenes, porque de la indignación nace la voluntad de compromiso con la historia. De la indignación nació la Resistencia contra el nazismo y de la indignación tiene que salir hoy la resistencia contra la dictadura de los mercados. Debemos resistirnos a que la carrera por el dinero domine nuestras vidas.
Hessel reconoce que un joven de su época indignarse y resistirse fue más claro, aunque no más fácil, porque la invasión del país por tropas fascistas es más evidente que la dictadura del entramado financiero internacional. El nazismo fue vencido por la indignación de muchos, pero el peligro totalitario en sus múltiples variantes no ha
desaparecido. Ni en aspectos tan burdos como los campos de concentración
(Guantánamo, Abu Ghraib), muros, vallas, ataques preventivos y «lucha contra el
terrorismo» en lugares geoestratégicos, ni en otros mucho más sofisticados y
tecnificados como la mal llamada «globalización» financiera.
¡INDIGNAOS!, repite Hessel a los jóvenes. Les recuerda los logros de la
segunda mitad del siglo XX en el terreno de los derechos humanos, la implantación de
la Seguridad Social, los avances del estado de bienestar, al tiempo que les señala los
actuales retrocesos. Los brutales atentados del 11-S en Nueva York y las desastrosas
acciones emprendidas por Estados Unidos como respuesta a los mismos, están
marcando el camino inverso. Un camino que en la primera década de este siglo XXI se
está recorriendo a una velocidad alarmante. De ahí la alerta de Hessel a los jóvenes. Con
su grito les está diciendo: «Chicos, cuidado, hemos luchado por conseguir lo que tenéis,
ahora os toca a vosotros defenderlo, mantenerlo y mejorarlo; no permitáis que os lo
arrebaten».
¡INDIGNAOS! Luchad, para salvar los logros democráticos basados en valores
éticos, de justicia y libertad prometidos tras la dolorosa lección de la segunda guerra
mundial. Para distinguir entre opinión pública y opinión mediática, para no sucumbir al
engaño propagandístico. «Los medios de comunicación están en manos de la gente
pudiente», señala Hessel. Y yo añado: ¿quién es la gente pudiente? Los que se han
apoderado de lo que es de todos. Y como es de todos, es nuestro derecho y nuestro
deber recuperarlo al servicio de nuestra libertad.
No siempre es fácil saber quién manda en realidad, ni cómo defendernos del
atropello. Ahora no se trata de empuñar las armas contra el invasor ni de hacer
descarrilar un tren. El terrorismo no es la vía adecuada contra el totalitarismo actual,
más sofisticado que el de los bombarderos nazis. Hoy se trata de no sucumbir bajo el
huracán destructor del «siempre más», del consumismo voraz y de la distracción
mediática mientras nos aplican los recortes.
¡INDIGNAOS!, sin violencia. Hessel nos incita a la insurrección pacífica
evocando figuras como Mandéla o Martin Luther King. Yo añadiría el ejemplo de
Gandhi, asesinado precisamente en 1948, año de la Declaración Universal de los
Derechos Humanos, de cuya redacción fue partícipe el propio Hessel. Como cantara
Raimon contra la dictadura: Digamos NO. Negaos. Actuad. Para empezar,

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