Ana Carrasco, primera campeona del mundo de motociclismo
La piloto murciana, 13º en el circuito de Magny Cours, es la primera mujer que gana un título de la FIM en competición con casi 40 pilotos
Barcelona
Ana Carrasco (Cehegín, Murcia; 21 años) oculta su sonrisa bajo el casco, y también los lagrimones, cuando una nube de fotógrafos se arremolina a su alrededor y le confirma que es campeona del mundo. La primera campeona del mundo de motociclismo. Mujer en un mundo de hombres. Siempre quiso ser piloto. Estudia Derecho en la Universidad Católica de Murcia, sigue viviendo con sus padres, en el pueblo, y reparte su tiempo entre las leyes y las motos. Hace años que corre en circuitos de todo el mundo. Y que compite. Siempre contra chicos. Porque en velocidad, a diferencia de lo que pasa con el trial, el enduro, el motocross o los rallies, no hay categoría femenina.
Hace tiempo que la murciana empezó a escribir páginas de la historia del motociclismo —con su debú en Moto3 en 2013 fue la mujer más joven (16 años) en competir en una prueba del campeonato del mundo y la primera española en puntuar. El año pasado se convirtió en la primera mujer que ganaba una carrera mundialista. Este curso ya fue la primera chica que lidera un Mundial de la Federación Internacional de Motociclismo (FIM). Y ayer cerró un capítulo magnífico al ganar el campeonato del mundo de SSP300, una de las categorías del Mundial de Superbike.
Fue una carrera dificilísima para ella, que dedicó su triunfo a su amigo y ex compañero Luis Salom, fallecido en 2016 en Montmeló. Carrasco sufrió para clasificarse 25ª el sábado en un fin de semana cargado de nervios y de presión, pese a que llegaba a esa última cita del calendario, en Francia, con diez puntos de ventaja en la clasificación. Fue una carrera compleja, en un circuito muy técnico como Magny Cours, en la que ganó posiciones en las últimas vueltas, pese al tráfico, para terminar 13ª y salvar el liderato por los pelos. Y de rebote. Porque su rival por el título, Scott Deroue (Kawasaki), abandonó por problemas mecánicos y Mika Pérez (Kawasaki), que también tenía opciones, acabó segundo al ser superado en la última vuelta por Daniel Valle (Yamaha).
UN TÍTULO DEDICADO A LUIS SALOM
Carrasco, en su celebración, después de un llanto liberador, enfundada en una camiseta que decía Ride like a girl(pilota como una chica) se acordó de Luis Salom, fallecido en 2016 en el circuito de Montmeló y excompañero suyo en el Mundial de Moto3. “El día que lo perdimos me prometí a mí misma que le dedicaría mi primer título. Éramos muy amigos. Gracias a Kawasaki, que me ha ayudado mucho a llegar aquí, a mi familia, que me ha ayudado tanto, y a mis amigos”, dijo la campeona nada más bajarse de la moto.
Supo sufrir Carrasco, que llegó a esa última carrera debilitada. Por la carga emocional y por los cambios aplicados a la categoría para igualar la competición, que dominó Kawasaki desde la primera carrera. Limitada la potencia de su moto, tuvo, además, que añadir 14 kilos de lastre a mitad de temporada para cumplir con una nueva norma, la del peso mínimo. La moto pesa 140 kilos, pero el conjunto con el piloto debe alcanzar los 215kg, de modo que la española es la tercera con más peso extra. Una dificultad añadida para una corredora que tenía en el cuerpo a cuerpo su punto débil. Por eso se ha pasado las últimas semanas entrenándose con motos pequeñas en circuitos pequeños y también en pistas de tierra haciendo dirt track, para curtirse en los adelantamientos, para imponerse a rivales con más cuerpo, como hizo ayer para remontar 12 puestos.
En una categoría con 40 pilotos y siete ganadores distintos en ocho carreras, ella es la única que ha logrado dos victorias este curso. Su finura al manillar, la experiencia en competición y la consciencia de cómo y por qué gana atrajeron a David Salom, director de su equipo, y a Kawasaki. Y, por primera vez en su vida, tuvo las mejores armas para pelear por el título. “La gente nunca ha confiado en que una chica pueda ganar. Ese es el problema”, decía ella hace unos meses. “Si en Moto3 le hubieran dado una moto en condiciones para luchar podría haberlo hecho perfectamente”, dice Salom, que siente que no existen diferencias entre pilotos, chico o chica: “Ella es una piloto más”.
Una de pocas, pues les cuesta tanto llegar como seguir en la elite. Carrasco y María Herrera, también española, cuarta ayer en Francia, son las únicas dos mujeres que compiten en todas las categorías internacionales de velocidad. En 2018 son 2.671 los pilotos federados por la FIM en todas las disciplinas; de esas licencias, 2.559 corresponden a chicos, solo 112 a mujeres. “No hay copas de promoción para chicas, no hay ayudas; si no confían en ellas, ¿cómo van a aprender?”, reclama María Herrera. Ella, como Carrasco, corre para ganar. Pero también para romper barreras. La velocidad es todavía una cosa de hombres.
“ME GUSTARÍA QUE TUVIÉRAMOS UN MUNDIAL PROPIO”
En una pista mítica como Magny Cours, temida porque la meteorología, a veces, complica la vida a los pilotos en carreras lluviosas, Ana Carrasco se convirtió este domingo soleado en la primera mujer de la historia en ganar un campeonato mundial de motociclismo individual. Antes que ella, el año 2016, Kirsi Kainulainen ganó el Mundial de sidecar como copiloto. Como ellas, hay más mujeres que intentan hacer historia en el motor (y otros deportes) por satisfacción personal, pero también por convicción. Mujeres como la alemana Lucy Glockner que, el año pasado, peleó por el campeonato del mundo de resistencia en Le Castellet: terminó segunda después de 24 horas de intensa competición.
Ellas aparecen en los registros de la FIM y lo hacen con una connotación especial, porque no solo fueron las mejores en su categoría, sino que, además, se impusieron en un mundo que dirigen y dominan los hombres. Competir contra ellos las fortalece –“hay más competitividad, aprendes mucho”, decía Carrasco hace unos años–, pero también esconde que esa situación atípica no necesariamente las beneficia, ya que solo las mejores llegan a la elite. Carrasco no se siente en inferioridad de condiciones per se. “Me entreno muchas horas para tener la fuerza que necesito; en el motociclismo, además de fuerza, se necesitan otras cosas”, señala; “Me tengo que esforzar, claro; quizá me cuesta un poco más que a ellos parar la moto en las frenadas, aguantarla en aceleración, pero resisto 19 vueltas o 23, las que sean, y voy rápido en cada circuito”, apunta María Herrera, otra de las pocas mujeres que compite en carreras internacionales de velocidad.
Pero, en cambio, sienten que no tienen las mismas oportunidades que otras deportistas. “A mí, me gustaría que tuviéramos un Mundial propio y poder vivir de esto, como Kiara Fontanesi (seis veces campeona del mundo de motocross), que cuando compite con chicos está a cuatro segundos; yo me quedo a unas décimas”, reclama Herrera, a quien ni siquiera le pagan por competir. “Eso ya sería como ver a Dios”.