Cuando me expulsaron del Colegio Santo Domingo de Oviedo estaba a pocos meses de hacer los nueve años y examinarme de ingreso en Bachiller.
Mi preparación para hacer tal examen “por libre” durante dos meses en la Academia Llana, determinó mi vida social y académica en particular.
Cuando la profesora Josefina Vázquez me examinó para saber mi nivel académico, me produjo una gran desconfianza hacia los profesores: dudaban de mi y me mentían para hacerme mal.
Decidí que si estudiaba lo haría de sus mentiras para engañarles y, estudiaría las verdades contenidas en los libros, para no ser mentido.
Así es como, a partir de febrero de 1962 fuí creando mi currículo, accediendo a libros y maestros, próximos y lejanos, con viajes rápidos, sin dar a saber este proceder más que a mis padres y, principalmente, a mi padre, del cual dependía para mi pasaporte. Los costes los hacía con la donación de 3.750.000 pos que el abuelo me había hecho tenía en depósito en el Banco Herrero y en un banco de Austria. Así es como conocí a Frederich, el tío de Joël y, a esta hermosa mujer, de mi edad, madre de nuestro hijo Martín.
Así es como cuando nos apaleaban en Madrid, delante de la Facultad de Farmacia, me aparté al darme cuenta que la educación era el medio de domesticar a los hombres, hacernos esclavos, por parte de los que veía que eran libres e idiotas, al defender estos sus propiedades a costa de destruir las propiedades comunes que defendíamos con nuestro sufrimiento corporal. Eran tiempos de la expulsión de los profesores Tierno Galván y José Luis Aranguren.
No me arrepiento de lucha.
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