Me fuí a Barcelona, antes de cumplir mi hija un mes, contra la voluntad de mi esposa regresé el día 14 de setiembre para estar en la plaza del rey Alfonso II el Casto y conmemorar la fecha de su segunda llegada al trono e iniciarse la vida del reino de Asturias. Desde 1962 lo venía haciendo. Esta vez, curiosamente estuve solo en la plaza, no había nadie. Desde 1957 me llevaba el abuelo y me daba a conocer la historia del Reino de Asturias, comiendo una fabada en la casa Modesta, situada en la calle Jovellanos. El año 1962 fui yo solo, el abuelo estaba en Madrid desde febrero, muriendo en noviembre. Mi padre no me quiso acompañar, "déjame de tonterías me respondió al teléfono"
Tenía un fin concreto. Tenía un compromiso con el profesor Enrique Concustell Bas, que era el incorporarme a la cátedra de Bioquímica Clínica de la UAM y al Servicio de Bioquímica Clínica del Hospital de Santa Cruz y San Pablo.
Al año, presentaría la tesis doctoral que ya tenía hecha con él mientras había desarrollado una beca en su cátedra.
El mismo día y en un hotel de Gracia-Diagonal, cenamos y, tomando café, cubrimos toda la papelería incorporarme. Luego de un año me iría un año a Francia para hacer una maestría sobre "magnitudes para identificar el estsdo de salud en el infivíduo humano", para complementar mi tedis doctoral.
Él me habló del simpodiumbdobre rl origen de la vida que se iniciaba al día siguiente y que organizaba el profesor Oró y patrocinaba la Fundación Mediterráneo que se haría cargo de tofos mis gastos como "miembro invitado" al mismo. Que buscara al profesor y me daría todas las credenciales. Cuando lo encontré en el Palacio de Congresos de Montjuich, me manifestó la complicidad entre ambos en torno a mí. Ambos sabían de mi interés por ir a EEUU, a su Laboratorio.
Al profesor Don Enrique Concustell, ya no lo volví a ver, pués en esas navidades, yendo por una autopista austriaca camino de la casa familiar de su esposa, tiene un accidente mortal para ambos y sus dos hijas.
De vuelta a Asturias mi esposa Francisca se negó a acompañarme a Barcelona.
Yo se lo comuniqué por teléfono que lo haría sí o sí el día 27 de diciembre de ese año. Que me diera ese tiempo para convencer a mi esposa.
Con su muerte, ya no pude cumplir mi acuerdo con mi profesor, con el que hablé a primeros de diciembre refiriéndole que no la había convencido pero que yo iba.
En ese tiempo me incorporé al hospital General de Asturias con el compromiso inicial de un año que no pensaba cumplir.
Ha sido un error el no irme a Barcelona y dar un giro profesional total. Muchas veces lo lamenté pero obedecí al sentimiento personal de mi esposa. Al menos es la disculpa que me dí en conveniencia con mi cobardía.
Ahora sé que viví lo que pude para adaptarme al Medio y que este no me comiera antes de envolverme en su telaraña.
Probablemente no ha pasado día que no haya recordado al profesor Don Enrique Concustell.
Regresé a Asturias con una estatuilla del dios mexica Tlaloc, dios de las aguas. Estatuilla que me dieron en el simposium hecho para promocionar el tartrato de ergotamina en el tratamiento de los dolores de cabeza de origen vascular, como "hydergot", por parte del laboratorio Sandoz.
Bueno, es una nota de mis intenciones en los inicios de mi trabajo como médico en una soledad cavernaria.
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