Entre el hospital y la vida pública
Traumatólogo especialista en rodilla en el Hospital de Cabueñes, fue médico en el San Agustín y en el Real Avilés, además de concejal de Alianza Popular
Es el asturiano perfecto. O el imperfecto, bromea segundos después de la ocurrencia. Nacido en Oviedo, criado en Avilés y vecino de Gijón. Un asturiano sin fronteras mentales que ha dejado huella allá por donde ha pasado. Será por su sentido del humor o por esas ganas de conversar sin barrera alguna y por las que tan pronto reconoce que sigue yendo a la ópera por su mujer porque entender, lo que se dice entender, él no entiende demasiado, o que le encanta el golf y, a renglón seguido, confiesa que sobre todo lo que viene después, la cerveza con los amigos y la comida. Es Ignacio Domínguez Gil, Nacho para los amigos, el mayor de una saga de siete hermanos muy vinculados a Avilés, aunque ahora la mayoría hayan asentado su residencia en algún otro punto.
Traumatólogo en el Hospital de Cabueñes y en el Sanatorio Covadonga de Gijón, sigue fiel a la ciudad en la que se formó como persona y a la que aún está unido por un montón de amistades y un grupo con solera, el de La Torre. Unos chavales que se reunían en una de las torres de San Nicolás de Bari y que han logrado mantener la tradición no de seguir subiendo a la torre, pero sí la de verse al menos una vez al año en donde se tercie.
Esa cercanía con la que Nacho traba fácilmente amistades, la perciben bien sus pacientes, a quienes procura tranquilizar quitando gravedad a una lesión de rodilla de la que habrá operado a varias miles de personas. No en vano son años interviniendo meniscos y ligamentos en el Hospital San Agustín primero, en varias mutuas después, y ahora en Gijón. Tan acostumbrado y hecho está a esta rutina, que advierte con cierta incertidumbre la jubilación. Sabe que está ahí, esperándolo a la vuelta de la esquina y que no vale esconderse. A él, que le gusta tener una respuesta para todo, busca ahora una para ese momento. Más que respuesta, un plan, un modo de vida alternativo que lo mantenga al pie del cañón y perfectamente enterado de lo que se cuece en todos los ámbitos. Medicina e información general.
Nacho nació en 1953 y con cinco años llegó con su familia a Avilés. De la ciudad industrial que atraía por entonces a miles de personas no recuerda su ría ni tampoco sus chimeneas, sino las barracas que descubrió justo debajo de su ventana en aquel primer piso de Fernández Balsera. No era el cuidado Campo San Francisco de Oviedo que acababa de dejar sin mayor trauma, sino una enorme extensión de terreno, los prados de Carbajal, que prometían un buen número de aventuras.
Las tuvo hasta que con dieciséis años se tuvo que poner serio. Un poco, al menos. Su padre, otorrinolaringólogo falleció con tan solo 46 años, y a él le tocó dar ejemplo como primogénito. Un rol que, en cierto modo, todavía sigue vigente. El óbito fue también determinante para que Nacho se decantara por la medicina, en detrimento de la ingeniería industrial que pretendía estudiar. Algo así como un homenaje póstumo a su padre.
Había hecho hasta cuarto de Bachiller en los Agustinos y continuado en el Carreño Miranda, de donde conserva el recuerdo de los maravillosos profesores que tuvo (Luis Alarcón, Evaristo Casariego, Esther Carreño...), el uniforme que tenía que llevar, los partidos de fútbol en los recreos y las partidas de cartas en la Tataguya.
Eso había quedado ya atrás y afrontaba el comienzo de una nueva etapa, la universitaria. De cuando estudiaba en la Facultad de Medicina de la Universidad de Oviedo, al mayor de los Domínguez Gil le gusta referir una anécdota con indisimulado orgullo, los dos cursos durante los que recibió una beca salario por su buen expediente. Al terminar tenía ya muy claro, y no sabe por qué, que quería hacer cirugía de rodilla. Hizo la especialidad en el Hospital General y sacó plaza en el Hospital San Agustín, llamado todavía familiarmente la 'residencia'.
Era 1981, los primeros años de un San Agustín que iba abriendo poco a poco áreas desde 1977. Un hospital pequeño, con una plantilla joven e ilusionada que logró poner en marcha el centro que hoy conocemos. Nacho estuvo doce años allí hasta que le tentó la práctica en la medicina privada y pidió una excedencia en la que echó casi otro tanto. Durante muchos de estos veintidós años, y de la mano de su mujer Paloma Muro de Zaro, hija del que fue durante muchos años presidente del ahora llamado Real Avilés, entró en el mundo del fútbol como médico del equipo y no fue ajeno a los vaivenes y polémica de la fusión por la que surgió el Real Avilés Industrial.
Será porque, en el fondo, a Nacho le va la marcha. En el fútbol solo era el médico, pero no se arrugó cuando José María León 'Pepelón', fundador de Alianza Popular en Avilés, y el médico Pedro Solís le pidieron que se uniera al proyecto.
Entró en el Ayuntamiento como concejal de la segunda corporación democrática, en 1982, una época de enorme confrontación política y básicamente estéril, en opinión de Domínguez Gil . Entre el 'rodillo' del PSOE y la derecha más rancia, con la que tampoco él se entendía, afrontó un segundo mandato en la oposición y con Santiago Rodríguez Vega sustituyendo a Manuel Ponga. No lo terminó porque estalló un escándalo urbanístico tras el que él y Raimundo Abando dimitieron al renegar de su gestión. Años después, como Pepelón también, recuperó el entusiasmo perdido en política con la irrupción de Foro y Francisco Álvarez Cascos en escena.
Traslado a Gijón
Tanta actividad social en tan poco tiempo le llevó a buscar un cambio de aires. Regresó a la medicina pública y se trasladó a Gijón, una ciudad en la que pasó a ser un ciudadano anónimo y en la que no ha hecho nada por evitarlo. No es que saliera escarmentado de la vida pública, que no salió, sino que pasear e ir al bar sin saludar a tres de cada cuatro personas con las que te cruzas era una sensación desconocida que sigue siendo placentera. Sobre todo si trabajas en un lugar tan concurrido como el Hospital de Cabueñes y llevas medio escondido el libro de 'Música clásica para Dummies' con el que intentas ganar parte de esa formación que tanto echas de menos.
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