Dedicado a los padres de Rodrigo y Abel
Desarrollo de las funciones básicas para el aprendizaje de la lecto-escritura según la teoría de Piaget.
Segunda
parte
Revista
Latinoamericana de Psicología, vol.
11, núm. 2, 1979, pp. 249-259
Fundación
Universitaria Konrad Lorenz
Bogotá,
Colombia
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INTRODUCCIÓN
En
la primera parte de nuestro trabajo (lvarez y Orellana, 1976) hemos
visto la forma cómo surgen las funciones que se consideran básicas
para el aprendizaje de la lecto-escritura a través del análisis del
período sensorio motor se ha observado que las estructuras en que se
apoya dicho aprendizaje se encuentran en proceso de integración al
término del tercer estadio.
Durante
los tres últimos estadios dichas potencialidades neurofísiológicas
se elaboran y enriquecen a través de la asimilación de los
estímulos ambientales. Estos dan al niño la posibilidad de actuar y
a través de la acción conocer y modificar el ambiente.
*
Dirección: Programa de Educación Especial, Escuela de Educación.
Uníyersidad
Católica
de Chile, Santiago. Chile.
250
ALVAREZ y ORELLANA
En
esta elaboración y enriquecimiento interviene también la evolución
intrínseca que supone el desarrollo de la inteligencia como
expresión de sus características orgánicas.
Las
conclusiones de la primera parte de nuestro trabajo señalaban que la
percepción y la motricidad se establecen en relación a las
categorías fundamentales de construcción del mundo (objeto
permanente, espacio-tiempo, causalidad).
Por
otra parte se hada notar que para lograr un buen aprendizaje de la
lecto-escrítura, en términos de comprensión y recreación, son
indispensables los procesos del pensamiento que se inician con la
función semiótica y el pensamiento conceptual.
El
estudio que se presenta a continuación describe la evolución de las
funciones, ya seleccionadas, en los períodos del pensamiento
pre-conceptual, intuitivo, operacional concreto y lógico formal.
También
se analiza la relación entre el nivel de pensamiento en que se
encuentra el niño y el tipo de lectura que realiza.
l.
PERIODO PRE-OPERACIONAL
(Inteligencia
representativa a partir de los 2 años) Según la clasificación de
Piaget encontramos en este periodo dos sub-etapas con características
bien definidas. Son el período pre-conceptual que abarca más o
menos entre los 2 y los 4 años y el período intuitivo entre los 4 y
los 7 años aproximadamente.
Período
pre-conceptual (2-4 años).
Este
período está marcado por la transición de las estructuras de la
inteligencia senso-motora al pensamiento operatorio. Los intereses
del niño en esta etapa están en el medio inmediato y en las
coordinaciones de movimientos y percepciones para alcanzar objetivos
a corto plazo. Ellos no pueden considerar acciones posibles, no
pueden evaluar alternativas ni pueden actuar con el fin de alcanzar
una meta distinta en el tiempo o en el espacio.
En
este período el niño empieza a ser capaz de representarse una cosa
a través de otra. El lenguaje le ayuda en el desarrollo de estas
representaciones; pero dado que éste evoluciona en forma lenta el
pensamiento sigue ligado en gran medida a la acción.
A
pesar de esto, la aparición de la función simbólica o semiótica
puede observarse a través de conductas que implican la evocación
representativa de objetos o acontecimientos, y supone el uso de
significantes diferenciados. Estas conductas son el juego simbólico
y la imagen gráfica (dibujo).
DESARROLLO
DE LAS FUNCIONES BÁSlCAS 25)
A
partir de estas conductas se analiza cada una de las funciones. se
interpreta la forma en que éstas se incrementan e integran mediante
asimilaciones y acomodaciones sucesivas.
a)
Función Corporal
El
juego simbólico es un sistema de significantes, creado por el niño,
que le permite funcionar y adaptarse a la realidad exterior. Es
decir, representa con gestos realidades que no están presentes.
En
este período se observa que el niño tiene un manejo suficiente de
su cuerpo que le permite utilizarlo como un medio de expresión.
El
interés del niño está centrado en el uso de su cuerpo como
elemento representacional. Esto le acarrea un enriquecimiento
indirecto del esquema corporal, no sólo porque realiza un ejercicio
sino porque en la medida que logra satisfacciones en su acción
elabora su imagen.
Cuando
el niño comienza a representar roles más específicos el uso de su
cuerpo se hace más discriminado. Con esto se estructura en fonna
definitiva la función corporal en sus aspectos de concepto y
esquema. El aspecto imagen, sin embargo, se irá desarrollando y
modificando a lo largo de toda la vida.
Paralelamente
se ve que el dibujo de la figura humana, que el niño realiza en este
período incluso hasta los 8 o 9 años, corresponde a lo que sabe de
ella y no a lo que ve. Es decir, en este momento prima el
conocimiento intelectual sobre la percepción sensorial. Es en este
período, que Luquet llama "realismo frustrado", cuando el
sujeto dibuja, por ejemplo, los perfiles con dos ojos o dos orejas,
etc., o a un hombre vestido y con ombligo. Esto alude directamente a
lo que se ha definido como concepto corporal.
A
través de las conductas recién descritas se ve que el niño que es
capaz de realizarlas se está apoyando en imágenes reproductoras.
b)
Función Témporo-espacial
En
este momento la función témporo-espacíal adquiere otra dimensión.
La
mayor objetividad y descentralización alcanzada por el niño le permite
considerar sucesivamente aspectos particulares de la realidad. De
esta forma inicia la organización sistemática del espacio y del
tiempo.
El
espacio se estructura con base en cuatro procesos característicos de
esta edad:
252
ÁLVAREZ y ORELLANA
-Nociones
topológicas
-Ordenación
lineal
-Representación
a nivel sensorio-motor
-Transformación
espacial.
Los
procesos mencionados, que se manifiestan a través de acciones
específicas,
implican necesariamente tiempo. Estos factores de -espacio y tiempo
se desarrollan en forma recíproca a través de la acción del niño.
Si éste pretende ir de A a B, el punto A no sólo es "aquí"
sino también "ahora".
En
el juego simbólico el niño ya reconoce una organización en sus
actos y una regularidad en los desplazamientos de los objetos en el
espacio.
El niño es capaz de sacar una acción de su contexto habitual para ejecutarla en otro momento. Esto implica el reconocimiento de una secuencia temporal y supone también el manejo de sus propios movimientos en relación a los objetos. Así logra coordinarlos espacialmente hasta lograr una acción con significado, de acuerdo a lo planificado previamente.
El niño es capaz de sacar una acción de su contexto habitual para ejecutarla en otro momento. Esto implica el reconocimiento de una secuencia temporal y supone también el manejo de sus propios movimientos en relación a los objetos. Así logra coordinarlos espacialmente hasta lograr una acción con significado, de acuerdo a lo planificado previamente.
Se
observa que el niño tiene conciencia de la estabilidad de las
relaciones espacio-temporales y del significado permanente que éstas
dan a la acción. A través de sus dibujos se ve que existe una
organización espacial dentro de los marcos topológicos de
referencia. Se estructuran así en esta etapa las primeras nociones
intelectuales en forma de pre-conceptos de las relaciones espaciales:
cerca, lejos, adentro, afuera, etc.
c)
Coordinación Visuo-motora
Los
esquemas motores en esta etapa han alcanzado un nivel suficiente que
le permite un desplazamiento seguro en su medio ambientey la
ejecución de movimientos para llevar a cabo tareas decierta
dificultad.
Se
vió en la primera parte de nuestro trabajo (Álvarez y Orellana,
1976) que la coordinación viso-motora depende directamente de la
mayor objetividad de la percepción, ya que ésta permite al niño
una acomodación más exacta en sus movimientos. A través del Juego
simbólico intenta ejecutar acciones que corresponden a los adultos.
Por tanto es capaz de anticipar acciones complejas futuras, lo que le
da una mayor precisión en la coordinación de sus movimientos.
Elimina así aquellos que no son significativos para el resultado
final.
En
este momento los esquemas motores adquieren otra dimensión. No sólo
se explicitan a través de la acción sino a través de las imágenes
mentales que el niño logra de ella (anticipación-reproducción). Es
decir, el esquema motor, aunque actuando en el presente permanece
ligado a imágenes y representaciones evocadas. Dichas imágenes
enriquecen la percepción actual y determinan que la coordinación
del niño se ajuste con mayor precisión al logro de los objetivos
que se ha planteado.
Frente
al observador las actividades que el niño desarrolla en este período
aparecen como una secuencia de acciones planificadas previamente. El
niño imprime un significado y una organización a su actividad
gráfica, en este caso, el dibujo. Aún cuando para el adulto, éste
no sea claro en su expresión, para el niño queda específicamente
delimitado; cada trazo tiene un sentido exacto o una simbolización
precisa.
Período
Intuitivo (4-7 años)
Este
período según Piaget (1947) "señala un progreso sobre el
pensamiento pre-conceptual o simbólico: referido esencialmente a las
configuraciones de conjunto y no ya a figuras simples,
semi-individuales, semi-genéricas, la intuición lleva a un
rudimento de lógica, pero bajo la forma de regulaciones
representativas y no aún de operaciones".
En
este momento el niño coordina las relaciones representativas
manteniéndose en un estado pre-lógico, controlando su juicio a
través"de regulaciones intuitivas. Es así como emite juicios
frente a situaciones reales basándose en la captación de sólo una
relación entre distintos elementos. Sus juicios, por tanto, pueden
resultar erróneos, pero este error no se desprende de ilusiones
perceptivas, como en etapas anteriores, sino de una construcción
intelectual incompleta.
Es
decir, el niño se centra en diferentes aspectos sucesivamente y es
incapaz de manejarlos en forma simultánea para encontrar la solución
adecuada.
a)
Función Corporal
Como
vimos en el período anterior esta función se encuentra integrada.
A
través de las experiencias y desarrollo del sujeto se van logrando
habilidades en campos específicos: el sujeto logra un mayor dominio
de su cuerpo y su imagen va evolucionando en relación a la calidad
de dichas experiencias.
Esta
imagen es fundamental en el aprendizaje que nos preocupa ya que de
ella depende el enfrentamiento que tenga el niño para lograr nuevas
metas.
b)
Función Témporo-espacial
La
concepción intuitiva del tiempo y del espacio lleva al menos un
rendimiento oscilante frente a las situaciones que involucran estos
conceptos.
Frente
a experimentos de este tipo sus respuestas son correctas: cuando se
le pide que maneje una sola variable. Sin embargo, en la medida que
intervengan dos o más la solución es errónea. Esto ocurre porque
es incapaz de centrarse en las transformaciones sucesivas que sufren
el objeto en el experimento para llegar del estado inicial al final.
El
tiempo implica velocidad y distancia. Para que el niño maneje en
forma objetiva este concepto debe manejar dichas variables, lo que es
imposible dadas las características de su pensamiento. Es: así como
se centra en una variable que es distancia, es decir espacio
recorrido, por ser ésta una variable perceptible.
El
tiempo intuitivo está ligado a los objetos y a los movimientos
particulares, sin homogeneidad ni desarrollo uniforme.
No
hay tiempo común para las velocidades diferentes. Aparece el antes y
el después con arreglo a una sucesión espacial y no todavía
temporal.
La
lecto-escritura es un proceso que implica espacio y tiempo.
Cuando
el niño lee o escribe está codificando y decodificando signos que
están impresos en un espacio y que aparecen sucesivamente en el
tiempo.
Se
desprende, por lo tanto, que en esta etapa el niño deberá ser
ejercitado en la relación de estas dos variables sin pretender que
lea ni escriba.
c)
Coordinación Viso-motora
Una
adecuada coordinación viso-motora implica la capacidad de anticipar
un esquema motor ajustado a las características del estímulo que se
debe reproducir.
Si
un sujeto no logra establecer relaciones objetivas entre el espacio y
el tiempo, su esquema motor será poco preciso para responder a las
exigencias que requiere dicho estímulo.
La
escritura exige de una coordinación visuo-motora eficiente.
Dado
que los signos que debe reproducir el niño son complejos, se hace
indispensable esperar la integración de esta habilidad para iniciar
al niño en este aprendizaje.
En
síntesis, se observa que al final del período intuitivo el niño
aún no está capacitado para realizar con éxito la lecto-escritura
ya que este proceso requiere del manejo de diferentes variables al
mismo tiempo.
En
este período el niño organiza sus acciones en sistemas, es decir,
cohesiona diferentes operaciones produciéndose un equilibrio interno
que le permita compensar, aunar o combinar diferentes posibilidades.
Lo
característico de esta etapa es que estos sistemas se dan
fundamentalmente internalizados; el niño tiene la posibilidad de
operar con ellos a nivel representacional. Vemos aquí que las
funciones que se han desarrollado a lo largo de los períodos
anteriores se integran organizadamente en lo que Piaget llama
operaciones ínfralógicas, en las cuales se incorpora el
conocimiento del espacio y del tiempo. Estas operaciones suponen una
mayor objetivación del conocimiento en la medida en que se
establecen constancias en la medición y cuantificación de los
elementos de la realidad.
Los
contenidos infralógicos tienen un carácter básicamente espacio-temporal
y permanente, en un sentido que está ausente en los contenidos
lógicos. Existe una correspondencia estructural y evolutiva entre
cada agrupamiento lógico e infralógico. A la adición y sustracción
de clase corresponde la síntesis de las partes y la división de un
todo.
Ambos
caracterizan la estructura cognoscitiva de la etapa intermedia de la
niñez.
a)
Función Témporo-Espacial
La
concepción témporo-espacial y su relación con el aprendizaje de la
lecto-escrítura puede analizarse señalando que existen tres
concepciones fundamentales respecto al espacio. Son las que
consideran las relaciones topológicas, las euclidianas y las
proyectivas.
Comprendemos
el concepto del espacio que tiene el individuo a través del análisis
del orden en que aparecen los distintos tipos de relaciones que
establece el sujeto.
Igualmente
la comprensión del tiempo se logra a través del análisis de la
organización de las acciones del sujeto en los diferentes espacios
en que se mueve.
El
niño de este período se encuentra ya en una concepción euclidiana
del espacio. Ello le permite el reconocimiento y reproducción
correctas de figuras complejas. Sin embargo, no es capaz aún de
distinguir diferentes puntos de vista, es decir, no puede
representarse el espacio desde diferentes posiciones o perspectivas.
Por tanto la comprensión del espacio proyectivo se encuentra en una
etapa subjetiva.
Durante
la concepción euclidiana del espacio vemos que el niño tiene
también un concepto subjetivo frente al tiempo. Este es evaluado por
él sólo en relación a sus propias acciones y está limitado a
períodos de duración restringida. Por ejemplo un niño de más o
menos 8 años no maneja en forma objetiva el concepto de semana 0
mes; su conocimiento se centra en relación a las actividades
sistemáticas que realiza. Una semana tendrá, 5 días que
corresponde al período en que va al colegio.
Esta
concepción subjetiva de espacio y tiempo hace suponer cierta
incidencia en el aprendizaje de la lecto-escritura. En el período
anterior se vio que el niño no era capaz de establecer relaciones
precisas entre los elementos de un objeto, de una situación o
secuenda.
En
este período, a través de la concepción euclidiana del espacio,
aparece un conocimiento preciso de. las relaciones espaciales. Por
ejemplo, el niño es capaz de distinguir los elementos que componen una
letra o palabra y la forma en que éstos se combinan entre sí.
Aquí
es importante distinguir entre la percepción global y el análisis
implicado en la reproducción de cualquier símbolo gráfico.
Cualquier
proceso de lectura o escritura desde el punto de vista perceptivo
involucra tres etapas: 1) la percepción global directa del estímulo
o la percepción auditiva apoyada en una imagen mental: 2) el
desglosamiento de la figura en cada una de sus partes; y 3) la
reproducción gráfica u oral del estímulo inicial conservando sus
características propias, tanto en la organización espacial como
temporal.
De
aquí entonces se desprende que no sirve como criterio de predicción
para el aprendizaje de la lectura y la escritura el que un niño
tenga éxito en el reconocimiento de figuras, por complejas que éstas
sean, como pueden ser las letras.
Desde
que se inicia el concepto euclidiano del espacio el niño avanza en
su capacidad de captación y reproducción de figuras. En la medida
en que el niño maneja los elementos de la realidad en tres
dimensiones notará la importancia de la posición de los signos ya
que la variación en este aspecto determina cambios en su
significado.
Al
iniciarse esta concepción del espacio (euclidiana) será capaz de
reproducir sólo estímulos muy simples y presentados en forma
aislada.
Vemos
así que dentro de este proceso alcanza un rendimiento más eficiente
en el plano de la lectura. Esta presenta una organización
témporo-espacial previa, establecida por otros, que él se limita a
reproducir verbalmente utilizando el lenguaje como medio de
expresión, el que ya ha sido ejercitado durante bastante tiempo. Aún
así en principio se observa lectura silabeante y arrítmica. En
cambio, en la escritura es él quien debe organizar su tiempo y su
espacio para transcribir el mensaje (en el caso del dictado)
utilizando además un medio de expresión en el cual se ha iniciado
recientemente que implica una mayor madurez neurológica.
Vemos
por esto que cuando al niño se le hace copiar tiene mayor éxito ya
que nuevamente se le entrega un material organizado
témporo-espacialmente para lo cual pone en juego uno de dos
procesos descritos.
El
concepto proyectivo del espacio, aún cuando complementa al concepto
espacial, no tiene incidencia directa en la lecto-escritura por
cuanto ésta se realiza siempre en un plano. Es importante, sí, en
forma tangencial en la medida en que permite al niño una ubicación
y desplazamiento objetivo en el ambiente que lo rodea. Esto determina
un enriquecimiento de su función corporal estando ésta en estrecha
relación con el éxito de este aprendizaje.
c)
Coordinación Viso-Motora
A
medida que el niño integra con mayor objetividad su percepción del
mundo, logrando un análisis y una representación más exactos de
él, elabora y anticipa con mayor precisión los movimientos
tendientes a operar en la realidad.
Tenemos
que en esta etapa el niño ha logrado la representación euclidiana
del espacio, lo que le permite conocer las relaciones concretas entre
los elementos de una figura y establecer reconstrucciones mentales de
ella. Esta es la base que le permite programar las acciones y
movimientos precisos que necesita para reproducir el diseño inicial.
Así entonces la coordinaci6n viso-motora, con el apoyo de la imagen
mental resulta más elaborada lo que se traduce en una mayor eficacia
en la motricidad fina. Cuando se presenta al niño una figura para su
reproducción, primero la percibe globalmente, luego analiza las
partes y las relaciones exactas entre éstas y se las representa,
asociando luego los movimientos necesarios para lograr un resultado
satisfactorio.
OPERACIONES
FORMALES
En
este período el desarrollo de las funciones básicas no presenta
modificaciones importantes. Al encontrarse dichas funciones superadas
e integradas a la estructura del individuo, el mecanismo de la
lecto-escritura se incorpora a los aprendizajes del niño.
Con
la iniciación de este período se amplía el campo de comprensión
de la lectura y la capacidad de expresión a través de la escritura.
El sujeto maneja la realidad dentro del contexto de lo posible. Este
pensamiento tiene las características del pensamiento
hipotético-deductivo, En la medida que el niño de las operaciones
concretas realiza experiencias con objetos, observa que muchas veces
los datos que obtiene no bastan para elaborar una solución correcta
al problema que se ha planteado. Esto fomenta el acercamiento hacia
lo no presente o potencial.
En
un primer momento este acercamiento a lo posible consiste en
generalizaciones simples hacia nuevos contenidos. Se libera de esta
manera de los elementos concretos que le entregan las lecturas que
realiza, utilizando paulatinamente proposiciones mentales que
contienen los datos que necesita. Así, el niño organiza los
diversos elementos del medio con técnicas características de las
operaciones concretas, Estos elementos así organizados son
enunciados en proposiciones y éstas combinadas entre sí a través
del análisis combinacional característico de las operaciones
formales.
Siendo
lo hipotético-deductivo una característica de esta forma de
pensamiento, a través de la lectura el niño es capaz de obtener sus
propias conclusiones, haciéndose autónomo en relación al adulto.
Al
mismo tiempo se plantea hipótesis que soluciona a partir de su
propia investigación.
CONCLUSIONES
Se
deduce de lo hasta aquí expuesto que las funciones básicas se
inician con el nacimiento del niño, desarrollándose especialmente
durante el período sensorio motor.
Este
funcionamiento se encuentra a nivel de acciones concretas que realiza
el niño. Si bien es cierto éste es un logro importante en el
desarrollo, se encuentra aún muy lejos de ser suficiente para el
aprendizaje de la lecto-escritura. Las funciones básicas analizadas
desde el punto de vista tradicional, es decir en forma estática,
corresponden a las adquisiciones del período sensorio-motor.
Es
necesario, como una segunda etapa, incorporarlas al pensamiento.
Esto
significa que a partir de las actividades concretas, el niño logre
distanciarse de esa realidad y manejarse a un nivel ideal. Esto
permitirá superar la lectura mecánica y transformarla en un
elemento dentro del pensamiento general, elaborando a partir de ella
razonamientos propios. Cuando esto ocurre el niño está en
condiciones de utilizar la lecto-escritura como instrumento, y no
como un fin en sí.
La
enseñanza de la lecto-escritura deberá, por tanto, llevar al niño
desde el afianzamiento inicial, de las funciones básicas para luego
inducirlo a relacionar éstas con las operaciones de pensamiento
concretas y posteriormente a las operaciones formales.
En
síntesis, consideramos que el educador debe estimular las funciones
básicas teniendo presente que su objetivo será lograr que el
niño experimente a través de la acción para luego elaborar a
partir de ella conceptos en forma concreta y llegar luego a
proposiciones y deducciones que indicarán que ha logrado el
pensamiento formal. Si el educador pierde de vista este objetivo
estará inhibiendo la posibilidad que el niño alcance un nivel
superior.
REFERENCIAS
.Aebli,
Una didáctica fundada en la psicología de Jean Piaget. Buenos
Aires: Kapelusz, 1972.
.Alvarez,
A., r Orellana, E. Desarrollo de las funciones básicas para el
aprendizaje de la lecto-escritura según la teoría de Piaget.
Primera Parte. Revista Latinoamericana de Psicología, 1977, 7,
581-590.
Bravo
Valdivieso, L. Trastornos de aprendizaje 'Y de la conducta escolar
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M., Blomquist, M., La dislexia. Manual de lectura correctiva.
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.Flavell,
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P. Les structures rythmiques. París: Erasme, 1956.
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Luquet,
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¡¡Muchas gracias!!
ResponderEliminarSuper artykuł. Pozdrawiam serdecznie.
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